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Los roles de Rangel
por Edgar C. Otálvora
domingo, 7 enero 2007


La salida de José Vicente Rangel del alto gobierno y su reemplazo por Jorge Rodríguez como Vicepresidente Ejecutivo, pareciera una clásica maniobra palaciega que marcará la dinámica política inicial del tercer gobierno de Hugo Chávez.

En lo personal, Rangel ha sido una figura singular en la configuración y afianzamiento del régimen chavista. Su salida, aparte de las múltiples razones que los analistas han esgrimido, pareciera demostrar que - salvo el propio Presidente - dentro del entramado y la lógica del actual poder en Venezuela, nadie puede considerarse imprescindible y eterno. La política de periódica rotación que Rómulo Betancourt estableciera para que los militares no echaran raíces en los cargos, está siendo utilizada ahora por Hugo Chávez para que sus operadores políticos no hagan nido propio. Los cambios ministeriales parecieran probar que Chávez ya optó por gobernar rodeado sólo de hombres y mujeres cuya historia política no se mezcla con la Venezuela democrática. Y el temor al magnicidio ejecutable por sus enemigos que tanto anunció Chávez en los últimos años, pareciera haber cedido espacio a un nuevo temor: el de la traición por parte de sus compañeros. Chávez ataca la imagen de José Antonio Páez como parábola traída del siglo XIX para alertar contra la traición desde sus propias filas. El fantasma del ex presidente Juan Pablo Rojas Paúl (el guzmancismo sin Guzmán) pareciera recorrer los pasillos del palacio presidencial bolivariano.

JVR puente y bombero

Rangel era - quizás- el único miembro del Gabinete con capacidad de vuelo propia, potencializada pero no debida a Chávez. Entre los numerosos roles que Rangel cumplió durante su tránsito por el gobierno, el menos público y el de mayor impacto político lo constituía su condición de puente -casi único- entre el régimen y diversos sectores de la oposición política o de los empresarios no pro-gubernamentales. Lo que Rangel hacía desde la oposición durante el período democrático venezolano, lo siguió practicando desde el otro lado del escritorio, desde sus cargos ministeriales y especialmente como Vicepresidente Ejecutivo. Una suerte de equipo de apaga incendios se habría instalado en el vértice sureste de la esquina de Carmelitas, el cual permitía a Rangel atender quejas de quienes no están representados en el actual régimen. Eso le daba al ahora ex Vicepresidente una cuota de poder importante, al actuar como interlocutor con la calle no chavista.

Al contrario de Rangel, su reemplazo Jorge Rodríguez no posee una imagen de político que abra puertas. La imagen de Rodríguez ha sido asociada por el régimen con el espíritu de venganza de quienes se declaran víctimas de la democracia. En el caso de Rodríguez, el injustificable asesinato de su padre en un carcelazo político, se ha convertido en parte resaltada de la historia negra de la democracia que el régimen chavista está construyendo. Rodríguez, al igual que otro nombre que sonó para el cargo de Vicepresidente (el ministro de Energía Rafael Ramírez), tiene una imborrable escuela política en la izquierda radical venezolana. Aquella izquierda que no se sumó a la pacificación del primer gobierno Caldera, y que optó en lo años setenta por crear organizaciones públicas manteniendo sus aparatos clandestinos insurrecciónales.

¿Será Rodríguez capaz de cambiar su perfil y asumir el rol de Rangel como puente con el mundo no bolivariano?. O por el contrario, ¿la selección de Rodríguez responde a una decisión de Chávez de cerrar puentes, ensimismando a su gobierno en las específicas coordenadas de la lealtad absoluta?. ¿Será Rodríguez el nuevo puente del gobierno chavista o será por el contrario el encargado de cerrar puertas y ventanas?.

Ecuador en el tablero

Terminando el 2006, Bogotá, Quito y Caracas fueron el escenario para una seria pugna entre el presidente electo de Ecuador Rafael Correa y el presidente colombiano Alvaro Uribe, con Venezuela terciando en el lío. El caso se desató por la decisión colombiana de reanudar las operaciones de aspersión con glifosato sobre zonas de la frontera donde se han localizado cultivos de coca.

Correa escaló confrontación con Uribe durante su visita a Caracas, anunciando que condicionaba su visita a Bogotá a la suspensión temporal de las aspersiones en la frontera.

No pareciera que fue un hecho fortuito, ya que con ello mandó un mensaje a Bogotá: en el juego geoestratégico suramericano, el Ecuador de Correa jugará al lado de Hugo Chávez y se alejará de Colombia y de EEUU. El Ministro del Interior colombiano, Carlos Holguín, acusó a Chávez de influir en la decisión de Correa, buscando golpear la imagen de autonomía que el ecuatoriano ha querido mostrar. Luego, Bogotá mantuvo por casi dos semanas el suspenso sobre la presencia de Uribe en la toma de posesión de Correa el próximo 15 de enero. Caracas protestó por el comentario de Holguin y, rápidamente la cancillería colombiana aclaró que no acusaba a Chávez de nada, y sólo se quejaba porque se había enterado por la prensa de la decisión de Correa de no ir a Bogotá. El gobierno colombiano asumió que la queja venezolana era de bajo tenor, ya que había sido expuesta por el Canciller Maduro y no por el propio Chávez

Informes de inteligencia filtrados por el gobierno colombiano en pleno pleito con Correa, daban cuenta de un estudio sobre las potencialidades de los 600 kilómetros de la frontera colombo-ecuatoriana para la masiva producción de materia prima para drogas ilegales. Según el informe, el área para la producción de coca y amapola es mayor que la que actualmente se destina para ese propósito a nivel mundial.

La anunciada política de Correa hacia EEUU limitando la cooperación militar, anticipa una reducción de los programas antinarcóticos, quizás en la misma dirección como ya ocurrió en Venezuela y Bolivia. Analistas estadounidenses y colombianos temen que el gobierno de Correa, además, asuma una posición complaciente con la narcoguerrilla colombiana en territorios del norte ecuatoriano, los cuales son de difícil control militar. Estos argumentos habrían privado en la decisión de Uribe de reanudar las aspersiones con glifosato sobre plantaciones de coca en la zona fronteriza, dejando a un lado promesas hechas a Ecuador de que este método de erradicación no sería utilizado en las proximidades de la frontera común.

Los militares colombianos insisten en afirmar que en territorio ecuatoriano existen cultivos de coca y presencia guerrillera. La Ministra de Defensa del gobierno Correa, Guadalupe Larriva, coincide con el saliente gobierno de su país, al negar la presencia de narcocultivos en la frontera ecuatoriana-colombiana. Pero del informe arriba mencionado se desprende que en Washington y Bogotá están convencidos que el terreno para frenar al narcotráfico y a la guerrilla se sitúa en los linderos del norte de Ecuador. Esto muy seguramente traerá cola en la dinámica política regional. Dinámica modificada tras la llegada de Rafael Correa a Ecuador.  

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  Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País


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