La
salida de José Vicente Rangel del alto gobierno y su
reemplazo por Jorge Rodríguez como Vicepresidente Ejecutivo,
pareciera una clásica maniobra palaciega que marcará la
dinámica política inicial del tercer gobierno de Hugo
Chávez.
En lo personal, Rangel ha sido
una figura singular en la configuración y afianzamiento del
régimen chavista. Su salida, aparte de las múltiples razones
que los analistas han esgrimido, pareciera demostrar que -
salvo el propio Presidente - dentro del entramado y la
lógica del actual poder en Venezuela, nadie puede
considerarse imprescindible y eterno. La política de
periódica rotación que Rómulo Betancourt estableciera para
que los militares no echaran raíces en los cargos, está
siendo utilizada ahora por Hugo Chávez para que sus
operadores políticos no hagan nido propio. Los cambios
ministeriales parecieran probar que Chávez ya optó por
gobernar rodeado sólo de hombres y mujeres cuya historia
política no se mezcla con la Venezuela democrática. Y el
temor al magnicidio ejecutable por sus enemigos que tanto
anunció Chávez en los últimos años, pareciera haber cedido
espacio a un nuevo temor: el de la traición por parte de sus
compañeros. Chávez ataca la imagen de José Antonio Páez como
parábola traída del siglo XIX para alertar contra la
traición desde sus propias filas. El fantasma del ex
presidente Juan Pablo Rojas Paúl (el guzmancismo sin Guzmán)
pareciera recorrer los pasillos del palacio presidencial
bolivariano.
JVR puente y bombero
Rangel era - quizás- el único
miembro del Gabinete con capacidad de vuelo propia,
potencializada pero no debida a Chávez. Entre los numerosos
roles que Rangel cumplió durante su tránsito por el
gobierno, el menos público y el de mayor impacto político lo
constituía su condición de puente -casi único- entre el
régimen y diversos sectores de la oposición política o de
los empresarios no pro-gubernamentales. Lo que Rangel hacía
desde la oposición durante el período democrático
venezolano, lo siguió practicando desde el otro lado del
escritorio, desde sus cargos ministeriales y especialmente
como Vicepresidente Ejecutivo. Una suerte de equipo de apaga
incendios se habría instalado en el vértice sureste de la
esquina de Carmelitas, el cual permitía a Rangel atender
quejas de quienes no están representados en el actual
régimen. Eso le daba al ahora ex Vicepresidente una cuota de
poder importante, al actuar como interlocutor con la calle
no chavista.
Al contrario de Rangel, su
reemplazo Jorge Rodríguez no posee una imagen de político
que abra puertas. La imagen de Rodríguez ha sido asociada
por el régimen con el espíritu de venganza de quienes se
declaran víctimas de la democracia. En el caso de Rodríguez,
el injustificable asesinato de su padre en un carcelazo
político, se ha convertido en parte resaltada de la historia
negra de la democracia que el régimen chavista está
construyendo. Rodríguez, al igual que otro nombre que sonó
para el cargo de Vicepresidente (el ministro de Energía
Rafael Ramírez), tiene una imborrable escuela política en la
izquierda radical venezolana. Aquella izquierda que no se
sumó a la pacificación del primer gobierno Caldera, y que
optó en lo años setenta por crear organizaciones públicas
manteniendo sus aparatos clandestinos insurrecciónales.
¿Será Rodríguez capaz de cambiar
su perfil y asumir el rol de Rangel como puente con el mundo
no bolivariano?. O por el contrario, ¿la selección de
Rodríguez responde a una decisión de Chávez de cerrar
puentes, ensimismando a su gobierno en las específicas
coordenadas de la lealtad absoluta?. ¿Será Rodríguez el
nuevo puente del gobierno chavista o será por el contrario
el encargado de cerrar puertas y ventanas?.
Ecuador en el tablero
Terminando el 2006, Bogotá,
Quito y Caracas fueron el escenario para una seria pugna
entre el presidente electo de Ecuador Rafael Correa y el
presidente colombiano Alvaro Uribe, con Venezuela terciando
en el lío. El caso se desató por la decisión colombiana de
reanudar las operaciones de aspersión con glifosato sobre
zonas de la frontera donde se han localizado cultivos de
coca.
Correa escaló confrontación con
Uribe durante su visita a Caracas, anunciando que
condicionaba su visita a Bogotá a la suspensión temporal de
las aspersiones en la frontera.
No pareciera que fue un hecho
fortuito, ya que con ello mandó un mensaje a Bogotá: en el
juego geoestratégico suramericano, el Ecuador de Correa
jugará al lado de Hugo Chávez y se alejará de Colombia y de
EEUU. El Ministro del Interior colombiano, Carlos Holguín,
acusó a Chávez de influir en la decisión de Correa, buscando
golpear la imagen de autonomía que el ecuatoriano ha querido
mostrar. Luego, Bogotá mantuvo por casi dos semanas el
suspenso sobre la presencia de Uribe en la toma de posesión
de Correa el próximo 15 de enero. Caracas protestó por el
comentario de Holguin y, rápidamente la cancillería
colombiana aclaró que no acusaba a Chávez de nada, y sólo se
quejaba porque se había enterado por la prensa de la
decisión de Correa de no ir a Bogotá. El gobierno colombiano
asumió que la queja venezolana era de bajo tenor, ya que
había sido expuesta por el Canciller Maduro y no por el
propio Chávez
Informes de inteligencia filtrados por el gobierno
colombiano en pleno pleito con Correa, daban cuenta de un
estudio sobre las potencialidades de los 600 kilómetros de
la frontera colombo-ecuatoriana para la masiva producción de
materia prima para drogas ilegales. Según el informe, el
área para la producción de coca y amapola es mayor que la
que actualmente se destina para ese propósito a nivel
mundial.
La anunciada política de Correa
hacia EEUU limitando la cooperación militar, anticipa una
reducción de los programas antinarcóticos, quizás en la
misma dirección como ya ocurrió en Venezuela y Bolivia.
Analistas estadounidenses y colombianos temen que el
gobierno de Correa, además, asuma una posición complaciente
con la narcoguerrilla colombiana en territorios del norte
ecuatoriano, los cuales son de difícil control militar.
Estos argumentos habrían privado en la decisión de Uribe de
reanudar las aspersiones con glifosato sobre plantaciones de
coca en la zona fronteriza, dejando a un lado promesas
hechas a Ecuador de que este método de erradicación no sería
utilizado en las proximidades de la frontera común.
Los militares colombianos
insisten en afirmar que en territorio ecuatoriano existen
cultivos de coca y presencia guerrillera. La Ministra de
Defensa del gobierno Correa, Guadalupe Larriva, coincide con
el saliente gobierno de su país, al negar la presencia de
narcocultivos en la frontera ecuatoriana-colombiana. Pero
del informe arriba mencionado se desprende que en Washington
y Bogotá están convencidos que el terreno para frenar al
narcotráfico y a la guerrilla se sitúa en los linderos del
norte de Ecuador. Esto muy seguramente traerá cola en la
dinámica política regional. Dinámica modificada tras la
llegada de Rafael Correa a Ecuador.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |