A
propósito de la reconstrucción histórica que viene
publicando la revista Zeta en su edición aniversaria,
retomamos un hecho poco conocido de la política de finales
del siglo XX. Se trata de la conspiración cívico-militar
para derrocar al gobierno de Ramón J. Velásquez. Actos de
terrorismo, bombitas aquí y allá, planes de establecer un
gobierno de emergencia fueron parte de los hechos. El
general (retirado) Iván Jiménez Sánchez ofrece una larga
narración de estos episodios en su libro de 1996 Los golpes
de Estados desde Castro hasta Caldera.
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En aquella circunstancia ocurrió algo que, visto en
perspectiva, no deja de ser curioso. El gobierno de EEUU y
el naciente chavismo coincidieron en el rechazo a la
aventura militar para derrocar a Velásquez. Así como Chávez
abortó (desde la cárcel de Yare) el protagonismo de
generales y almirantes en el cuartelazo del noviembre de
1992, igualmente un año después rechazaba el golpe promovido
por la alta jerarquía militar contra el gobierno
provisional. Simultáneamente desde el norte, el recién
inaugurado gobierno de Bill Clinton alertó a Velásquez sobre
los planes de su ministro de Defensa, quien en un viaje a
Washington habría sondeado la posición de EEUU para un
golpe. Ni el gobierno de EEUU ni los presos de Yare creyeron
conveniente dar cuerda al plan golpista de 1993.
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El presidente Alvaro Uribe viajó esta semana a Washington.
Tal como se esperaba, fue a reunirse con los sectores
sindicales y parlamentarios que están obstaculizando la
aprobación del Tratado de Libre Comercio EEUU-Colombia y que
están frenando los aportes de ayuda militar para el Plan
Colombia. Los más diversos analistas coinciden que Uribe no
logró sensibilizar a los demócratas a favor de su causa. Su
reunión con el presidente Bush fue todo lo rutinaria que
podía ser. Bush quien tiene él mismo problemas para hacer
frente a la mayoría parlamentaria del Partido Demócrata, no
pareciera en capacidad de conciliar una posición
bipartidista para continuar apoyando los esfuerzos de Uribe.
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Por ahora pareciera que Uribe, y con él los planes de ayuda
de EEUU para la guerra interna colombiana, cayó en desgracia
a los ojos de la nueva mayoría demócrata, más interesada en
bloquear a Bush que en los intereses geopolíticos
regionales. En su mejor estilo paisa de actuar, Uribe ha
dicho que pretender regresar a EEUU cuantas veces sea
necesario para lograr la aprobación del TLC. Pero él bien
sabe que las puertas de las oficinas de Washington no suelen
estar abiertas fácilmente.
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La presencia de Luís Alberto Moreno (actual Presidente del
BID) al frente de la embajada de Colombia en Washington, le
proporcionó a los gobiernos de Andrés Pastrana y al primer
mandato de Uribe, una situación excepcional en sus
relaciones con importantes e impenetrables grupos de poder
estadounidenses. Las crónicas sociales comentaban que Moreno
y su esposa (la venezolana Gabriela Febres), por ejemplo,
viajaban de Washington a New York para presenciar un juego
de beibol por la TV en casa de los Clinton. Este nivel de
reracionamiento entre el gobierno colombiano y la capital
del Imperio ya no pareciera existir.
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Como lo adelantáramos la semana pasada, Caracas y Bogotá
estaban planeando una reunión de sus cancilleres para
reactivar la agenda bilateral. La visita del canciller
venezolano Nicolás Maduro a Bogotá se producirá mañana
lunes.
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Tal como están las cosas para Uribe, la visita del emisario
de Hugo Chávez le proporcionará - ironía aparte - un poco de
aire tras su amarga experiencia en Washington esta semana
que concluye. Bush y Chávez coinciden tendiéndole puentes al
presidente colombiano. El primero está casi de salida. El
segundo juega a mantener el cómodo status actual en las
relaciones con Colombia.
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El asesinato, en julio del 2006, de un alto ejecutivo
venezolano empleado de una empresa de computación
estadounidense fue el detonante de un proceso de deterioro
de las condiciones para invertir en Venezuela. La muerte del
ejecutivo cuando se dirigía al aeropuerto de Maiquetía, puso
de manifiesto a las empresas extranjeras, la necesidad de
proteger a sus funcionarios con los altos costos que ellos
significan.
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Asignar carros blindados o dictar cursos de seguridad para
las familias de los gerentes locales son ya normales en las
prácticas de empresas extranjeras. Venezuela ha sido
incluida en la lista de países que los departamentos de
seguridad de varias trasnacionales consideran como no aptas
para viajes de los altos ejecutivos. Aunque con los niveles
de negocios que el gobierno garantiza, las empresas están
asumiendo los gastos de seguridad como parte de los costos.
El problema se agudiza cuando la inseguridad se traduce en
muerte, ya que pocas empresas están ganadas para colocar a
sus altos ejecutivos en situaciones de riesgo mortal. Como
fue en su momento en Colombia, las empresas comienzan a
pagar primas extras para conseguir que sus empleados viajen
a Caracas.
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Los hombres de negocios aterrizan en Caracas sólo para hacer
negocios. Los hoteles de cinco estrellas están copados
durante la semana, y quedan vacíos los sábados y domingos.
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Costo adicional, difícil de entender por las casas matrices
de las empresas extranjeras es el de las donaciones
obligadas que deben realizarse como parte del contrato para
proveer servicios o bienes a los organismos públicos. Por su
puesto que estas donaciones en definitiva se convierten en
costos que se cargan al producto.
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Tanto en Quito como en Montevideo están pensando en sumarse
al esquema que Néstor Kirchner logró con Hugo Chávez: emitir
bonos de deuda respaldados con el potencial petrolero
venezolano. Pero el anuncio presidencial del retiro de
Venezuela del Fondo Monetario Internacional, del Banco
Mundial, y muy especialmente del Centro Internacional de
Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) ha
hecho tambalear la imagen de Venezuela como seguro pagador
de su deuda. Venezuela puede dejar de ser la muleta para que
otros países emitan cómodamente su propia deuda.
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Brasil forzó la barra y se salió con las suyas en cuanto al
Banco del Sur. El proyecto original de Chávez de construir
una especie de fondo monetario regional, fue vencido por
Brasilia quien sólo accedió a participar en un banco de
financiamiento de desarrollo. El organismo será utilizado
por Brasil como parte de sus programas de cooperación con el
vecindario que actualmente ejecuta directamente por medio de
su Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |