El
foco de la atención política suramericana, rápidamente se
está dirigiendo hacia Ecuador.
El proceso iniciado con el triunfo de Rafael Correa y su
reciente toma de posesión, está generando expectativas en
los analistas internacionales. Pero a despecho de lo que
quisiera el nuevo mandatario y sus cercanos colaboradores,
esa atención no la provocan las probables novedades que
encierre este gobierno. Al contrario, el motivo del interés
en Ecuador es el de confirmar que se estaría produciendo la
repetición, con las debidas actualizaciones, del esquema de
toma del poder que la izquierda radical latinoamericana
viene cumpliendo en Venezuela y Bolivia.
La franquicia bolivariana
Si no fuera por la gravedad del tema, y por hechos de la
historia ecuatoriana, casi anecdótica resulta la información
según la cual el presidente de Ecuador afirmó que teme por
su vida. Además, ante las diferencias con el Congreso por el
grave asunto de la convocatoria a una Constituyente, Correa
comenzó a hablar de “conspiración” para derrocarlo. Es
decir, a dos semanas de estar en la Presidencia, las
palabras magnicidio y conspiración golpista ya han sido
incorporadas por Correa en el debate nacional de su país.
Las similitudes con Evo Morales comienzan a saltar a la
vista. Debe recordarse que el mismo día de su toma de
posesión, Morales informó que recurriría a los servicios de
inteligencia cubanos para garantizar la seguridad del
palacio presidencial de La Paz. Hugo Chávez se encargó de
darle dramatismo a la situación de Morales, anunciando
supuestos planes para atentar contra la vida del boliviano.
Así, la entrega de dos helicópteros Super-Puma de la Fuerza
Aérea venezolana a Bolivia, fueron inicialmente explicados
por Chávez, como una forma de garantizarle la seguridad a
Morales en sus viajes.
Correa, quien es economista y sabe de finanzas
internacionales, junto a sus ministros de economía, ya han
comenzado a engranarse con el modelo de ayuda económica
otorgada por Venezuela. Si bien los acuerdos de cooperación
entre los dos países se encontrarían en etapa de precisiones
por parte de comisiones creadas a ese fin, ya fue anunciada
una solicitud que Correa hará a Caracas para un préstamo por
mil millones de dólares.
Neutralizar al parlamento
El martes 30 de enero, Quito fue escenario de acciones
callejeras violentas. Grupos de distintas tendencias fueron
hasta el edificio que sirve de sede al Congreso, para exigir
la aprobación de la convocatoria a elecciones para una
asamblea constituyente. La prensa reseñó que los
parlamentarios debieron abandonar el edificio ante las
amenazas de los manifestantes. Heridos y destrozos formaron
parte del saldo del día.
Correa tras los sucesos expuso sus consideraciones: "No es
fácil, en estas manifestaciones masivas puede haber
infiltrados, gente que quiera crear el caos. Estamos jugando
con fuego, como lo dijo el propio presidente del Congreso,
así que le corresponde a ellos, los que iniciaron ese fuego,
apagarlo". "No hay un enfrentamiento entre el Ejecutivo y el
Congreso, sino entre trece millones de ecuatorianos y 100
diputados". Y finalmente Correa reiteró su disposición para
designar un tribunal electoral para que organice el
plebiscito sobre la Constituyente, convocado por él para el
18 de marzo.
Correa se presentó como candidato con dos propuestas que
hacían que el actual pleito con el Congreso fuera
absolutamente predecible. Su partido no presentó candidatos
a los puestos legislativos por lo cual carece de una bancada
propia en el parlamento. Correa y su entorno planearon un
escenario en el cual el Congreso perdería relevancia de
facto, ya que -y esa fue la segunda oferta electoral-, en
caso de ganar las elecciones el gobierno convocaría a una
Asamblea Constituyente.
Ya desde mediados del año 2006, el equipo de Correa contaba
con estudios jurídicos contentivos de los argumentos que
usarían para calificar la Asamblea Constituyente como un
poder originario, con capacidad para decidir sobre todos los
poderes constituidos. Cuando Correa lanzó su candidatura, el
plan de su grupo era provocar una Constituyente, que
colocada por encima de los poderes existentes, procediera a
modificarlos. En pocas palabras, el Plan de Correa como ya
lo había sido el de Chávez y Morales era disolver el
Congreso o en todo caso neutralizarlo, mientras una
constituyente empujada por la popularidad del recién electo,
procedería a modificar tanto la Constitución como los
poderes electos previamente.
El jueves pasado, el ministro del Interior, Gustavo Larrea,
afirmó que su gobierno desea dialogar con el Congreso,
“comprometiéndose a no disolverlo y esperando que a su vez
la oposición deje de obstruir la consulta sobre una
Constituyente". El asunto central es que los miembros del
Congreso, electos hace unos pocos meses en elecciones
populares, estiman -y tienen elementos para ello- que la
iniciativa de reforma constitucional propuesta por Correa
significará su pronta disolución. Por ello, la oposición
parlamentaria estaría procurando definir un camino propio de
reformas constitucionales.
Correa dijo el jueves en relación a la crisis política que
“Entonces, que se resuelva esa pugna, que esos 13 millones
demuestren que son los mandantes”. En suma, el presidente
ecuatoriano está jugando la carta de movilizar gente a la
calle para imponer su proyecto político. La experiencia de
movilizaciones callejeras que condujo al golpe de estado
contra Lucio Gutiérrez en el 2005, forma parte de los
activos políticos de quienes rodean a Correa.
BOCADILLOS
La compra de sistemas de defensa anti aérea fue anunciada
por el presidente Chávez el año pasado. Su visita a Rusia
habría tenido entre otros propósitos, conocer directamente
las opciones ofrecidas por ese país. El jueves 25 de enero,
el ministro de Defensa, general Raúl Baduel anunció que el
gobierno había optado por la adquisición de los misiles
antiaéreos Tor-M1 de fabricación rusa, lo cuales según la
agencia de noticias brasileña Estadao tendrían un costo de
US$ 290 millones. La compra fue confirmada el martes tanto
por el gobierno ruso como por el general Alberto Müller
Rojas y por el propio presidente venezolano. Müller adicionó
que la compra alcanzaría a doce baterías de este tipo de
misiles.
Según la agencia brasileña, el misil que adquiere Venezuela
tarda ocho segundos para detectar un objetivo. Sus sensores
pueden rastrear hasta 48 blancos simultáneamente, incluyendo
misiles en vuelo en un radio de 25 kilómetros. Misiles como
éstos fueron vendidos recientemente por Rusia a Irán, y el
primer lote habría sido entregado dos semanas atrás.
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Artículo publicado originalmente en el diario El
Nuevo País |