Estados
Unidos cambia a una velocidad fascinante. Hace 40 años el
odio racial incendiaba iglesias en tierras segregadas, y
hoy en día Barack Obama se postula a la presidencia. Al
ver de nuevo la cinta de Alan Parker, Mississippi
Burning, en la que agentes del FBI develan los
asesinatos de jóvenes luchadores por los derechos civiles
a manos del Ku Klux Klan, resulta estimulante saber que
las atrocidades pueden superarse cuando florece una nueva
conciencia. En el largo viaje para vencer el racismo, una
herida fundacional que llevó a EEUU a la guerra civil, la
candidatura de Obama es un cambio que va mucho más allá de
estas elecciones.
En primer lugar no es la candidatura de un
negro. Las raíces de este hijo de inmigrantes, con
herencia musulmana, criado fuera del territorio
continental y con títulos de Columbia y Harvard, abarcan
la diversidad de una nación multicultural que busca crecer
más allá de las divisiones partidistas, raciales e incluso
nacionalistas. Con su emotiva oratoria, Obama intenta
saltar las categorizaciones para ubicarse en un discurso
post-estiquetas. No se identifica como negro, tampoco como
una minoría: su intención es abrir una agenda donde lo
importante sean los intereses y no las posiciones. Para un
país que eligió en 2004 a un Bush que capitalizó la
polarización, Obama propone la inclusión con un estilo
sensato y moderado.
Fueron muchos los cuerpos ahorcados, baleados
y golpeados que lucharon contra la segregación. Al final
triunfaron. La revolución de los derechos civiles
pareciera tomar un nuevo aire con Obama, precisamente
porque apunta más allá de la agenda racial y política para
tomar un vuelo humanista, que si bien está hinchado de
carisma, le propone a la nación revisar sus logros y
fracasos con otra óptica. De cierta manera esta es una
revolución sin violencia que podría abrir camino a otros
liderazgos, y ojala, a otra percepción de los EEUU en la
comunidad global.
En la cinta de Alan Parker el sheriff racista
Ray Stukey le pregunta al agente Anderson del FBI si le
gusta el beisból, a lo que éste responde “Si, es el único
momento cuando un negro puede blandir un palo ante un
blanco y no iniciar una revuelta”. Aquello era en 1964.
Cuarenta años después Obama está sacudiendo el tejido
nacional al sugerir que es posible ver más allá de
colores, palos y barreras.
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