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Pez flaco 
por Eli Bravo  
viernes, 30 mayo 2008


Hay libros capaces de arruinarnos la comida, sobre todo cuando se trata de un delicado sashimi o un suculento ceviche de camarones. Bottomfeeder, del canadiense Taras Grescoe (Bloomsbury, 2008) es uno de ellos. Convencido de que la comida del mar es el mejor alimento que existe, bajo en grasas, alto en Omega-3 y cargado de proteínas, el autor decide preguntarse ¿de dónde salen el pescado que termina en mi plato? La respuesta ahoga el apetito: de unos mares poco a poco se están convirtiendo en inmensos desiertos azules.

Viajando tras la pista de algunas delicias como las ostras de Bretaña, el curry de camarones en India, las sardinas a la parrilla en Portugal o sashimi de atún aleta azul en Japón, Grescoe documenta como la sobrepesca está acabando con especies que hace unos años eran abundantes, especialmente, aquellas que se ubican en el tope de la cadena alimenticia.

Y es que así como sucedió con el bacalao del Atlántico en el siglo pasado, poco a poco nos estamos comiendo un recurso que no es capaz de mantener la tasa de explotación actual. La voracidad del ser humano, el incremento del poder de compra, las técnicas depredadoras como las rastras y el mercado negro incontrolado han reducido dramáticamente la cantidad y el tamaño de la pesca. El futuro no es promisorio: océanos poblados por aguamalas y otros invertebrados.

En el caso de la acuacultura, el escenario es de cuidado. Si bien con algunas especies los resultados han sido positivos, en lo que respecta a los camarones cultivados en India y los salmones de Chile o Canadá el reporte quita el hambre: aguas contaminadas, toneladas de químicos, animales enfermos y un tono rosado de la carne seleccionado en laboratorio al gusto del productor.

Pero Grescoe no renuncia al pescado, al contrario, lo que propone es consumirlo de forma ética, conociendo las especies amenazadas y las técnicas de pesca que arrasan los mares. Es por ello que abandona el atún de aleta azul y el sea bass chileno para tranzarse por las ostras, los mejillones, los calamares o las sardinas, por supuesto, especies no tan glamorosas pero cuyas poblaciones están en condiciones de soportar el apetito humano. Su mensaje es claro: los mares y sus peces necesitan que les demos un descanso.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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