La
escena en Ocean Drive era bizarra. Blancas lápidas de
plástico alineadas sobre la grama simbolizando un
camposanto y en cada una el nombre, rango y la edad en que
falleció la víctima en Irak. El promedio no superaba los
25 años. Al leer sus nombres uno podía imaginar bombas a
la orilla del camino, ráfagas de metralla, sudor en las
botas y sangre coagulada sobre el uniforme. Al frente, los
edificios Art Deco con sus restaurantes llenos. Al fondo,
el mar de un azul fascinante. Alrededor de las lápidas,
miles de jóvenes caminando en traje de baño. Comenzaba el
spring break y todos en South Beach se entregaban al rito
de playa, licor, música y diversión. Cualquiera ellos
podría haber estado a esa hora mordiendo el polvo en Irak.
Pero no les tocaba. Nadie los reclutó. A ninguno parecía
interesarle el letrero que rezaba “Tráiganlos de vuelta
casa”
Se cumplen 5 años de guerra en Irak. Han
muerto casi 4 mil soldados estadounidenses, más de 80 mil
civiles iraquíes, se han gastado 650 millardos de dólares
y el horror no termina. Irak es el fracaso mas grande de
la guerra contra el terrorismo, esa absurda idea de que
solo con violencia se puede vencer el odio. Lo que comenzó
el 19 de marzo de 2003 con un espectacular bombardeo al
bunker de Saddam Hussein es hoy en día un callejón sin
salida: el final de una brutal dictadura se ha
transformado en una sangrienta guerra interna que conduce
a mayores incertidumbres. Hasta ahora solo ha ganado la
industria armamentista, esa perversa maquinaria que
convierte cada explosión en sus ganancias.
También han sacado partidos los radicales,
esos que como decía Pessoa no tienen conciencia de
nada, porque ni siquiera tienen conciencia de que no
tienen conciencia. En nombre de Dios, la democracia,
la libertad, el nacionalismo y cualquier otra excusa, han
inflamado las pasiones a la vez que sepultan la razón.
Cinco años después del bombardeo el mundo sigue
secuestrado por radicales para quienes un columna de humo
negro es señal de progreso.
Y lo peor de este lustro son las cosas que
todavía se escuchan. Dos chicos con torso desnudo y
cadenas de oro colgando de sus cuellos conversaban junto a
las lápidas. “¿Cómo acabamos de una vez con esta guerra?”
preguntaba uno. La respuesta de su amigo fue contundente.
“Volándole la cabeza al enemigo, como hago en mi
computadora jugando Kuma War”
ebravo@unionradio.com.ve