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Darwin ¿dónde estás? 
por Eli Bravo  
viernes, 11 enero 2008


Hay debates que resultan absurdos en pleno siglo XXI. ¿Un ejemplo? el abierto por la Junta de Educación del Estado de Florida para incluir la palabra evolución dentro de sus estándares para la enseñanza de la ciencia. Hasta ahora en las escuelas se ha usado el concepto políticamente correcto de “cambios biológicos a través del tiempo” sin ninguna referencia a la teoría que Darwin concibió tras una buena temporada a bordo del Beagle. Para los estadounidenses esta es una teoría sospechosa. Una encuesta de Gallup en junio del año pasado arrojó que el 44% de los encuestados no creían en la evolución. Para ellos, o no hay pruebas suficientes, o simplemente Dios creó al hombre.

Florida es uno de los cinco estados que evita usar la palabra evolución en sus programas educativos. Los creacionistas en todo el país han luchado arduamente para mantener las ideas de Darwin a raya y durante los últimos años han impulsado teorías, en apariencia científicas, como el “diseño inteligente” según la cual ciertos aspectos del universo solo pueden ser explicados con la intervención una causa inteligente y no a través de la selección natural. Esa causa es, claro está, Dios, y por lo tanto en clases se debe dedicar igual tiempo al creacionismo y a la evolución. Que los estudiantes decidan dónde está la verdad.

Un argumento poderoso, pero a destiempo. Si bien los científicos conceden que hay algunos agujeros en la teoría de la evolución, el conocimiento científico es dinámico y en su camino va encontrando nuevos problemas, hipótesis y pruebas. La mayoría de la comunidad científica aprueba la evolución como la explicación más plausible para el origen de la vida y negarlo es darle la espalda al mundo en que vivimos.

Debatir sobre Dios, su existencia y su identidad es parte de la condición humana. Pero debatir sobre el origen de la vida debe hacerse fuera de las clases de ciencia. La fe es un asunto de las iglesias, los salones de filosofía o las sobremesas. No hay ninguna justificación para que a estas alturas se pretenda mantener la enseñanza de la ciencia atada a creencias religiosas.

Claro que hay otro debate, mucho más complejo, sobre la naturaleza de Dios o lo que pudiéramos definir como tal. Sería perfecto que Darwin pudiera intervenir para fijar su posición, pero la ciencia nos dice que cuerpo putrefacto no pide derecho de palabra.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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