El
nacionalismo es argumento para todo, especialmente para
las grandes manipulaciones. Música para oídos militantes,
se vale de verdades a medias para impactar el corazón de
los ciudadanos. El resultado suele ser un sarampión
colectivo que aparte de fiebres y delirios, suele dejar
sus marcas en la piel. El nacionalismo es como una venda
en los ojos, nos impide ver más allá de las narices.
En su constate huída hacia
adelante, Hugo Chávez, juega ahora la carta nacionalista
en su intento de polarización doméstica y regional. Como
señala Boris Muñoz en su Carta desde Caracas para la
revista Gatopardo, Chávez es un líder que sale de sus
problemas creando otros mayores, un agitador de oficio que
depende del impacto para distraer la atención. Con una
gestión malherida, inflación sobre el 5% en los dos
primeros meses del año y unas elecciones en ciernes, su
apuesta es revolver las fibras del venezolano alertando
que ante las amenazas del exterior, solo la unidad
monolítica podrá salvar la patria. Por ello intenta teñir
las pasiones con el rojiverde de la revolución, ese cóctel
cívico-militar que hasta ahora solo ha dejado una profunda
resaca.
El conflicto con Colombia
viene escrito con ese guión nacionalista, aderezado
seguramente por ciertas sub-tramas que no deben ser
desdeñadas, como las presiones de la industria
armamentista que ha encontrado en Venezuela un cliente de
excepción, e igualmente, en Colombia, un mercado a largo
plazo. Ciertos círculos de negocios en Moscú, Washington y
Minsk, deben leer las noticias de esta crisis con un
interés nada santo: a mayor retórica, más posibilidades de
asegurar otro contrato de fusiles, aviones o municiones.
Una de las pocas vacunas
contra el nacionalismo es una verdadera democracia, pero
aún así, podemos decir que es parte de la condición humana
contraer esta enfermedad. Ecuador y Colombia han
experimentado sus brotes en estos días, y para el
presidente Uribe, una alta temperatura en el fervor
nacional ante las acciones de la guerrilla y de Venezuela
puede ayudarlo en su interés por conseguir otra
reelección.
Lo peor del nacionalismo es
que pocas personas son capaces de diagnosticarse. A
diferencia de la gripe, este virus crea la ilusión de que
a pesar de los malestares se está mejor que nunca.
ebravo@unionradio.com.ve