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Platos vacíos 
por Eli Bravo  
sábado, 3 mayo 2008


El hambre que sacude al mundo no es por falta de alimentos sino de dinero. La pobreza y la desigualdad están detrás de toda la turbulencia atizada por estómagos vacíos. Mientras algunas regiones del globo, entre ellas América Latina, producen como nunca antes para alimentar a quienes tienen con que pagar, los pobres son incapaces de llevar comida al plato porque no pueden sufragar el costo extra que en estos momentos significan la energía, la especulación financiera, la alta demanda, y cómo no, el calentamiento global.

El Programa Mundial de Alimentos calcula que 100 millones de personas no tienen suficientes alimentos para comer. La agricultura de supervivencia, para ellos la única alternativa, está azotada por la desertificación, los desastres naturales, el costo de los fertilizantes y la turbulencia política. Por otro lado hay millones de personas que ahora comen más que antes y la agricultura corporativa hace un excelente negocio sirviéndoles el almuerzo. En la medida que sus hábitos de consumo se hacen más exigentes, las presiones sobre los recursos causan mayores inconvenientes.

La sobre pesca es un buen ejemplo ello. El volumen de peces que sacamos del océano es mayor que su capacidad de recuperación y las redes comienzas a salir vacías, disparando los precios. El consumo de lácteos y carnes es otro termómetro: mientras crece la demanda por estos productos, la cantidad de granos dedicados a la cría también aumenta, con el inconveniente de que menos gente aprovecha las calorías resultantes. Y no podemos olvidar los biocombustibles que se tragan toneladas de maíz subsidiado que estarían mejor en el estómago de los hambrientos. Es cierto que necesitamos energías alternativas, pero estas deben ser justas y eficientes.

Si algo pone en evidencia esta crisis de alimentos, al igual que el fenómeno del cambio climático, es que vivimos en un mundo cada vez más conectado y ya no es posible pensar que nuestras acciones están desligadas de consecuencias para otros. La pobreza es la mayor amenaza a la estabilidad mundial y nadie tiene una receta mágica para erradicarla. Como tampoco hay una fórmula para eliminar el hambre en el mundo.

Pero algo es evidente: existe la tecnología, el capital, los medios y la urgencia de actuar. Si no, las tragedias de unos terminarán siendo, y cada vez más, el padecimiento de todos.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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