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¿Todo eso es tuyo?
por Eli Bravo  
viernes, 30 marzo 2007


Si duda las mujeres han decidido meterle el pecho a ciertos asuntos. Basta con mirar alrededor para notar que las estadísticas no están abultadas y cada vez hay más senos operados. El año pasado 329 mil féminas aumentaron su busto en Estados Unidos, 10% de ellas hispanas, una estadística muy bien controlada por este país obsesionado con los números, incluyendo las tallas de los brassieres. En Colombia calculan que casi la mitad de las cirugías plásticas son implantes de senos y en Venezuela es difícil obtener una estadística definitiva. Según el Dr. Reinaldo Kube se hicieron 30 mil operaciones en total, así que podríamos inferir que hay 15 mil bustos enaltecidos, cifra que luce corta si echamos un vistazo a las calles de Caracas. Quizás sea cuestión de tacto llegar a un número real.

Pero la curva no se limita a las mujeres. Según el Shanghai Daily la moda de los implantes está creciendo entre los hombres chinos que buscan tener los pectorales de Schwarzenegger para impresionar a mujeres, clientes o sus jefes. En 1998 Brian Zembic ganó $ 100 mil en una apuesta por haberse implantado unos senos femeninos y todavía vive con ellos. A estas alturas de la vida le parecen “sensacionales”.

Perdone el lector si el tema luce banal, pero la mujer es el único mamífero que mantiene sus pechos abultados, independientemente del embarazo. Hay en esto una fascinación atávica, más allá de la fijación oral que apunta el psicoanálisis. Las teorías evolutivas sugieren que hay en esto un elemento de selección: mayores mamas, más atracción y mejores posibilidades de procrear. Claro, no creo que detrás de la silicona el plan sean los pañales desechables. Sea como sea, en estas cifras siempre crecientes desde que en 1985 se colocaron de implantes, hay algo que nos habla del mundo en el que vivimos.

¿Por qué asumir el dolor y el riesgo a una ruptura? Quizás porque tener la capacidad de llevar a una camilla la fantasía, la afluencia y la ciencia es un lujo del siglo XXI que vale la pena experimentar. Aún así, prefiero las cosas al natural. Puede ser que cada vez resulte más fácil construirnos el cuerpo ideal, pero hay algo en esta manipulación del estuche que me resulta tremendamente vacuo. Debe ser que pienso, quizás erróneamente, que llenar una copa C no es sinónimo de llenar el espíritu.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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