Hace un par de días una buena
amiga se acercó a una jefatura civil de Caracas a fin de
hacer los arreglos para su matrimonio. En vista de que la
ceremonia estaba planeada en las afueras de la ciudad, y a
sabiendas de que el Código establece que basta con
cancelar gastos de traslado y viáticos, cándidamente
indagó en los requisitos del jefe civil para desplazarse.
La secretaria le aclaró que en esos casos era necesaria
una colaboración y acto seguido le mostró el presupuesto
de una lujosa copa emitida por una tienda de regalos.
“Vaya, compre la copa y nos la trae, con eso basta para
que el jefe los case”
Corruptos hay en todas partes,
pero en Venezuela parecieran multiplicarse. El más
reciente informe de Transparencia Internacional señala que
tras bajar 21 puestos, el país ocupa la posición 162 entre
las 180 naciones más corruptas del planeta. El asunto no
es nuevo, la cultura de la corrupción está muy establecida
en Venezuela, y tampoco causa sorpresa: la opacidad
alrededor de las instituciones públicas aumenta a paso de
vencedores. El acceso a la información y cuentas del
estado resulta cada vez más limitado, y en una economía
inundada de petro-bolívares abundan las oportunidades de
hacer negocios al margen de la ley. Es un festín del que
todos se benefician, especialmente, quienes están cerca
del poder.
“Pese a algunos logros a nivel mundial, la corrupción
sigue implicando un enorme escape de recursos vitales para
la educación, salud e infraestructura”, manifestó Huguette
Labelle, Presidenta de Transparencia Internacional. Es
innegable que de los millardos de bolívares destinados a
planes sociales que diariamente salen de las arcas
públicas, un buen porcentaje termina sirviendo para
socializar en restaurantes o abultar las cuentas en el
exterior. El mismo Hugo Chávez lo ha reconocido: la
corrupción es la peor enemiga de la revolución.
Ante informes como este la reacción gubernamental es
inmediata. Como reflejo condicionado se desprestigian los
resultados y se mantiene la política de vista gorda y
flacas políticas de transparencia. En el fondo, hay
demasiada gente llenando su copa con las mieles del
petróleo y estos son tiempos de romper la piñata. Como le
dijo otro jefe civil a mi amiga: esta es mi tarifa, y si
yo ahora no agarro mi parte, viene alguien más y me la
quita.
ebravo@unionradio.com.ve