Hice
el ensayo con distintas entonaciones, incluso vestí una
franela roja para meterme en el personaje. Firme ante el
espejo repetí varias veces “debemos apoyar a nuestro
máximo líder, el presidente Hugo Rafael Chávez Frías”. Las
palabras me salieron huecas, sin vida. Imposible actuar el
papel. Lo más difícil fue decir lo del máximo líder. Se me
atragantaban las vocales, me irritaban los acentos. Pero
sobre todo, la expresión me sonaba terriblemente infantil.
En
entrevista con el periodista Casto Ocando para Quinto Día
en 1998, el filósofo español Fernando Savater comentaba
que cuando hay poca educación política los ciudadanos se
infantilizan; y la figura infantil por excelencia es el
papá capaz de resolver las cosas, salvarnos y matar al
dragón para entregarnos la princesa. Según Savater, cuanto
más ineducadas estén las personas, más tienden a creer en
soluciones infantiles, y el mesianismo es un infantilismo.
¡Atájala
ahí Eli Bravo!, dirá el revolucionario capaz de soportar
mi petulancia al usar el término infantil, pero que vibra
de emoción con la democracia participativa en el
socialismo del siglo XXI y no se traga el cuento de que el
pueblo sigue alejado del poder y el sistema. Si en algo ha
invertido la revolución es en educación y en despertar
conciencia política, me dirá el camarada. ¡Con Chávez
manda el pueblo, porque el pueblo despertó!
Luego de
ver los discursos en la Asamblea Nacional y en los foros
comunales me queda claro que la inmensa inversión en
propaganda está dando sus frutos. El debate de la Reforma
Constitucional esta embalado en ese voluntarismo
revolucionario que anula al individuo en función del
colectivo: nadie parece dispuesto a opinar en sentido
contrario, porque como sucede entre los niños, la presión
del grupo supera el sentido de individualidad. No aparecen
los adolescentes rebeldes necesitados de aniquilar al
padre para crearse su propia persona. En el razonamiento
revolucionario, socialista y comunal, el peso de Chávez es
tan grande que le impide a sus seguidores ponerse los
pantalones largos. La educación política de estos años ha
sido una cartilla ideológica y maniquea que no enseña,
sino adoctrina. A veces por convicción, otras por
conveniencia.
Por ello
la Reforma irá como la pidió el presidente, con el apoyo
de un pueblo que tras nueve años de propaganda responderá
bien a su padre y máximo líder. En Venezuela más que un
debate lo que se está dando es un dictado. Directo a la
conciencia, que atrapada en su laberinto infantil, no es
capaz de ver el máximo juego de ilusionismo a la que es
sometida.
ebravo@unionradio.com.ve