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La sed
por Eli Bravo  
jueves, 22 febrero 2007



Que los periodistas tenemos algo de vampiros, de ello no hay duda. Pendientes de la noticia para hincarle el diente, le sacamos el jugo a los sucesos con la esperanza de saciar el apetito propio y ajeno, ya que nuestras ansias de exclusivas vienen acicateadas por miles de ojos y orejas sedientas de información. Podríamos decir que el periodista es un vampiro intermediario al servicio del público: un cazador que trae sangre fresca a la tribu.

En este sentido, nada como la farándula. El periodismo del chisme es el más chupasangre de todos, quizás por la naturaleza misma de la fuente y la condición humana. El morbo y la curiosidad de las masas convierte a los paparazzi y comentaristas de celebridades en unas comadres hiper excitadas a la caza de cualquier detalle que rompa la monotonía del tendedero. Para el público y la prensa no existe la noción de vida privada, al contrario, lo privado es lo más codiciado a la hora de hacerlo público. Se da así un ciclo patético que en muchas oportunidades es alimentado por las propias víctimas, quienes confunden publicidad con exhibicionismo. Para quienes no tienen vida de la que ocuparse, meterse en la ajena es una forma de aliviar el vacío.

Para los adictos al chisme la oferta es sobrecogedora. Desde los programas de cotilleo televisivo hasta las revistas baratas con primicias sobre quién es más anoréxica que la otra, pasando por una vibrante blogósfera y un ejército de cronistas radiales, cuando de conseguir información se trata, la ética periodística desaparece: el fin justifica los medios para el vampiro, todo en nombre del público.

Hace unas semanas un amigo, editor fotográfico de una agencia internacional, pasaba un domingo en Miami. Nuestra conversación era interrumpida constantemente por la vibración de su Blackberry. “Me tienen loco con Anne Nicole Smith” me dijo exasperado. “Quieren que les mande la foto del cadáver lo antes posible. ¡A mi qué me interesa esa pobre mujer, yo no quiero pasarme el día pendiente de ella!”.

Finalmente consiguió una foto, no del cadáver, pero al menos del forense. Prácticamente la misma que tenían las demás agencias, porque no había mucho más que retratar. Pero al menos era algo para calmar a las sanguijuelas.

Yo también hice mención a la ex-conejita en Radio Global. El tema era ineludible. Mi único consuelo fue no dedicarle más de cinco minutos.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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