Que
los periodistas tenemos algo de vampiros, de ello no hay
duda. Pendientes de la noticia para hincarle el diente, le
sacamos el jugo a los sucesos con la esperanza de saciar
el apetito propio y ajeno, ya que nuestras ansias de
exclusivas vienen acicateadas por miles de ojos y orejas
sedientas de información. Podríamos decir que el
periodista es un vampiro intermediario al servicio del
público: un cazador que trae sangre fresca a la tribu.
En este sentido, nada como la
farándula. El periodismo del chisme es el más chupasangre
de todos, quizás por la naturaleza misma de la fuente y la
condición humana. El morbo y la curiosidad de las masas
convierte a los paparazzi y comentaristas de celebridades
en unas comadres hiper excitadas a la caza de cualquier
detalle que rompa la monotonía del tendedero. Para el
público y la prensa no existe la noción de vida privada,
al contrario, lo privado es lo más codiciado a la hora de
hacerlo público. Se da así un ciclo patético que en muchas
oportunidades es alimentado por las propias víctimas,
quienes confunden publicidad con exhibicionismo. Para
quienes no tienen vida de la que ocuparse, meterse en la
ajena es una forma de aliviar el vacío.
Para los adictos al chisme la
oferta es sobrecogedora. Desde los programas de cotilleo
televisivo hasta las revistas baratas con primicias sobre
quién es más anoréxica que la otra, pasando por una
vibrante blogósfera y un ejército de cronistas radiales,
cuando de conseguir información se trata, la ética
periodística desaparece: el fin justifica los medios para
el vampiro, todo en nombre del público.
Hace unas semanas un amigo,
editor fotográfico de una agencia internacional, pasaba un
domingo en Miami. Nuestra conversación era interrumpida
constantemente por la vibración de su Blackberry. “Me
tienen loco con Anne Nicole Smith” me dijo exasperado.
“Quieren que les mande la foto del cadáver lo antes
posible. ¡A mi qué me interesa esa pobre mujer, yo no
quiero pasarme el día pendiente de ella!”.
Finalmente consiguió una foto,
no del cadáver, pero al menos del forense. Prácticamente
la misma que tenían las demás agencias, porque no había
mucho más que retratar. Pero al menos era algo para calmar
a las sanguijuelas.
Yo también hice mención a la
ex-conejita en Radio Global. El tema era ineludible. Mi
único consuelo fue no dedicarle más de cinco minutos.
ebravo@unionradio.com.ve