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Lejos de casa
por Eli Bravo  
viernes, 21 diciembre 2007


Amaneció con frío y la luz vigorizante hacía que las montañas lucieran más cercanas. Una mañana como cualquier otra, con gallos roncos y filas de monjes en túnicas anaranjadas marchando rumbo al templo. Lo primero que hizo al salir de su cama fue ver el calendario. Hoy era nochebuena. Mientras calentaba agua para hacerse un te pensó en su familia al otro lado del planeta. A esa hora debían estar haciendo las últimas compras. Seguramente en Portland el termómetro estaba cerca a los cero grados y quizás sus hermanos habían armado un muñeco de nieve. En esta aldea al norte de Tailandia nadie sino él había jugado con nieve. Nadie, sino él, pensaba en la navidad.

A través de la ventana vio como Tida daba de comer a los pollos. Su vecina era una mujer menuda y risueña que preparaba un delicioso curry Hunglay. Aparte de sus compañeros en el Cuerpo de Paz, Tida era su mejor amiga en la aldea y quizás por eso sintió el impulso de dibujarle un árbol de navidad sobre una bolsa de papel que corrió a entregarle. A Tida le causó gracias el detalle de la estrella sobre el pino y al decir Kop Khun Kha su tono reveló cierta compasión por ese extranjero que debía sentirse muy solo metido en las montañas. Pero en realidad eso era lo que buscaba: un lugar lejos de todo lo que hasta ese momento había conocido.

Pasó el día reparando las paredes de la escuela junto a otros aldeanos. A la hora de compartir el arroz les contó entre risas las historias de Santa Claus y sus renos. A Narong, el más joven de todos, le sorprendió que un hombre tan gordo pudiese alzar vuelo. Al finalizar la jornada se despidieron sin abrazos y mientras caminaba rumbo a su cabaña sintió en el estómago un calor vacío parecido a la nostalgia. Espero el sueño escribiendo una carta su madre.

Esa noche soñó que su padre entraba al cuarto. Vestía la misma ropa de la última vez que lo vio, quince años atrás, la mañana que se despidió de su familia para nunca más regresar. Llevaba un regalo en su mano. En su sueño Richard pensó en abrazarlo pero temió desvanecer la imagen. Su padre caminó hasta la cama, dejó el regalo sobre la mesa de noche y le dio un beso en la frente. Luego miró alrededor y sonrió como si estuviese feliz de verlo ahí, lejos de casa.

Al despertar encontró una luciérnaga sobre la mesa. Su luz irradiaba un matiz verde parecido al de los ojos de su padre.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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