Amaneció
con frío y la luz vigorizante hacía que las montañas
lucieran más cercanas. Una mañana como cualquier otra, con
gallos roncos y filas de monjes en túnicas anaranjadas
marchando rumbo al templo. Lo primero que hizo al salir de
su cama fue ver el calendario. Hoy era nochebuena.
Mientras calentaba agua para hacerse un te pensó en su
familia al otro lado del planeta. A esa hora debían estar
haciendo las últimas compras. Seguramente en Portland el
termómetro estaba cerca a los cero grados y quizás sus
hermanos habían armado un muñeco de nieve. En esta aldea
al norte de Tailandia nadie sino él había jugado con
nieve. Nadie, sino él, pensaba en la navidad.
A través de la ventana vio
como Tida daba de comer a los pollos. Su vecina era una
mujer menuda y risueña que preparaba un delicioso curry
Hunglay. Aparte de sus compañeros en el Cuerpo de Paz,
Tida era su mejor amiga en la aldea y quizás por eso
sintió el impulso de dibujarle un árbol de navidad sobre
una bolsa de papel que corrió a entregarle. A Tida le
causó gracias el detalle de la estrella sobre el pino y al
decir Kop Khun Kha su tono reveló cierta compasión por ese
extranjero que debía sentirse muy solo metido en las
montañas. Pero en realidad eso era lo que buscaba: un
lugar lejos de todo lo que hasta ese momento había
conocido.
Pasó el día reparando las
paredes de la escuela junto a otros aldeanos. A la hora de
compartir el arroz les contó entre risas las historias de
Santa Claus y sus renos. A Narong, el más joven de todos,
le sorprendió que un hombre tan gordo pudiese alzar vuelo.
Al finalizar la jornada se despidieron sin abrazos y
mientras caminaba rumbo a su cabaña sintió en el estómago
un calor vacío parecido a la nostalgia. Espero el sueño
escribiendo una carta su madre.
Esa noche soñó que su padre
entraba al cuarto. Vestía la misma ropa de la última vez
que lo vio, quince años atrás, la mañana que se despidió
de su familia para nunca más regresar. Llevaba un regalo
en su mano. En su sueño Richard pensó en abrazarlo pero
temió desvanecer la imagen. Su padre caminó hasta la cama,
dejó el regalo sobre la mesa de noche y le dio un beso en
la frente. Luego miró alrededor y sonrió como si estuviese
feliz de verlo ahí, lejos de casa.
Al despertar encontró una
luciérnaga sobre la mesa. Su luz irradiaba un matiz verde
parecido al de los ojos de su padre.
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