Recuerdo
que hace años Aquiles Esté, con cierta sorna hacia los
locutores, me comentaba que entre los efectos
gratificantes del oficio estaba la vibración en el cráneo
que produce el acto de hablar. Un sutil masaje que propina
la resonancia del aparato fonador, que sumado al
enamoramiento narcisista que genera la palabra, se traduce
en una suerte de caricia. Dicho de otro modo, el retumbe
óseo del hablante es la manifestación física de lo que
llamamos pajas mentales, sin lugar a dudas, una de las
formas más sublimes de autocomplacencia.
Lo que no mencionó Aquiles fue
la gratificación que se genera cuando las palabras ponen a
vibrar los tímpanos de la audiencia, desatando placer
físico en el oído medio y preparando al individuo para el
éxtasis del discurso. Es así como se consuma una deliciosa
comunión entre las partes, o lo que también podríamos
llamar, una consensuada cópula oto-laringológica.
Visto de esta manera, es
posible entender la pasión del oficialismo por las cadenas
presidenciales: no solo ofrecen al líder la placentera
oportunidad de descargar sus ansias, sino que otorgan al
público la dicha de recibir una prolongada satisfacción
por su voluntarismo político. Más allá del efecto
ideológico tendríamos así una dinámica erótica nada
despreciable.
Dispuesto a democratizar esta
delicia sensorial, el ministro venezolano de comunicación
Wiliam Lara ha propuesto que los canales por suscripción
sean obligados a transmitir las cadenas presidenciales,
asegurando así que todo medio audiovisual masivo sea
portador de las vibraciones del comandante, pero además,
entregándole al chavista otro nivel de excitación al tener
que pagar por el placer de escuchar al presidente.
Para la revolución del amor no
existe mejor forma de hacerlo que poner a vibrar los
tímpanos venezolanos con las palabras del líder. Para
quienes consienten la penetración de su discurso debe ser
motivo de júbilo saber que ahora tendrán más espacios para
el encuentro, pero quienes rechazamos el amor a la fuerza
consideramos esto una violación.
Para beneplácito de sus
seguidores, las instituciones de gobierno están dispuestas
a ofrendar el espectro virgen de la señal pagada al
presidente para que así se coja otro pedacito de país. Lo
patético de este proceso es ver como hay venezolanos que
se desviven por complacerlo.
ebravo@unionradio.com.ve