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Háblame 
por Eli Bravo  
jueves, 19 julio 2007


Recuerdo que hace años Aquiles Esté, con cierta sorna hacia los locutores, me comentaba que entre los efectos gratificantes del oficio estaba la vibración en el cráneo que produce el acto de hablar. Un sutil masaje que propina la resonancia del aparato fonador, que sumado al enamoramiento narcisista que genera la palabra, se traduce en una suerte de caricia. Dicho de otro modo, el retumbe óseo del hablante es la manifestación física de lo que llamamos pajas mentales, sin lugar a dudas, una de las formas más sublimes de autocomplacencia.

Lo que no mencionó Aquiles fue la gratificación que se genera cuando las palabras ponen a vibrar los tímpanos de la audiencia, desatando placer físico en el oído medio y preparando al individuo para el éxtasis del discurso. Es así como se consuma una deliciosa comunión entre las partes, o lo que también podríamos llamar, una consensuada cópula oto-laringológica.

Visto de esta manera, es posible entender la pasión del oficialismo por las cadenas presidenciales: no solo ofrecen al líder la placentera oportunidad de descargar sus ansias, sino que otorgan al público la dicha de recibir una prolongada satisfacción por su voluntarismo político. Más allá del efecto ideológico tendríamos así una dinámica erótica nada despreciable.

Dispuesto a democratizar esta delicia sensorial, el ministro venezolano de comunicación Wiliam Lara ha propuesto que los canales por suscripción sean obligados a transmitir las cadenas presidenciales, asegurando así que todo medio audiovisual masivo sea portador de las vibraciones del comandante, pero además, entregándole al chavista otro nivel de excitación al tener que pagar por el placer de escuchar al presidente.

Para la revolución del amor no existe mejor forma de hacerlo que poner a vibrar los tímpanos venezolanos con las palabras del líder. Para quienes consienten la penetración de su discurso debe ser motivo de júbilo saber que ahora tendrán más espacios para el encuentro, pero quienes rechazamos el amor a la fuerza consideramos esto una violación.

Para beneplácito de sus seguidores, las instituciones de gobierno están dispuestas a ofrendar el espectro virgen de la señal pagada al presidente para que así se coja otro pedacito de país. Lo patético de este proceso es ver como hay venezolanos que se desviven por complacerlo.


ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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