Inicio | Editor | Contáctenos 
 

¿De la Bolivia revolucionaria
al racismo de Estado?

por Elizabeth Burgos
viernes, 19 enero 2007


En Bolivia el ciclo del nacionalismo revolucionario comenzó con la Revolución de 1952, bajo la égida del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR): una de las más radicales del continente, hecho sin el cual no se puede comprender la contemporaneidad boliviana.

Entonces surgió una generación de intelectuales brillantes, involucrada en el proceso e impulsó el nacionalismo como movimiento político. El arraigado sentimiento nacional boliviano, es consecuencia de las guerras y amputaciones territoriales sufridos a manos de sus vecinos.

La revolución planteó soluciones nuevas y radicales. La reforma agraria eliminó el latifundio, se decretó el sufragio universal, una importante legislación del trabajo y avanzadas leyes sociales; se disolvió el ejército y se creó uno nuevo; se decretó el control obrero con derecho a veto en las minas; se fundó la Central Obrera Boliviana; se crearon milicias campesinas y obreras armadas, y se nombraron ministros obreros. Fue una revolución policlasista; participaron amplios sectores de la población, pero con preponderancia obrera, al punto de existir un co-gobierno entre la Central Obrera Boliviana (COB) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

En el agotamiento de esta fase tiene mucho que ver la crisis económica tras el cese de la importancia del estaño, primer producto de exportación de Bolivia, que obligó a cerrar las minas, pero igualmente la radicalidad de la oposición de izquierda, en particular sindical, que se centró en el debilitamiento de todos los gobiernos, creando una situación de ingobernabilidad permanente, al punto de convertirse en su razón de ser. En 1964 se alió con los golpistas para derrocar a Paz Estensoro; el general Barrientos toma el poder y desata la represión contra las minas. No aceptó el co-gobierno cuando el nacionalista general Juan José Torres (1970) se lo propuso, favoreciendo los designios del general Banzer que instauró una férrea dictadura que duró siete años. Al retorno de la democracia (1982) el presidente Siles Suazo propone de nuevo el co-gobierno, de nuevo es rechazado. Luego sucede lo inaudito: el general Bánzer gana las elecciones, incluso hasta en los distritos mineros.

El histórico dirigente de la Federación de Mineros, Filemón Escóbar, ingresa al Chapare, en la región tropical de Cochabamba, a organizar en sindicato, a los antiguos mineros licenciados de las minas clausuradas, convertidos en productores de la hoja de coca. Así nace el Sindicato de los Cocaleros, dando paso al surgimiento del MAS. Su propósito era de evitar los errores cometidos por la izquierda tradicional en el pasado. De aplicar la “complementaridad de opuestos”, de evitar la confrontación y de realmente, adoptar la democracia como norma. De allí surge Evo Morales, formado por Filemón Escóbar, que se percata de los dones de liderazgo del joven Evo, quien termina expulsando al veterano sindicalista, seguramente prevenido por sus amistades caraqueñas, de cortar por lo sano antes de que se repitiera en Bolivia, la experiencia de Luis Miquilena.

Tras haber propiciado el derrocamiento de dos gobiernos constitucionales, Evo Morales fue elegido por el voto mayoritario del sector indígena, es cierto, pero también, sectores de la clase media, que cansados de tanto desgobierno votaron por él, porque consideraron que al hacerlo, el país iba a recobrar la serenidad. El sentimiento nacional se identificaba mayoritariamente con las medidas que propugnaba: nacionalizar los hidrocarburos, la idea de una nueva constitución mediante la celebración de una Constituyente que haría posible la exigencia de la refundación de un nuevo pacto social que le pusiera término a los resabios coloniales que siguen golpeando la sociedad boliviana.

Pero la radicalidad del pasado, volvió a manifestarse, esa vez bajo la forma del enfrentamiento étnico. El nuevo Estado no admite los valores de la cosmovisión que ha regido y caracterizado el proceso de mestizaje que se ha dado desde el período colonial. El ideólogo de la instauración de un racismo de Estado es el vice-presidente del gobierno,- por cierto no es biológicamente mestizo -, admirador del Pierre Bourdieu, el sociólogo del resentimiento. Aboga por la destrucción de lo “boliviano” y por la desoccidentalización del Estado; éste debe imponer la “identidad indígena como proyecto único homogenizador en el marco de una guerra cultural y simbólica”. Propone el esquema opresor, pero esta vez aplicado por los indígenas a los no indígenas: los “excluidos dominados pasan a ser dominadores”; todo símbolo de poder antiguo debe ser “aniquilado”. Aplicar medidas que terminen por horadar el “alma a la sociedad mestiza y blanca”, deslegitimar sus referencias culturales y sociales para quitarles el sentido de la vida.

Este es el fondo de la crisis que hoy golpea a Bolivia y la clave de la deslegitimación de los prefectos de las regiones, supuestamente no indígenas.

Ideas que recuerdan otros momentos no muy lejanos de la historia.

 *

  Historiadora venezolana, consejera editorial de webarticulista.net, experta analista del castrismo, participó en la famosa Conferencia Tricontinental de La Habana (1966).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.