Además
de su amor y sus genes, sin quererlo las madres transmiten
a sus bebes una buena carga de pesticidas que podrían
causarles diversas malformaciones. Lamentablemente, lo
llevan en la sangre. Científicos de la Universidad de
Granada, España, estudiaron el año pasado a 308 mujeres
embarazadas para determinar la presencia de 17 pesticidas
en su cuerpo y encontraron que el 100% tenía en su
placenta al menos un componente, siendo ocho la media para
el grupo. ¿Tendré algo yo, doctor? Lo mas probable es que
si. En promedio un adulto tiene 56 sustancias cancerígenas
dentro de su cuerpo que al no ser expulsadas se alojan en
los tejidos, generalmente los adiposos.
Desde la Revolución Industrial
a la fecha se han creado más de 110 mil sustancias
químicas y al menos 80 mil son usadas hoy en día. Cada año
unas dos mil entran al mercado y el ambiente, así que
estamos rodeados: en los vegetales, las carnes, los
productos de limpieza, insecticidas y plásticos, de una
forma u otra todos estamos en contacto con químicos
peligrosos. El caso de los pesticidas es especial: en su
libro “Este momento en la tierra” el senador John Kerry y
su esposa Teresa Heinz Kerry señalan que el Instituto de
Cáncer de los Estados Unidos considera que la exposición
de niños a pesticidas podría se causante de leucemia,
tumores y sarcoma. Antes de los seis años el sistema
nervioso no se desarrolla completamente y los pesticidas
son compuestos neurotóxicos que los niños no excretan con
facilidad pues sus riñones son inmaduros. Un estudio de la
Universidad de Washington en el 2003 encontró que los
niños que consumen una dieta de alimentos orgánicos tienen
seis veces menos pesticidas en sus cuerpos que aquellos
que consumen una dieta convencional.
Aislarse de tantos químicos es
imposible y si bien algunos han sido prohibidos su huella
en el ambiente puede durar cientos de años. Confiar en que
las compañías productoras y los gobiernos nos protegen
puede ser una ilusión: en 2005 la Agencia de Protección
Ambiental de EEUU estudió los efectos del herbicida
atrazina y no encontró problema para su uso en caña de
azúcar y maíz. Europa lo prohibió por los riesgos
cancerígenos (en Italia se asoció al incremento del cáncer
de ovario). Luego se supo que los representantes de la
agencia se reunieron al menos 40 veces en secreto con los
representantes del fabricante. En países de América Latina
como Argentina y Venezuela la atrazina es muy popular.
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