Tarde
y con lentitud, la crisis humanitaria en Darfur sube unos
peldaños en la agenda de Naciones Unidas. Al asumir su
cargo como Secretario General, Ban Ki Moon anunció que el
genocidio en esta región al oeste de Sudán sería una de
sus prioridades y esta semana una misión de derechos
humanos de la ONU acusó al gobierno sudanés de orquestar y
participar en crímenes de guerra en la zona. Se calcula
que más de 200 mil personas han muerto y al menos 2
millones han sido desplazadas desde que la guerra civil en
Darfur se transformó en una limpieza étnica contra
sudaneses negros que el gobierno viene realizando a través
de las milicias árabes janjaweed.
Finalmente las cosas comienzan
a ser llamadas por su nombre. El pasado 27 de febrero en
La Haya el Fiscal General del Tribunal Penal
Internacional, el argentino Luis Moreno Ocampo, acusó al
ex ministro de interior sudanés y actual ministro de
Asuntos Humanitarios, Ahmed Aroum, de crímenes de lesa
humanidad por organizar y conducir al janjaweed. El líder
de estas milicias, Ali Kushayb, también fue acusado.
Para el presidente sudanés
Omar Al Bashir esta es una sucia campaña internacional en
contra de su gobierno por instancias que “desean imponer
soluciones que irrespetan la dignidad nacional”. Hasta
ahora, es poco lo que la comunidad internacional ha
logrado en el terreno para detener el genocidio: los
cascos azules no pueden entrar a Sudán y el gobierno ha
negado las visas a muchos observadores y funcionarios de
la ONU. Apenas unas 7 mil tropas de la Unión Africana,
pobremente armadas, intentan contener la situación.
Un frente de presión
internacional que ha ganado terreno en los últimos meses
es el económico. Varios empresarios, fondos de pensiones e
incluso los estados de Texas y California han retirado
dinero o vendido acciones de compañías que hacen negocios
en Sudán. Próximamente los accionistas de Berkshire
Hattaway, el holding manejado por el magnate Warren
Buffet, decidirán si venden o no su participación en
PetroChina como una manera de presionar a la empresa por
sus lazos con el gobierno de Al-Bashir, y es que la
economía del país depende de las ventas petroleras y los
chinos tienen las mayores inversiones en la nación.
Casualmente, China es el protector de Sudán en el Consejo
de Seguridad de la ONU. Para Beijing, negocios son
negocios.
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