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Tirabuzón 
por Eli Bravo  
viernes, 12 octubre 2007


Ahí tienes un buen tema para tu columna”, dijo mi cuñado señalando las seis botellas de vino tras la barra. Inmediatamente sentí un escalofrío, pues si bien en este oficio uno se arriesga con asuntos que no domina, aventurarme en la enología sería una estupidez: los que saben de vinos, saben, y los que apenas tenemos idea ocultamos nuestra ignorancia diciendo “esta bueno, se deja colar”. Afortunadamente Manuel no se refería a la bebida sino a los corchos. Cinco eran naturales, uno era plástico.

Cuentan que fue Don Perignon el primero en usar la corteza del alcornoque para sellar sus botellas de vino espumante allá en siglo XVII. Ligero, impermeable, resistente y compuesto de diminutas celdas que le permiten comprimirse sin deformarse, el corcho natural es usado por más del 70% de la industria mundial. Su principal defecto es que puede enfermarse y arruinar el vino al “encorcharlo”, asunto que sucede en un bajo porcentaje de las botellas. Entre sus ventajas están que además de ser biodegradable, es un recurso renovable cultivado en bosques centenarios de España y Portugal. En los últimos años estos alcornocales han obtenido certificaciones internacionales de prácticas ecológicas y sustentables que refuerzan su valor ambiental: hogar de cientos de especies mediterráneas, si no son explotados por la industria del corcho podrían desaparecer.

El corcho plástico fue introducido a comienzos de los 90´s y su problema no es que sea de mal gusto, sino que al no ser reciclado terminará en la basura para sobrevivir por siglos. Para los vinos baratos y jóvenes estos corchos son una solución, aunque si se guarda por años una botella con corcho plástico es muy posible que el vino se dañe pues no guardará su forma y permitirá la entrada del aire. En este sentido los conocedores dicen que el corcho natural deja pasar la cantidad exacta de aire para un buen envejecimiento, si bien aumentado los riesgos del encorchado. A favor del plástico hay que reconocer que no se rompe, ahorrándonos una vergonzosa pelea con el saca corcho.

“Yo no tomo vino con corcho plástico” sentenció Manuel copa en mano e inmediatamente le aseguré que haría lo mismo, asunto que me ha resultado difícil. La única manera de saber qué clase de corcho me espera en una botella es descorchándola, es decir, cuando ya es demasiado tarde para rechazarla. No es fácil el mundo de los vinos.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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