Sesenta
días de paz no son una vida, pero podrían salvar muchas.
Al menos en Darfur, Sudán, donde unas 400 mil personas han
sido asesinadas en los últimos 3 años y medio. El cese al
fuego firmado esta semana bajo el patrocinio de la
Coalición Salvemos Darfur podría terminar con el primer
genocidio del siglo XXI, donde milicias árabes han
exterminado la población negra bajo la mirada
complaciente, y a veces con la ayuda, del gobierno. El
presidente Omar Al-Bashir se defiende argumentando que en
Darfur hay una guerra contra grupos rebeldes que desean
tomar control de esta región al este de Sudán, dos tercios
el tamaño de Francia, y que no tiene responsabilidad sobre
las masacres.
El acuerdo fue facilitado por
el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, quien
reconoció que en el pasado los altos al fuego en Darfur
han sido inútiles y que todavía no se podrán enviar cascos
azules de la ONU para garantizar la paz. El gobierno
sudanés solo acepta la presencia de 7 mil tropas de la
Unión Africana pobremente equipadas, pero el acuerdo abre
la posibilidad a personal técnico de Naciones Unidas y en
el futuro una fuerza híbrida ONU-UA. Hace dos años la ONU
impuso sanciones a Sudán, especialmente en lo referente a
comercio de armas, y el gobierno de Al-Bashir puede
mostrar a su favor un acuerdo que a mediados de 2006 que
puso fin a 21 años de guerra en el sur del país con grupos
rebeldes no relacionados directamente con los que operan
en Darfur.
En sus primeras declaraciones
como Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon colocó a
Darfur en el tope de sus prioridades y la comunidad
internacional pareciera finalmente actuar de forma
coordinada para detener este genocidio. Como en todo
conflicto, las contradicciones son espantosas: mientras en
Darfur reina la desolación, en la capital Jartum sus
habitantes experimenta una suerte de boom económico
producto del petróleo, recurso que no solo atrae dólares
sin también la “cautela diplomática” de países como China.
Curiosamente Venezuela, autoproclamada defensora mundial
de los explotados y desposeídos, ha mantenido distancia
del genocidio bajo el argumento de que la soberanía de los
pueblos debe ser respetada. Argumento difícil de tragar
por quienes desayunaron plomo y machete en Darfur.
ebravo@unionradio.com.ve