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La ciudad salvada
por Eli Bravo  
viernes, 10 agosto 2007


En los últimos seis años he viajado setenta veces a Caracas. Soy afortunado, en el pasado los inmigrantes debían conformarse con soñar la ciudad que los parió. Cada vez que llego me enamoro de nuevo del Ávila y bajo las ventanas para respirar el aire dulce de las tardes. También me sacude la distancia que crece entre la Caracas que viví y la que me encuentro una vez al mes. No son las mismas, las ciudades no se quedan en el tiempo de la memoria. Son materia viva que encierran su propia muerte.

Con su alma híbrida de escritor y arquitecto, Federico Vegas presenta “La Ciudad y el Deseo”, una compilación de ensayos donde se lanza a pensar la urbe y todos los caminos lo llevan a Caracas “tan frágil y confundida que le hace falta, primero que todo, hacerse conciente de sus posibilidades y de su belleza innata e indestructible”. Una ciudad cuyos aspectos felices los regala la naturaleza sin remilgos, mientras que “a la Caracas fundada y construida hay que buscarla en sus particulares heridas y dolores. Y no hace falta hurgar mucho: hemos desarrollado una peculiar habilidad para exponer nuestro drama”.

Es ese espacio del drama el que me sacude: “contemplar a la ciudad que por un fugaz instante contuvo a lo deseado”. Por casi treinta años Caracas amantó mis deseos y levantó mi personalidad, pero hoy en día encuentro una espiral caótica donde todos lucen perdidos. Federico escribe que las ciudades tienen, como el ser humano, tres cerebros: uno de caimán preso de los instintos, otro de tigre atado a las emociones, y por último la semilla o herencia humana que le permite ser conciente de su lugar en el mundo y sus decisiones. Estos son tiempos de tigre y para Federico la arquitectura es la mejor terapia para comprender la historia de la ciudad y restaurarla.

Lo mejor es que en su libro lleno de referencias personales y universales. Viajes, comida, lecturas, poesía, amores, reflexiones mundanas de quien prefiere caminar por calles antes que perderse en praderas. Al final del periplo, luego de pasar por Le Corbusier o Aristóteles, de Hanna Arendt a Mies van der Rohe, Federico Vegas nos lleva a una Caracas que define los buenos tiempos diciendo “a mamar que llegó Tío Rico” y los malos con un “Sálvese quien pueda”.

Es curioso. Caracas debe salvarse de los caraqueños, a su vez, los únicos capaces de salvarla.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 

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