En
los últimos seis años he viajado setenta veces a Caracas.
Soy afortunado, en el pasado los inmigrantes debían
conformarse con soñar la ciudad que los parió. Cada vez
que llego me enamoro de nuevo del Ávila y bajo las
ventanas para respirar el aire dulce de las tardes.
También me sacude la distancia que crece entre la Caracas
que viví y la que me encuentro una vez al mes. No son las
mismas, las ciudades no se quedan en el tiempo de la
memoria. Son materia viva que encierran su propia muerte.
Con su alma híbrida de
escritor y arquitecto, Federico Vegas presenta “La Ciudad
y el Deseo”, una compilación de ensayos donde se lanza a
pensar la urbe y todos los caminos lo llevan a Caracas
“tan frágil y confundida que le hace falta, primero que
todo, hacerse conciente de sus posibilidades y de su
belleza innata e indestructible”. Una ciudad cuyos
aspectos felices los regala la naturaleza sin remilgos,
mientras que “a la Caracas fundada y construida hay que
buscarla en sus particulares heridas y dolores. Y no hace
falta hurgar mucho: hemos desarrollado una peculiar
habilidad para exponer nuestro drama”.
Es ese espacio del drama el
que me sacude: “contemplar a la ciudad que por un fugaz
instante contuvo a lo deseado”. Por casi treinta años
Caracas amantó mis deseos y levantó mi personalidad, pero
hoy en día encuentro una espiral caótica donde todos lucen
perdidos. Federico escribe que las ciudades tienen, como
el ser humano, tres cerebros: uno de caimán preso de los
instintos, otro de tigre atado a las emociones, y por
último la semilla o herencia humana que le permite ser
conciente de su lugar en el mundo y sus decisiones. Estos
son tiempos de tigre y para Federico la arquitectura es la
mejor terapia para comprender la historia de la ciudad y
restaurarla.
Lo mejor es que en su libro
lleno de referencias personales y universales. Viajes,
comida, lecturas, poesía, amores, reflexiones mundanas de
quien prefiere caminar por calles antes que perderse en
praderas. Al final del periplo, luego de pasar por Le
Corbusier o Aristóteles, de Hanna Arendt a Mies van der
Rohe, Federico Vegas nos lleva a una Caracas que define
los buenos tiempos diciendo “a mamar que llegó Tío Rico” y
los malos con un “Sálvese quien pueda”.
Es curioso. Caracas debe
salvarse de los caraqueños, a su vez, los únicos capaces
de salvarla.
ebravo@unionradio.com.ve