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El ritual anual
por Elizabeth Burgos
martes, 9 octubre 2007


Desde hace cuarenta años,  la primera semana del mes de octubre, los centros  de difusión mediática del mundo activan a nivel planetario un ritual conmemorativo que alcanza su clímax el día 8,  aniversario de la muerte de Ernesto “Che” Guevara. Tanto admiradores como detractores, planifican durante ese mes, libros, documentales, y toda clase de objetos fetiches destinados a las tiendas de souvenirs,  librerías y  canales de televisión.

Los “especialistas” se afanan de un canal de TV al otro, de una capital a otra, en la promoción de una figura convertida en fetiche que ha logrado obliterar las diferencias de clase, de credo político y hasta ha destronado a las figuras tradicionales del comunismo. La imagen del “Che” constituye uno de los rubros los más exitosos de la economía de consumo de masas.

Sucede que el mítico argentino, cuya corta vida política estuvo signada por el fracaso, -  en lo económico, en lo político, en lo militar-  su mayor éxito lo obtuvo  en su propia muerte. Además el azar  le deparó, en el momento preciso, a los fotógrafos que iban a inmortalizar su figura, gracias a lo cual se convirtió en la  más emblemática del culto que se le profesa a la imagen en la era contemporánea. El cubano Korda  realizó la fotografía premonitoria, prefiguración del hombre destinado a una muerte prematura. El boliviano Freddy Alborta inmortalizó al hombre hecho cadáver en Cristo de Mantegna.

Cuba forjó la figura del “Guerrillero heroico”, no obstante no es su heroicidad lo que motiva el inconsciente popular, sino precisamente el haber tenido una muerte no heroica, como  combatiente forjado por el modelo castrista, en el que priva el culto al heroísmo, Ernesto  Guevara no iba a permitir que lo capturaran vivo. El propio Fidel Castro en su libro entrevista autobiográfica Cien horas con Fidel,  declara que él nunca  hubiera permitido lo capturan vivo. Lo que se ha impuesto es, precisamente, la figura crística de la víctima, del hombre que vino a la tierra a redimir a su prójimo y no fue comprendido por aquellos por quienes iba a ofrendar su vida. Los campesinos bolivianos, en lugar de adherir a la guerrilla, la denunciaban. Los sindicatos campesinos, se propusieron como voluntarios para combatirla. Al igual que Cristo, que después de ser crucificado, desde hace  21 siglos es motivo de adoración, a Guevara, los mismos campesinos que le negaron su apoyo hoy le rinden culto en Bolivia.

En nuestra era mediática, una figura como la suya, que ha ahondado tan profundamente en el imaginario popular, que corrió con la suerte de ser dotado del físico adecuado, está sujeta a la manipulación, a ser domesticada, adaptada a todos los usos.

En Francia, en donde la explotación mediática y comercial de la figura del mítico argentino ha sido monopolio de la “izquierda caviar”, y de los centros de decoración “chic”, la última figura de la “rebeldía”, el militante de la Liga comunista (trotskista) favorito de los electores radicales, Olivier Besancenot, ha decido emanciparse de la legendaria figura de León Trotski, que ya no significa nada para la juventud actual, y sustituirlo por la figura de Ernesto Guevara, de mayor rentabilidad electoral. Helo aquí que también publica un libro a la gloria del guerrillero Une braise qui brûle encore  (Una brasa que todavía quema) y desde hace varios días se afana en todos los canales de TV, radios, y prensa, disimulando apenas, de que se trata de una campaña destinada a calar en los medios de los altermundialistas y otros radicales anti-sistema, pues su objetivo, como lo ha anunciado, es la creación de un nuevo partido político, pues según él “ya es tiempo de pasar la página del viejo movimiento obrero y escribir una nueva página virgen”, declara el popular líder radical, licenciado en historia que escogió el oficio de cartero, - y no precisamente en un barrio obrero, sino en el barrio de Neuilly, barrio de alta burguesía por excelencia y del que fuera alcalde el actual presidente de la República, Nicolas Sakozy -,  porque le deja más tiempo para su actividad política, y le posibilita un contacto cotidiano con el público. Vestido a la última moda,  y con buenas entradas en el mundo cultural y editorial, esta nueva figura del panorama político francés, parece destinada a imponerse gracias a su estilo informal. El modelo que le inspira, no es precisamente la figura de Ernesto Guevara, sino más bien la de Sarkozy, cuyo talante y personalidad ya están creando escuela. El joven cartero tiene todos los visos de querer convertirse en el Sarkozy de izquierda.

Para quienes nos sentimos concernidos por América Latina, y conocemos su historia, las interpretaciones del joven líder francés sobre el propio Ernesto Guevara, al que se supone rinde honores,  y acerca de la historia del continente, constituyen una verdadera afrenta al conocimiento más elemental. Su análisis de la historia del continente son del nivel de alguien que sobre América Latina se ha conformado con sus lecturas de infancia, las del popular Tintin que ha conformado el imaginario político de varias generaciones de franceses.

Es una prueba a la paciencia, escuchar en boca de este nuevo “especialista”,  que la dictadura de Batista ha sido la peor que ha conocido América Latina – para justificar la propensión de Ernesto Guevara por los fusilamientos - , de allí que queden eximidos: Pérez Jiménez, Trujillo, Somoza, Pinochet, los militares argentinos, Stroessner, etc.

En relación a Venezuela, el gran argumento para demostrar el talante democrático del teniente-coronel, que seguramente le recuerda al coronel Tapioca, figura que representa al latinoamericano, de las aventuras de  Tintin y Milou, es el número de elecciones que se han celebrado en el país.

Como se sabe, para crear un partido político se necesitan medios, y como es sabido, el coronel Tapioca de Venezuela, es espléndido cuando se trata de movimientos o personas que defienden su proyecto político.

En todo caso, el sustento ideológico de este nuevo artefacto político francés, tiene todos los visos de aproximarse al barroco caribe.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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