Lisa
Novak es una mujer de 43 años con tres hijos que hace
siete meses orbitó la tierra a 28 mil Km./h. para manejar
el brazo robótico del transbordador Discovery con la misma
precisión que demostraba al batir tortas en su ayudante de
cocina. Una persona que perdió el control al confundir
amor con obsesión. Manejar 900 millas vistiendo pañales de
adulto y aparecer en el aeropuerto de Orlando con un plan
para presuntamente secuestrar y asesinar a la Capitana
Colleen Shipman, su rival por el corazón del Comandante
William Oefelein, fue una estupidez como las tantas que
alimentan con pasión y sangre las páginas rojas de los
diarios.
Pero Nowak es una astronauta y
para los que no pasamos de volar a 30 mil pies en clase
económica, si alguien tiene el temple de subirse a un
vehículo espacial con 25 años de antigüedad que ha
demostrado sus fallas y está propenso a terminar en
llamas, entonces no puede quemarse en el fuego de una
pasión enfermiza. Los astronautas no son solo héroes del
imaginario terrícola, son unos robots programados por el
epítome de la eficiencia en el planeta como lo es NASA.
Pero como Nowak nos recordó, los astronautas también
sufren, lloran, pagan sus cuentas y van al baño. El Dr.
Jon Clark, quien perdió a su esposa Laurel en la tragedia
del Columbia en 2003, aclaraba a la prensa que el drama
contemporáneo de millones de mujeres obligadas a balancear
sus vidas profesionales, maritales y de amas casa era
igualmente un reto para las astronautas. A diferencia de
sus contrapartes masculinas – dice Clark por experiencia
propia- ellas no llegan a casa y encuentran todo listo
para la cena.
Una heroína convertida en
criminal, una historia apetecible que ha nutrido ese
animal voraz como es la prensa. Una noticia que además,
como apuntó el comediante Jon Stewart en su Daily Show,
permitió salir del aburrimiento en una semana donde todo
giraba en torno a más civiles muertos en Bagdad, 10
millardos de dólares perdidos en la reconstrucción de
Irak, el presupuesto pantagruélico de la Casa Blanca que
recorta planes sociales mientras aumenta el gasto militar
y un Super Bowl pasado por agua donde los comerciales no
arrancaron el júbilo de los televidentes.
Al final, la historia de Nowak
nos toca más cerca. No vestiremos trajes espaciales, pero
alguna vez hemos cometido una pequeña estupidez por amor.
ebravo@unionradio.com.ve