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La guerra de las imágenes
por Elizabeth Burgos
martes, 9 septiembre 2007


Sería inimaginable hoy, contar con el escenario que se perfiló tras el resultado del Referéndum del domingo pasado, de no haber sido interceptadas por las autoridades colombianas las pruebas de vida de Ingrid Betancourt.

Imaginar la escena del teniente coronel en el mitin de clausura de campaña del viernes, rodeado de los familiares de los rehenes mientras Piedad Córdoba, cual sacerdotisa oferente, haciéndole entrega de los preciosos documentos. De todos los rincones del mundo se hubiese elevado la emoción y alcanzado Caracas, particularmente desde París, esa caja de resonancia mundial que hace y deshace mitos según donde se dirija el viento de las modas ideológicas. Entre tanta ebriedad mediática, hubiera sido imposible imaginar hacerle admitir al amo del CNE, doblegarse ante el resultado de la voluntad popular. Imposible que el general Baduel hubiese hecho sentir el impacto de su rigor y autoridad intelectual. La prensa mundial lo hubiera tomado por un aguafiestas. No se le vería hoy en la primera página de los diarios más importantes del mundo, porque además del teniente coronel Hugo Chávez, ahora existen otros nombres de venezolanos que suenan en los medios internacionales: Teodoro Petkoff , los nombres de los dirigentes estudiantiles, en particular, Stalin González y Yon Goicoechea, y ahora se suma, en lugar destacadísimo, el del general Isaías Baduel.

El gesto de Colombia le arruinó la fiesta del viernes que iba a ser el comienzo de la orgía mediática que debía desarrollarse el domingo. Inspirado en la influencia castrista, esa inmensa máquina de comunicación mediática, el proyecto chavista ha hecho suyo, funcionar también como un artefacto reproductor de imágenes destinado a manipular la sensibilidad de la opinión pública. De allí que le viniera como anillo al dedo el tema de los secuestrados de las FARC, al cual le ha dado visibilidad el caso de Ingrid Betancourt, porque de otra forma, salvo alguna ONG, ese tema no había conmovido a los organismos humanitarios por el cuento de que las FARC se dicen marxistas, y como es sabido, la mayoría de los organismos humanitarios consideran que existen dictaduras buenas y dictaduras malas. En ese sentido el caso de Ingrid Betancourt ha sensibilizado a la opinión pública ante un método cobarde e inhumano como es el secuestro de seres humanos para ser utilizados como moneda de canje y medio de chantaje político. Ante ese panorama que prometía tan buenos augurios, el teniente coronel se lanzó como un perro de caza ante la presa recién caída.

La utilización que hacen los políticos de toda laya del caso de Ingrid Betancourt no puede si no despertar repugnancia; y en primer lugar, por supuesto, las FARC, quienes, a partir de la puesta en escena que debía realizarse en Caracas, iban a comenzar a dar por cuentagotas, algunos gestos de “buena voluntad” liberando algunos rehenes. Al final le tocaría el turno a Ingrid Betancourt, pero solamente una vez que le hubiesen sacado todas las ventajas posibles, resultado de las exigencias impuestas a Francia y a Colombia a cambio de la liberación de la ex - candidata a la presidencia colombiana, con vistas a poner en pie el proyecto político que tienen en mentes, y de paso, Venezuela se convertía en su zona principal de despeje.

La acción de Venezuela en este caso tan emblemático, ilustra la tendencia actual de darle a lo humanitario el lugar de la política, puesto que la política se sustenta en la exacerbación de las emociones colectivas ante las desgracias que sufre la humanidad. Se hacen llamado a la caridad. La compasión se ha convertido en el nervio de la política, y ha llegado a ser el argumento mayor de legitimidad política para llegar s ser gobierno. La política de la piedad, es indisociable de la mediatización y esta apela a la reacción inmediata, eludiendo así el tiempo necesario par sentar las bases de una acción susceptible de resolver los conflictos y las exigencia de la sociedad. La noción de ciudadano desaparece; ahora sólo existen los pobres. La legitimidad del gobernante, proviene de su grado de piedad ante las desgracias de los pobres, de su identificación con ellos. De allí el uso de un lenguaje llano, del habla popular, y según el nivel o la calidad humana; la vulgaridad, el insulto como el gobernante de Venezuela, porque así supone que habla el “pueblo”. Se impone la dinámica de la nivelación por lo bajo.

La piedad se convierte, no sólo en motivación política, sino en política. El ejemplo más fehaciente es la utilización de los médicos como instrumento de una política como lo hace Cuba. Política que necesariamente implica que el pueblo siempre esté enfermo y sea pobre para justificar los gobiernos vitalicios de los caudillos.

Cuando se contempla el estado físico de Ingrid Betancourt, es evidente que al haberse defendido de refugiarse en el síndrome de Estocolmo, le ha acarreado ser sometida a los castigos más inhumanos. En su caso la piedad no actúa por parte de la organización “marxista” que la tiene cautiva desde hace cinco años: no se comporta en pobre dócil. Ella paga con su cuerpo, la única arma que posee, contra la ignominia en aras de preservar su dignidad de ser humano. El relato de sus sufrimientos, deja presagiar la sociedad que prometen las FARC en caso de hacerse con el poder en Colombia, y por ende en Venezuela dado el grado de compenetración que existe entre ambos, puesto que se trata del mismo socialismo bolivariano del Siglo XXI.

Venezuela que tanto alude a la deuda de Colombia con Venezuela contraída en la guerra de Independencia, creo que a partir de ahora, esa deuda ha quedado saldada. Haberle prestado su apoyo para abrirle la senda a Venezuela para que recupere la democracia, significa hoy un gesto del mismo tenor que entonces el de la independencia.
 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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