Sería
inimaginable hoy, contar con el escenario que se perfiló
tras el resultado del Referéndum del domingo pasado, de no
haber sido interceptadas por las autoridades colombianas las
pruebas de vida de Ingrid Betancourt.
Imaginar la escena del teniente
coronel en el mitin de clausura de campaña del viernes,
rodeado de los familiares de los rehenes mientras Piedad
Córdoba, cual sacerdotisa oferente, haciéndole entrega de
los preciosos documentos. De todos los rincones del mundo se
hubiese elevado la emoción y alcanzado Caracas,
particularmente desde París, esa caja de resonancia mundial
que hace y deshace mitos según donde se dirija el viento de
las modas ideológicas. Entre tanta ebriedad mediática,
hubiera sido imposible imaginar hacerle admitir al amo del
CNE, doblegarse ante el resultado de la voluntad popular.
Imposible que el general Baduel hubiese hecho sentir el
impacto de su rigor y autoridad intelectual. La prensa
mundial lo hubiera tomado por un aguafiestas. No se le vería
hoy en la primera página de los diarios más importantes del
mundo, porque además del teniente coronel Hugo Chávez, ahora
existen otros nombres de venezolanos que suenan en los
medios internacionales: Teodoro Petkoff , los nombres de los
dirigentes estudiantiles, en particular, Stalin González y
Yon Goicoechea, y ahora se suma, en lugar destacadísimo, el
del general Isaías Baduel.
El gesto de Colombia le arruinó
la fiesta del viernes que iba a ser el comienzo de la orgía
mediática que debía desarrollarse el domingo. Inspirado en
la influencia castrista, esa inmensa máquina de comunicación
mediática, el proyecto chavista ha hecho suyo, funcionar
también como un artefacto reproductor de imágenes destinado
a manipular la sensibilidad de la opinión pública. De allí
que le viniera como anillo al dedo el tema de los
secuestrados de las FARC, al cual le ha dado visibilidad el
caso de Ingrid Betancourt, porque de otra forma, salvo
alguna ONG, ese tema no había conmovido a los organismos
humanitarios por el cuento de que las FARC se dicen
marxistas, y como es sabido, la mayoría de los organismos
humanitarios consideran que existen dictaduras buenas y
dictaduras malas. En ese sentido el caso de Ingrid
Betancourt ha sensibilizado a la opinión pública ante un
método cobarde e inhumano como es el secuestro de seres
humanos para ser utilizados como moneda de canje y medio de
chantaje político. Ante ese panorama que prometía tan buenos
augurios, el teniente coronel se lanzó como un perro de caza
ante la presa recién caída.
La utilización que hacen los
políticos de toda laya del caso de Ingrid Betancourt no
puede si no despertar repugnancia; y en primer lugar, por
supuesto, las FARC, quienes, a partir de la puesta en escena
que debía realizarse en Caracas, iban a comenzar a dar por
cuentagotas, algunos gestos de “buena voluntad” liberando
algunos rehenes. Al final le tocaría el turno a Ingrid
Betancourt, pero solamente una vez que le hubiesen sacado
todas las ventajas posibles, resultado de las exigencias
impuestas a Francia y a Colombia a cambio de la liberación
de la ex - candidata a la presidencia colombiana, con vistas
a poner en pie el proyecto político que tienen en mentes, y
de paso, Venezuela se convertía en su zona principal de
despeje.
La acción de Venezuela en este caso tan emblemático, ilustra
la tendencia actual de darle a lo humanitario el lugar de la
política, puesto que la política se sustenta en la
exacerbación de las emociones colectivas ante las desgracias
que sufre la humanidad. Se hacen llamado a la caridad. La
compasión se ha convertido en el nervio de la política, y ha
llegado a ser el argumento mayor de legitimidad política
para llegar s ser gobierno. La política de la piedad, es
indisociable de la mediatización y esta apela a la reacción
inmediata, eludiendo así el tiempo necesario par sentar las
bases de una acción susceptible de resolver los conflictos y
las exigencia de la sociedad. La noción de ciudadano
desaparece; ahora sólo existen los pobres. La legitimidad
del gobernante, proviene de su grado de piedad ante las
desgracias de los pobres, de su identificación con ellos. De
allí el uso de un lenguaje llano, del habla popular, y según
el nivel o la calidad humana; la vulgaridad, el insulto como
el gobernante de Venezuela, porque así supone que habla el
“pueblo”. Se impone la dinámica de la nivelación por lo
bajo.
La piedad se convierte, no sólo
en motivación política, sino en política. El ejemplo más
fehaciente es la utilización de los médicos como instrumento
de una política como lo hace Cuba. Política que
necesariamente implica que el pueblo siempre esté enfermo y
sea pobre para justificar los gobiernos vitalicios de los
caudillos.
Cuando se contempla el estado
físico de Ingrid Betancourt, es evidente que al haberse
defendido de refugiarse en el síndrome de Estocolmo, le ha
acarreado ser sometida a los castigos más inhumanos. En su
caso la piedad no actúa por parte de la organización
“marxista” que la tiene cautiva desde hace cinco años: no se
comporta en pobre dócil. Ella paga con su cuerpo, la única
arma que posee, contra la ignominia en aras de preservar su
dignidad de ser humano. El relato de sus sufrimientos, deja
presagiar la sociedad que prometen las FARC en caso de
hacerse con el poder en Colombia, y por ende en Venezuela
dado el grado de compenetración que existe entre ambos,
puesto que se trata del mismo socialismo bolivariano del
Siglo XXI.
Venezuela que tanto alude a la
deuda de Colombia con Venezuela contraída en la guerra de
Independencia, creo que a partir de ahora, esa deuda ha
quedado saldada. Haberle prestado su apoyo para abrirle la
senda a Venezuela para que recupere la democracia, significa
hoy un gesto del mismo tenor que entonces el de la
independencia.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |