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Fuera abajo 
por Eli Bravo
jueves, 17 noviembre 2005

 

  Cada año desaparecen 7.3 millones de hectáreas de bosques en el mundo. Un área comparable a Panamá o Sierra Leona. Si pensamos que los bosques y selvas cubren un 30% de la superficie terrestre, para un total de 4 millardos de hectáreas, estamos hablando de una pérdida anual del 0.18%, lo cual no es una minucia. La buena noticia es que el ritmo de deforestación se ha venido reduciendo en los últimos cinco años y que algunos países están haciendo un gran esfuerzo por sembrar nuevos árboles. La mala es que la mitad de esa área perdida eran bosques y selvas casi vírgenes, donde no había existido una significante actividad humana.

            Diez países tienen las superficies boscosas más grandes del planeta: Australia, Brasil, Canadá, China, la República Democrática del Congo, India, Indonesia, Perú, Rusia y EE.UU.. La  deforestación más alta se registra en Suramérica, pues solo Brasil pierde más de 2.6 millones de hectáreas al año (2004 fue un año terrible, el segundo más más alto en pérdidas que se haya registrado) mientras que Asia ganó casi un millón de hectáreas gracias al esfuerzo de China con sus políticas de reforestación. Según el más reciente informe de la Organización de Agricultura y Alimentos de la ONU (www.fao.org/forestry) “si bien hay progreso en ciertos lugares, desafortunadamente los recursos forestales se están perdiendo o degradando en una tasa alarmante”

            Los bosques y selvas tiene múltiples funciones: conservación de la biodiversidad, de la calidad de la tierra y agua, suministro de madera para uso humano, recreación y control de los niveles de carbono en la atmósfera. La principal amenaza que enfrentan es la explotación comercial, que según Global Forest Watch causa un 70% de las pérdidas. Le sigue la minería y desarrollo urbano o industrial con un 40%, tala para abrir espacio a la agricultura con un 20% y finalmente la remoción excesiva de vegetación (incluyendo leña para fogones) con un 14%. Los bosques son un negocio muy rentable, sobre todo cuando las empresas madereras logran acuerdos con gobiernos corruptos, y a la vez son una defensa ante la pobreza, pues además de ser un recurso valioso, ayudan a sostener el nivel de vida de las comunidades. Un  ejemplo de como la pobreza arrasa con los bosques, y a la vez, de como la deforestación genera más pobreza, es Haití: la otrora joya de la colonia francesa es ahora un terreno de cerros pelados porque la gente ha usado la madera para sus fogones, y tierra arrasada no da vida ni genera riqueza.

            Administrar los bosques no es solo un asunto de conservación ambiental, también es un asunto de salud económica. Al ritmo de crecimiento de la humanidad la presión sobre las áreas forestales es cada vez mayor, y serán aquellos países que sepan balancear la explotación con la conservación los que podrán gozar de un mejor paisaje, a la vez de percibir los mejores ingresos por sus recursos renovables.

ebravo@unionradio.com.ve 
 

 
 
 
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