Desde
que Hugo Chávez apareció en su vida, Venezuela empezó a
retroceder. Y quedó condenada a reeditar errores, a pisar
bosta. Lo que podría llamarse pensamiento chavista es una
colección de antiguallas ideológicas envueltas en una
verborrea populachera
Chávez
empezó por revivir, en 1992, la tradición perversa de los
golpes de estado, de querer imponer a fuego vivo su
particular concepción del mundo y del país. Su cháchara
antiimperialista empuja a Venezuela cincuenta años atrás.
Igual que cuando hace suyo el populismo de Perón.
Cuando toma
de ejemplo al que dice su abuelo (es decir, al Maisanta
delincuente), el salto hacia el pasado llega a más de
ochenta años...Cada vez que suspira por Ezequiel Zamora, el
bandolero, Venezuela se pone a siglo y medio del presente.
Cuando pone
a Bolívar de inspirador supremo, la distancia entre el país
y el futuro casi alcanza los dos siglos. Con el respeto que
el Libertador pueda o no merecer, creo que para mirar el
mundo en estos tiempos no nos sirven los ojos de Bolívar
Enfrentar el
futuro con la mente perdida en el pasado no pasa de ser un
acto de estolidez suprema. El retardo cultural que se quiere
imponer va incluso mucho más allá de Guaicaipuro y de Túpac
Amaru, convertidos en consignas por la lengua de Chávez.
Resulta que
el chavismo, como trastorno político y social, nos arrastra
más lejos, hasta el pater famili del Derecho Romano.
Hugo Chávez pretende transformar al país en una gran
familia, sujeta a sus caprichos.
El
Secretario del partido Patria para Todos no ha hecho sino
dar fe pública de esta retardataria concepción cuando
declara que a un padre no se le responde, refiriéndose a las
agresiones de Chávez contra su propio partido. Con un padre
no se discute, dice el tipo sin vergüenza.
El pater
famili del Siglo XXI, por ejemplo, ha asumido el derecho
de tomar decisiones que a todos nos afectan. Decide que debe
haber partido único, contra viento y marea. Dicta las leyes
que se aplican en Venezuela. Decide que decide el Tribunal
Supremo de Justicia… O sea, somete, norma, acusa y castiga.
Y hasta se
cree con derecho a decidir lo que se debe enseñar a un
muchacho en la escuela, y cuales programas de televisión
deben ver las mujeres.
Nada se
puede decidir a espaldas del líder del proceso, dijo hace
poco en un evento público. No quiere autonomía para nada ni
para nadie. Quiere un país que sea como un ejército, remató.
E pater
famili administra el patrimonio del país-familia como le
da la gana. Regala carreteras por aquí, camiones y
helicópteros más allá, dinero fresco en la otra esquina. Una
breve limosna para la mano extendida, y una tajada gorda
para la caja fuerte del compinche.
El pater
famili, como el Derecho Romano lo prescribe, juega con
el tamaño de la parentela. Aumenta la familia, adoptando
cocaleros bolivianos, guerrilleros nicaragüenses, piqueteros
argentinos, terroristas colombianos... O echa a la calle a
alguno de sus hijos, como ha venido haciendo con más de un
segundón que ha caído en desgracia.
Por eso se
siente con derecho de amenazar a sus aliados. Por ahí anda
más de un partidito moviéndole la cola, y otros con el
rabito entre las piernas… Por eso Chávez se da el lujo de
insultar públicamente a más de un funcionario, incapaz de
exigirle respeto.
En el seno
del chavismo, la verticalidad de las relaciones no se
cuestiona. El pater famili manda. Los demás obedecen
o se marchan... Más de uno debe andar por ahí deseando la
orfandad.
romeropernalete@gmail.com
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |