Tropezarse
con Chávez por
Daniel
Romero
Pernalete
jueves, 26
abril
2007
Un
agudo lector me hizo llegar un amable reproche. Dice que le
dedico mucha tinta a Chávez. Y sugiere que apunte la pluma
hacia otros blancos. Intenté complacerlo. Confieso que no
pude. Me paseé por mil tópicos, pero en todos ellos me
tropecé con Chávez.
Me decidí a escribir sobre la delincuencia desbordada, por
ejemplo. Pero allí estaba el Chávez resentido. El que más de
una vez ha justificado el delito. El que fomenta el odio
entre la gente. El que invoca la muerte en sus consignas. El
que nunca ha incluido el problema en su agenda.
Me bajé de ese tema para montarme en otro: el de la
corrupción en Venezuela. Pero por el camino me topé con
Chávez. Practicando delitos con nuestro patrimonio. Apañando
el dislate del aliado. Rodeado de caimanes y de chulos.
Creando una nueva élite de ricos de albañal. Hablando
babosada sobre la corrupción y durmiendo con ella.
Quise abordar entonces otros temas: desempleo y pobreza,
verbigracia. Pero choqué con Chávez en la vía. Lo vi
quebrando empresas. Espantando inversiones. Botando
funcionarios que no lamen sus botas. Otorgando limosnas para
darle largura a la miseria.
Quise mojar la pluma en el asunto de la economía. Y allí
conseguí a Chávez, asfixiando la libre iniciativa.
Amenazando clínicas y medios. Dirigiendo invasiones
delictuosas. Cooperativizando el raterismo. Chupándole la
sangre a PDVSA. Regalando el país a sus compinches.
Desbaratando la estructura productiva del país.
Volteé la vista hacia la educación. Y al primero que vi fue
a Hugo Chávez. Estafando a la gente con titulaciones sin
sustento. Convirtiendo la escuela en mecanismo de
adoctrinamiento. Oficializando la medianía. Pervirtiendo la
historia. Sentenciando la autonomía universitaria.
Enseñándole los dientes a la educación privada.
Buscando nuevos temas me interné en nuestra historia. Pero
por allá venía Chávez, trayendo a trompicones a Bolívar, a
Sucre, a Miranda, a O'Higgins, a Artigas y a San Martìn
hacia su socialismo de utilería. Y hasta a Tupac Amaru y al
propio Guaicaipuro los traía maniatados con similar destino.
Me mudé para un tema más moderno. El de la democracia en
Venezuela. No hace falta decir que allí conseguí Chávez
sembrando intolerancia. Cortando de raíz la independencia de
los poderes. Talando libertades y derechos. Abonando manías
totalitarias. Desocupando el vientre sobre la Constitución.
Me fui a jorungar temas allende las fronteras. Pero también
allí me encontré a Chávez. Repitiendo sandeces de cumbre en
cumbre. Haciéndole la plana a Evo Morales. Lavándole las
patas al tal Kirchner. Sobándole la barba al cadáver de
Castro. Haciendo de tutor de Ortega en Nicaragua, de Correa
en Ecuador.
También lo hallé peleando con Uribe en Colombia, con
Calderón en México, con Bush en todas partes. Lo encontré
amamantando subversiones. Planificando guerras asimétricas.
Buscando temas para mis escritos, me asomé a otros niveles
de gobierno. Y allí también vi a Chávez. Dando
instrucciones, distribuyendo insultos o descargando culpas
sobre gobernadores y alcaldes. Despotricando de la
descentralización. Acariciando nuevas geometrías de poder.
Promoviendo explosiones comunales
Por dondequiera que intenté meterme me tropecé Chávez.
Lógico es que así sea, en un país donde nada se mueve sin su
venia. Para mí es muy difícil no escribir sobre Chávez (o,
más correctamente, contra Chávez). El amigo lector me pide
demasiado.