¡Al estilo
Jalisco! por
Daniel
Romero
Pernalete
viernes,
22 junio
2007
El
socialismo del siglo XXI va porque a Hugo Chávez le da la
gana. No importa que media Venezuela se oponga. La voluntad
del dictador se impone. Su palabra es la ley. Sus deseos son
órdenes para sus sirvientes, lamesuelas y afines.
Borracho de un poder adulterado, Hugo Chávez no respeta las
formas democráticas ni las más elementales normas de
convivencia política y social. Le importa un pepino la
opinión internacional, y así lo ha proclamado ante un rebaño
de franelas rojas. Comportamiento típico de los dictadores
de cualquier pelaje.
Enfermo de un poder mal habido, Hugo Chávez se ríe de las
encuestas que reflejan una merma de su popularidad de la
puerta para adentro. Se burla, es decir, de un creciente
sector de la ciudadanía que cuestiona la pertinencia de sus
acciones y de sus decisiones. Conducta típica de tiranuelos
de cualquier hechura.
Harto de un poder de turbios orígenes, Hugo Chávez no tiene
reparos en descalificar y en mandar a innombrables destinos
a quienes osen contrariar sus aberraciones. El pluralismo es
nocivo para su insania y quiere erradicarlo. Proceder típico
de déspotas de cualquier tamaño.
Aventado de un poder mal digerido, Hugo Chávez ha expresado
a viva voz su intención de quedarse con la Presidencia de la
República hasta que la muerte los separe. Se cree realmente
insustituible. La alternabilidad en el poder le pone la piel
de gallina. Típica actitud de los Mesías de cualquier marca.
Hinchado de un poder contaminado, Hugo Chávez decreta en
público la de defunción a la descentralización. Todo el
poder es suyo. La asusta que cualquiera pueda brillar con
luz propia. Necesita rodearse de opacidades, para que se vea
su tenue brillo. Típica manía de nulidades engreídas de baja
luminosidad.
Ahíto de un poder fraudulento, Hugo Chávez ha gritado que no
cree en la división de poderes. Pide que la gente se olvide
de eso. Necesita diputados marionetas. Magistrados títeres.
Fiscales fantoches. Contralores peleles. Obsesión propia de
autócratas de cualquier calaña.
Empachado de poder espurio, Hugo Chávez ha puesto de
rodillas a la Fuerza Armada. Se limpió las botas con su
institucionalidad. Le puso el socialismo y la muerte en el
saludo. Alquiló la lealtad de la alta oficialidad. Rasgo
común de cualquier tipo de totalitarismo.
Cebado en un poder ilegítimo, Hugo Chávez ha querido crear
un partido-secta que se mueva al vaivén de sus humores. Como
la gente no salió corriendo a buscar su cupo en el PSUV,
Chávez decidió que la inscripción en el partido era un acto
voluntario de obligatorio cumplimiento para quien tuviera o
aspirara a un cargo público o a cualquier limosna.
Hugo Chávez quiere imponer su socialismo a rajatabla. A
cualquier precio. Contra viento y marea. Llueva, truene o
relampaguee. Sobre los restos de la Constitución. Sobre las
cenizas del país. Por las buenas o por las malas. Por encima
de la voluntad de los ciudadanos. ¡Al estilo Jalisco, pues!
Hugo Chávez sigue sembrando vientos. Vaya uno a saber las
tempestades que más adelante habrá de cosechar. Hugo Chávez
está exprimiendo tanto la naranja que el jugo ha empezado a
amargar. Hugo Chávez sigue regando gasolina por doquier, y
ahora le ha dado por jugar con cerillos.
Tanta vejación cansa. Tanto cinismo irrita. Tanto abuso
encona. Tanta insolencia indigna. Tanta arbitrariedad
enerva… ¿No será que Chávez está jugando a convertirse en
mártir?