El Bicho y
las
oposiciones por
Daniel
Romero
Pernalete
jueves, 22
febrero
2007
Chávez
avanza hacia su socialismo como elefante en cristalería.
Derribando los estantes de la institucionalidad democrática.
Destrozando a su paso los fundamentos constitucionales de la
República. Quebrando la paciencia de los venezolanos.
Hace rato que Chávez se tragó la independencia de los
poderes públicos. Hace rato que aplastó la imparcialidad de
la Fuerza Armada. Hace rato que cubrió de bosta la
tolerancia política. Hace rato que se llevó por delante la
sanidad de la economía.
Hace rato, en síntesis, que Chávez suministra insumos para
la discusión académica y política. Para las conversaciones
de sobremesa.
Al ciudadano de a pie le venían importando muy poco esos
asuntos. Para unos, esas preocupaciones eran disipadas por
la beca, el contrato o la limosna. A otros les bastaba con
desviar la mirada y esconderse tras un mutismo sin
compromiso.
Desde hace unas semanas, sin embargo, el escenario se ha
desordenado. La preocupación está subiendo cerros.
Caperucita Roja ha empezado a preguntarse porqué la abuelita
tiene los dientes tan grandes.
En efecto, mucho militante de base frunció el ceño cuando lo
amenazaron con el partido único. A mucho funcionario de
mediano rango se le fueron las piernas cuando anunciaron el
recorte de sueldos. Mucho incontaminado empresario sintió
maripositas en la panza con los afanes estatizadores de Hugo
Chávez.
A buena parte de la clase media le espantaron el sueño los
planes educativos de la revolución. Las medidas económicas
del gobierno tienen a media Venezuela entre el salario y la
pared. A más de un militar no le gusta la idea de entregar
el resuello por un indefinido socialismo.
Se quejan los buhoneros que ayer eran intocables y hoy
estorban. Y la gente del barrio donde ahora no caen las
migajas. Proliferan los conatos de incendio. La decepción
corre inflamable por las calles.
El solo descontento, empero, no tumba gobierno. Es condición
necesaria pero no suficiente para eyectar tiranos. La
frustración debe ser canalizada. Y la rabia convertida en
palanca. Y el miedo en golpe de remo.
Para impulsar el cambio se requiere estructura y estrategia.
Y la sinergia que surge del esfuerzo coordinado… Pero
nuestras oposiciones siguen enredadas en sus viejas
rencillas. Echándose sal en antiguas heridas. Malgastando
esfuerzos en luchas intestinas.
Un sector se entretiene arrancando jirones de pellejo a
quienes encabezaron la lucha electoral. El otro se divierte
clavándole los dientes a quienes promovieron la abstención.
Algunos aún se complacen condenando a los dirigentes del
paro petrolero. Otros todavía pierden tiempo jorungando las
tripas de los militares de la Plaza Altamira. Otros se
pelean por el cascarón vacío de lo que fue o pudo ser un
partido político.
Mientras nos enseñamos los dientes unos a otros, el elefante
avanza sembrando el caos. Y nadie se prepara para recoger el
descontento.
Hay que poner los pies sobre el futuro. Que cada sector
agarre su argumento y lo apunte hacia el Bicho. No contra el
compañero de ruta que escogió otro argumento con iguales
propósitos.
No es unidad de mando lo que la gente pide en esta hora. Es
unidad de metas y suma de esfuerzos. El adversario está en
la acera de enfrente. Hay que organizar voluntades en este
lado de la calle. Y el asunto es ahora. Después será muy
tarde. Después sólo habrá escombros. Y el dedo acusador de
las generaciones que vienen.
romeropernalete@gmail.com
*
Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela)