Poderoso
caballero es Don Dinero. Ya lo decía Quevedo. Al necio lo
vuelve docto. Al cobardón lo convierte en valiente. Al
charlatán lo trueca en estadista. Al jumento, en caballo de
paso. A la urraca, en canario. A Chávez, en Mesías.
Chávez entró a la historia con las patas muy sucias,
empujando un golpe de estado mal concebido y peor conducido.
Una dirigencia política, tan torpe e irresponsable como él,
le abrió las puertas. Un pueblo harto de promesas
incumplidas le dio la bienvenida.
Poco tiempo hizo falta para que Chávez pusiera en evidencia
su ineptitud como gerente público, su inconsistencia como
líder político… y las tumoraciones de su ego. Su pasantía
por palacio hubiera sido breve. Pero vino Don Dinero a
salvarle el pellejo.
Los precios del petróleo le llenaron la bolsa. Y hubo dinero
para alquilar lealtades y para distraer hambres añejas. Para
darle respiración artificial al régimen castrista y ponerle
muletas a Morales, a Ortega o a Kirchner.
Y hubo dinero para dar puerta franca a los corruptos. Para
comprar sonrisas en las cumbres. Para llenar la faltriquera
de unos cuantos vivos. Para cerrarle el pico a más de un
enemigo.
A Chávez, definitivamente, no lo ha encumbrado su talento ni
su arrojo, que más bien son escasos. Y menos sus delirios
socialistas, nutridos de solapas de libros que no entiende.
A Chávez lo ha encumbrado la chequera. La chequera suya y
mía, que él maneja a su antojo.
Quitadle la chequera que nutre el morralito verde oliva, y
veréis cuántos milicos se atreven a gritar socialismo o
muerte. Y veréis cuántos están dispuestos a dejarse matar en
la guerra asimétrica. Y veréis si el dador puede entrar a un
cuartel sin treinta guardaespaldas por lo menos.
Quitadle la chequera que
arrienda voluntades, y veréis cuántas cachuchas rojas se
dejan arrastrar a sus actos de masas. Y veréis así mismo
cuántos le ríen los chistes y aplauden como focas en sus
alocuciones. Y veréis si el tipo puede caminar por un barrio
sin chaleco antibala.
Quitadle la chequera con la que soba a Kirchner, y veréis si
puede meterse en Argentina, sin permiso, con trescientos
soldados muy bien apertrechados. Y veréis si Castro le rinde
moribunda pleitesía. Y veréis si Lula le responde el
teléfono.
Quitadle la chequera que costea los lobbies y veréis si le
otorgan algún doctorado honoris causae. Y veréis también si
la gente importante desperdicia su tiempo en atenderlo. Y
cuántos periodistas de renombre y tarifa vienen a recoger
sus falsedades.
Quitadle la chequera que le engorda las cuentas a más de un
empresario, y veréis el tamaño de sus convicciones. Quitadle
la chequera que le da la mesada a algún partido aliado, y
veréis si sus líderes le llevan serenatas al Partido Único.
Chávez sin la chequera es un Don Nadie. Otro más del montón.
Un cerote a la izquierda. Un punto en una raya. Una
insignificancia. Un hablador de necedades, apenas.
Chávez sin la chequera podría ser tantas cosas sin
fastidiarnos mucho. Animador de fiestas patronales,
verbigracia. Escribidor de novelas radiales. Coordinador de
una secta satánica. Conductor de programas de chismes de
farándula. Payaso para eventos infantiles. Probador de
pañales para adultos.
En un plano más alto, podría ser entrenador de víboras.
Buhonero de reliquias ideológicas. Calibrador de insultos.
Modelo para prácticas siquiátricas… O, preferiblemente,
ejemplo de lo que nunca debió ser.
romeropernalete@gmail.com
* |
Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |