El
socialismo del Siglo XXI está tocando la puerta. O
tumbándola a patadas, mejor dicho. Viene de ganchete con
Hugo Chávez. Es decir, llega mal acompañado. Y mal
recomendado, cuando se le envuelve en la consigna de
socialismo o muerte.
Y que nadie le pregunte al susodicho con qué se come su
socialismo. Porque pierde la chaveta. Y se deshilacha en
insultos para ocultar su nesciencia. O improvisa una
respuesta que subraya su ignorancia.
Con su muy breve equipamiento ideológico, Hugo Chávez
comercia con su socialismo como esos buhoneros que ofrecen
pastillas que curan el cáncer, bajan los triglicéridos,
detienen la caída del cabello, combaten la depresión,
previenen la tisis y endurecen las uñas.
De tal forma que cada quien puede darle al socialismo del
Siglo XXI la connotación que le venga en gana. Socialismo "self
service", podría decirse. Cada cual puede armar su propio
menú.
Para cualquier vagabundo sin muchas ganas de sudar, el
socialismo chavista es una forma de sacarle el cuerpo al
trabajo productivo, y de vivir de las migajas que la nueva
oligarquía bolivariana deja caer de la mesa.
Para cualquier muchacho con pocas ganas de aprender, el
socialismo chavista es una forma de escurrirle el bulto al
conocimiento, de transitar por los múltiples atajos que el
gobierno ha venido abriendo para llegar a un titulo vacío de
competencias académicas y laborales.
Para cualquier empresario de pacotilla, el socialismo
chavista es una forma de obtener ganancias sin riesgo
alguno, pegándose a la ubre generosa de un Estado
irresponsable y botarate.
Para cualquier vividor con agallas y malas intenciones, el
socialismo chavista es una posibilidad de meter las manos en
cualquier bolsa… con plena garantía de impunidad.
Para cualquier azote de barrio, el socialismo chavista es
sólo una patente para seguir coleccionando víctimas con la
confianza que ofrece el carnet encarnado de alguna oscura
misión.
Para cualquier intelectual de medio pelo, el socialismo
chavista es una excusa para dar vacaciones a las neuronas, y
ahorrarse el esfuerzo de pensar. Una justificación para no
usar ciertas pequeñas redondeces.
Para cualquier militarcito sordo y miope, el socialismo no
es más que una forma de garantizar su futuro haciendo rapel
invertido. Es decir, ascendiendo pegado de un mecate.
Para cualquier profesional sin turbinas, el socialismo
chavista es una forma de sobrevivir sin mucho esfuerzo,
anclado en un carguito gris y mal pagado, atado a una rutina
estupidizante.
Para Hugo Chávez, el socialismo del Siglo XXI es una forma
de atropellar a la gente. De humillarla de mil formas. De
vengar en otros sus propias debilidades y falencias,
perpetuándose en el poder, ejerciéndolo a capricho, usándolo
para engordar su ego enfermizo y vil.
Lo más curioso es que todas esas concepciones pueden
convivir en el mismo embutido. Pueden apiñarse bajo el mismo
paraguas. Son piezas de un mismo rompecabezas.
Para más de un mortal, sin embargo, el socialismo del Siglo
XXI es un intento de convertir a Venezuela en un parque
jurásico en el que vuelven a la vida conceptos y creencias
que el tiempo y la historia han sepultado. Es un retorno a
las catacumbas del quehacer político. Una visita al
camposanto del pensamiento social.
El socialismo del Siglo XXI, digo yo, es cualquier cosa,
sirve para cualquier cosa... y por cualquier cosa se
agrieta, recordémoslo.
romeropernalete@gmail.com
* |
Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |