Hugo
Chávez y su banda de facinerosos siguen empeñados en
pervertir la historia. El 4 de febrero es ahora fecha
patria. Un día como ése, hace quince años, Venezuela se
llenó de vergüenza hacia afuera y de sangre hacia adentro.
Los criminales de entonces, hoy pretenden erigirse en
héroes.
Resulta que ahora la mitología chavista le ha dado a los
sucesos del 4F el rango de rebelión popular. ¡Una rebelión
popular donde no hubo pueblo! ¡Un engaño para los soldaditos
que salieron a matar o a morir sin que les informaran el
motivo! Chávez y su revolución siempre han sido una estafa.
El domingo pasado, patrioterismo, cursilería y traición se
dieron un abrazo en el desfile cívico-militar
(cínico-militar suena mejor) organizado por Chávez para
conmemorar los quince años de su primer fracaso. ¡Es que ni
para golpista ha servido!
Aquella escaramuza luctuosa y sin sentido se quiere hacer
pasar por gesta heroica. Y los cobardones que la organizaron
se quieren disfrazar de salvadores.
El evento del domingo tuvo sus cuatro efes. Fue un acto de
asquerosa FELONÍA (es la primera efe) muy bien representado
por la Fuerza Armada. Un acto de deslealtad con la
Constitución que la define como una institución al servicio
del país y no de parcialidades ni de bandidos.
Fue muy triste observar a unos muchachos, uniformados ellos,
con las armas de la República en sus manos, regurgitando la
consigna aquella del socialismo o muerte.
¿Tendrán conciencia de lo que voceaban? ¿Que ofrendarán su
vida en aras del proceso? Eso es asunto suyo. ¿O que tienen
derecho a arrebatársela a quien no quiera retroceder la
rueda de la historia? ¡Eso es asunto nuestro y ya veremos!
El circo del domingo se convirtió en un acto de vulgar
FETICHISMO (es la segunda efe), de una veneración inmerecida
al jefe de la comparsa. Las grandes fotos presidiendo el
acto recordaban a Mao, a Kim il Sung, a Stalin, a Hitler, a
Castro, a Hussein… a lo más putrefacto del pasado reciente.
Las togas y cachuchas allá arriba rindiendo pleitesía a la
mitad de un hombre, y el aplauso alquilado del otro lado de
la calle (a prudente distancia) hicieron sentir grande al
enanote. Entre liliputenses cualquiera es un gigante.
El show del 4F también fue un monumento al FANATISMO (es la
tercera efe). Al grito ciego y a la pasión sin luces. A la
defensa a ultranzas de un concepto que nadie tiene claro. Ni
siquiera su propio promotor.
Vociferar contra el imperialismo, vocear insultos contra la
oligarquía, exigir obediencia a rajatabla, promocionar el
antisemitismo, alimentar rencores, darle la bienvenida a las
tinieblas… resulta más sencillo que pensar. No importa
adonde vamos, parece que dijeran, pero hacia allá empujamos.
Y la última efe. El desfile fue un acto de tropical
FASCISMO. Muy poco original, debe advertirse. El culto a un
líder de algodón de azúcar, la intimidante exhibición de
armas, los delirios totalitarios de un tipo borracho de
poder, el discurso ramplón y amenazante… dejaron ver el
pelaje del bicho.
Y las tropas marchando con sus gritos de muerte, y las
banderas del partido en manos de soldados, y más de una
amenaza a quemarropa contra la disidencia nos transportaron
a un pasado gris, de sangre y sufrimiento.
La historia ha demostrado, por fortuna, que los abusos
cansan. Y que todo mesías de la política ha terminado
siempre vapuleado por el mismo pueblo que una vez lo adoró.
romeropernalete@gmail.com
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |