Nefasto
ha resultado el amancebamiento de un líder sin escrúpulos y
unos seguidores sin dignidad. Ese infeliz maridaje está
arruinando a Venezuela. Ha destruido su economía. Ha
quebrado su institucionalidad democrática. Y la ha dejado
huérfana de valores trascendentes.
La dignidad escasea en los alrededores de Hugo Chávez.
Escasea, verbigracia, en un gabinete de nariceadas
nulidades, incapaces de cuestionar una orden insana, atados
como están a su papel de siervos incoloros.
No abunda la dignidad por los lados del Poder Moral. ¡Menuda
contradicción! Fiscal, Contralor y Defensor del Pueblo
compiten por complacer los deseos de Hugo Chávez. Lúgubre
trinidad. Tres personas distintas y una sola indignidad
verdadera.
No hay dignidad alguna debajo de una toga y un birrete que
hacen de la justicia en Venezuela un ejercicio de
genuflexión, un acto permanente de pasmosa sumisión a los
caprichos de Hugo Chávez Frías.
Y si uno vuelve la mirada hacia la Asamblea Nacional el
panorama es tétrico. Parece que no queda rastro de dignidad
en las curules. A ningún diputado como que lo avergüenza eso
de transferirle al Presidente sus facultades para legislar,
razón de ser de todo parlamento.
¿No habrá en el Capitolio un solo diputado que sienta el
compromiso con quienes lo eligieron? ¿Uno solo siquiera que
se niegue a festejar, arrodillado, los arrebatos
inconstitucionales de Hugo Chávez? ¿Uno solo que se ruborice
de cobrar sin trabajar?
No hay una pizca de dignidad en un gobernador que se apura a
poner a la orden de Hugo Chávez su cargo, su salario y hasta
la superficie de su estado, para que el Jefe pueda ordenar a
su antojo el territorio de la República. ¡Como si tierra y
gente fueran suyos!
¿No queda dignidad en líderes locales con ascendencia
propia, para defender su capital político de los delirios
hegemónicos de Hugo Chávez? ¿Amarrarán, por déficit de
guáramo, su destino al destino de un patán?
¿Puede haber dignidad en un viejo partido que se apea de su
historia para treparse al carro de un único partido, con un
único líder, con un único dedo que señale el camino? No
puede haber. No hay.
La dignidad parece que es una cosa rara en los cuarteles. No
hay dignidad en unas marionetas, embutidas en verdes, que
aplauden a dos manos las arbitrariedades del Comandante en
Jefe. ¡Que dignidad va a haber en unos generales que escupen
en la cara de la gente su vil consigna de Socialismo o
Muerte!
Muy poca dignidad cabe en un empresario que pone el calzador
a sus negocios para que entre la pata de Hugo Chávez. Y poca
dignidad hay en la gente que debe pernoctar frente a algún
banco, estirada la mano para aceptar la dádiva humillante.
Exigua dignidad hay en un cura que cambia el evangelio por
un texto de Marx. Que vuelve la homilía un acto de vulgar
adulación al Jefe. Que se olvida de Cristo para besar las
botas de Hugo Chávez.
La dignidad se arruga dentro de algún artista que hipoteca
su pluma o su teclado, su garganta o su paleta, por hacerle
comparsa a un iletrado que le acaricia el lomo.
No existe dignidad en un docente que pervierte la historia
para ajustarla al paladar de Chávez. Que acepta sin protesto
su rol de doctrinero de anacrónicas forma de comprender el
mundo.
Cuando se haga el balance de la gestión de Chávez, el saldo
será rojo. Pero el saldo más rojo será en la cuenta de la
dignidad. ¡Y cómo va a costar superar ese déficit!
romeropernalete@gmail.com
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |