J
es un talentoso artista plástico, una persona sensible y de carácter dulce.
Llegó a los Estados Unidos procedente de Venezuela y desde hace 4 años vive con
E, un acaudalado abogado nacido en Filadelfia y especialista en demandas
médicas, cuyo carácter amable va de la mano con su exitoso ejercicio
profesional. Ambos son mis vecinos, una pareja estable, enamorada, comprometida
y madura, amantes de las artes y el mar. Desde hace un año tienen un sueño en
común: adoptar un niño.
En 1974 la Organización Mundial de la
Salud determinó que la homosexualidad no era una enfermedad y en años recientes
la Asociación Pediátrica de los EEUU no encontró reparos a la adopción de niños
por parejas del mismo sexo. En España sus colegas declararon que no era la
situación ideal pero recomendaron debatir el tema sin proscribirlo. Los estudios
indican que unos padres adoptivos homosexuales no determinarán la orientación
sexual del hijo y están perfectamente capacitados para educarlo.
El tema, álgido y macerado por juicios
morales, jurídicos, éticos y religiosos, ha estado sobre el tapete en buena
parte del mundo: El Parlamento Europeo en su informe del 2002 rechazó la
discriminación de individuos y sus derechos civiles en base a su orientación
sexual y el mismo año Suecia legalizó la adopción por parejas homosexuales.
También en 2002 los conservadores ingleses lucharon contra una propuesta de Tony
Blair al respecto y actualmente la ley lo permite. A partir de ese mismo año en
Brasil se dictaron sentencias favorables y en Argentina se inició un debate
abierto sobre el tema. En el 2003 Bélgica legalizó el matrimonio entre personas
del mismo sexo, al igual que
Australia, donde se permite a las parejas la adopción. Lo mismo sucede en 8
estados de Canadá, mientras que en Estados Unidos son 11 las entidades con leyes
favorables, o al menos han apelado aquellas que la prohíban, otorgando así la
custodia a uno de los miembros. Solo California, desde el año pasado, permite la
adopción en pareja. Esta semana la corte de apelaciones de Massachussets aclaró
que a partir del mes de mayo el matrimonio homosexual será legal, convirtiéndose
en el primer estado que va más allá del reconocimiento de la unión civil. El
siguiente paso sería la adopción.
Para J y E estas son noticias
alentadoras, pero viven en Florida, el único estado que prohíbe expresamente la
adopción por homosexuales y donde 3 mil niños en orfelinatos o custodiados por
familias temporales esperan por unos padres definitivos. En cifras, el panorama
es crudo: hay 14 millones de huérfanos en el mundo, más de medio millón en
América Latina y el Caribe y 76 mil en EEUU. ¿Tienen derecho estos niños a un
hogar donde reciban cuidado y amor, así como las parejas homosexuales a
ofrecerlo?
Nada parece indicar que una pareja
heterosexual será más estable para un hijo adoptado, y si bien la dualidad de
géneros le
permitirá
al niño conocer la dinámica y roles en la relación hombre-mujer, no será esto lo
que garantice una buena educación y un desarrollo armonioso. La calidad humana
nada tiene que ver con la orientación sexual. La riqueza espiritual, la
capacidad de brindar afecto, la protección y el cariño que se puedan garantizar,
no son patrimonio de los heterosexuales. Perversiones y patologías hay en todos
lados, así como también entereza y solidez en los sentimientos.
Si la gente pudiera ver más allá de sus
prejuicios, entenderían que negar la posibilidad de dar y recibir verdadero amor
es de un
egoísmo inhumano- me dijo J una vez- porque mientras hay un niño durmiendo en un
orfelinato, abrazado una almohada y a la espera de alguien, en casa tenemos un
cuarto listo y dos corazones abiertos para quererlo.
Le respondí que algún día me gustaría
ver a mi hijo jugando con el suyo en la playa, sin importar que en la arena
estuviésemos tres papás y una mamá.
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