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Una diosa erótica para cada década
por Roberto Palmitesta


Para una industria que utiliza el erotismo como uno de sus principales medios para atraer el público a las salas o a la televisión, siempre ha sido importante crear y cultivar sus "sex-symbols" femeninos, o sea las actrices que más excitan a los hombres con sus atractivos físicos, o su conducta escandalosa dentro y fuera de la pantalla. Así, cada década en la historia de este arte del siglo XX ha tenido su sexy-bomba preferida, aunque hubiera otras que también exudaran sensualidad.

Actualmente, a escasos tres años de iniciada la primera década del siglo XXI, todavía es muy temprano para escoger al símbolo sexual de decenio en curso, pero ya se perfilan algunas candidatas para llenar ese curioso título de la "sexy-bomba de la década", especialmente en la meca del cine. Entre éstas se ha venido destacando últimamente la actriz Angelina Jolie, que viene de interpretar a una sensual aventurera –una especie de Indiana Jones femenina- en una taquillera trilogía del momento, Profanadores de tumbas, que combina los tres ingredientes que más gustan al gran público, violencia, sexo y escenarios exóticos. Todo al estilo de los violentos mega-éxitos de estos años –Matrix y X-Men- llenos de efectos especiales y luchas espectaculares.

Ya anteriormente la Jolie, hija del actor Jon Voight y de una actriz francesa, había establecido su intención de descollar en el campo erótico al hacer papeles bastante arriesgados, primero al lado de Denzel Washington en El coleccionista de huesos, luego con Antonio Banderas en Bailando en la oscuridad y finalmente como una sensual desquiciada mental en Inocencia interrumpida, por cuyo trabajo incluso ganó un Oscar. Establecido su talento actoral después de una veintena de películas, Jolie parece dedicada ahora a crear para sí un mito de mujer excéntrica y liberal, al revelar detalles íntimos como su tendencia bisexual o sugerir un posible romance con su hermano, mientras gusta hablar de sus trece tatuajes corporales -algunos en sitios bien eróticos- y de su afición a coleccionar cuchillos.

Con la ventaja de un nombre que significa ‘bonita’ en francés, es muy probable que la Jolie se convierta en la sexy-bomba de la década, pero tendrá bastante competencia de varias actrices que también han hecho valer sus encantos eróticos, como Nicole Kidman (con un desnudo total en la última película de Kubrick, Ojos bien cerrados), la morena Halle Berry (con escenas reveladoras en la última cinta de James Bond, y también aficionada a papeles de aventurera), la latina Jennifer López (la pícara sirvienta en Sueño de amor y ahora como una bisexual en la atrevida cinta Gigli, con su novio Ben Affleck), la hermosa Catherine Zeta-Jones (que volvió loco al Zorro de Banderas), y finalmente la rubia holandesa Rebecca Romijn-Stamos (la vampiresa de Femme fatale), quien incluso trata de emular a otras diosas del pasado con sus ademanes y cabello rubio. Una fuerte competencia viene de Italia, con la agresiva belleza de Monica Bellucci, quien hizo un impactante papel como una esposa violada y vengativa en Irreversible. Todavía hay tiempo para que aparezcan otras bombas-sexy en el resto de la década, pero por ahora estas son las que lucen más prometedoras.

Los agitados años 90 y 80

Aunque en las películas de la década de los 90 hubo más erotismo que en épocas anteriores, sin embargo las artistas que más descollaron en esta área no se definieron claramente como bombas-sexy sino como actrices con un poco de pimienta. Entre ellas, es posible que Julia Roberts llevara la delantera, especialmente después de su convincente papel como una simpática prostituta en Mujer Bonita , que termina conquistando a un acaudalado empresario. Pero Sharon Stone, otra inteligente actriz como la Roberts, no se quedó muy atrás, al insinuar su ausencia de ropa íntima durante un interrogatorio policial en Bajos Instintos, aunque Demi Moore compitiera con ella trastornando también a Michael Douglas en el atrevido filme Acoso sexual y luego al explotar su desnudez en Strip-tease, junto a Armand Assante y Burt Reynolds. Mientras tanto, la siempre polémica Madonna hacía olas publicando libros con sus desnudos totales en sitios públicos y con sus abiertas insinuaciones subidas de tono en conciertos y video-clips, pero fracasó en convertirse en una bomba-sexy del cine, quizás por su persistente vulgaridad, algo que desdice de una auténtica diosa erótica.

En la década de los 80 se destacó la rubia Kim Basinger, con la película que la definió como una actriz altamente erótica, Nueve semanas y media, donde estimula la imaginación masculina a fuerza de ingeniosos juegos sexuales con Mickey Rourke. Ya antes había acosado a Burt Reynolds -en El hombre que amaba a las mujeres- y antagonizado al Batman de Michael Keaton, antes de obsesionar a Alec Baldwin (con quien terminó casándose) en La novia del Gangster y El escape. Otra beldad con alto nivel de erotismo fue Susan Sarandon, quien conquistó simultáneamente a Kevin Costner y Tim Robbins en Bull Durhman, mucho después de volver loco a un anciano Burt Lancaster en Atlantic City y ser una veterana prostituta en Niña Bonita, ambas de Louis Malle ( su concubino por una década), mientras de paso hacía un sexy-cuarteto con el semental Jack Nicholson en Las Brujas de Eastwick. Otras candidatas en esa década fueron Jessica Lange, que también engatusó a Jack Nicholson, en El cartero llama dos veces, mucho después de fraternizar con el gorila gigante King Kong. Como digna competidora en esa década está la escultural Bo Derek, que alborotó infinidades de hormonas masculinas en "10," donde estableció criteros numéricos para calificar las cualidades femeninas, mientras le hacía perder el sueño a su víctima, el cómico Dudley Moore. Pero de esa década no se puede dejar de mencionar a otras dos estrellas sexy como Jacqueline Bisset (cuando seduce a unos adolescentes en Clase ) y Kathleen Turner, la mujer fatal de Body Heat que angatusa al complaciente policía William Hurt.

Los liberados años 70

La década de los 70 aprovechó al máximo la liberación femenina con películas que explotaron temas bastante atrevidos. Descollante fue la presencia de Raquel Welch, en una serie de películas mediocres, pero algunas de tono bastante subido, como Myra Breckenridge, donde le mostraba a unos jueces –el famoso director John Huston entre ellos- sus partes íntimas para probar su femenidad y luego, en La fiesta salvaje, participa en una orgía sexual en casa de un cómico en declinación. Su única competidora en Hollywood fue Farrah Fawcett, una escultural ‘top model’ que había animado con su sensualidad la serie televisiva Los ángeles de Charlie,-ahora revivida en el cine- para después intepretar a una mujer violada (Extremities) y una esposa maltradada (The burning bed), a tono con el ambiente feminista de la época. En Europa, tres fuertes competidoras como símbolo sexual de la década fueron Catherine Deneuve (que electrizó a los públicos en Bella de Día, y luego en Tristana, ambas de Buñuel), la franco-holandesa Sylvia Kristel, que revolucionó el cine erótico con la sexy-serie Emmanuelle, y la italiana Laura Antonelli, que hizo un estupendo trabajo en Malicia, como una ama de llaves acosada por un adolescente, iniciando su carrera como la diosa erótica italiana.

La década de los 60, mientras se gestaba la revolución sexual con la píldora y una mayor liberalidad, tres beldades mundiales se destacaron en el cine con su aporte de erotismo. La norteamericana Jane Fonda, hija de una leyenda de Hollywood, hizo bajo la dirección de su marido Roger Vadim (descubridor de otro sex-symbol: Brigitte Bardot) una osada película de ciencia-ficción, Barbarella , basada en historietas ilustradas de contenido erótico que circulaban en Francia, donde ella le devuelve el gusto al acto sexual a un astronauta largamente deprivado del calor humano. Mientas tanto, Claudia Cardinale se convertía en la nueva sexy-bomba italiana con películas como El bello Antonio (junto a Mastroianni), dos cintas del maestro Viconti (Rocco y sus hermanos y El Gatopardo) y como la amante del director en Ocho y medio, de Fellini. En la vecina Francia, Jeanne Moreau se establecía como una actriz de grandes posibilidades eróticas –después de haber interpretado una esposa insatisfecha y descaradamente adúltera en Los Amantes- en filmes con temas arriesgados como Jules et Jim, de Truffaut, donde convive simultáneamente con dos amantes, y Diario de una camarera , del maestro Buñuel, en una trama con obvias posibilidades eróticas.

MM domina en los 50

Los años 50 fueron dominados casi totalmente por la presencia de la rubia Marilyn Monroe, que con sus medidas impresionantes y su look sensual e ingenuo a la vez, apelaba a los más reconditos instintos masculinos, que entonces preferían una mujer deseada para jugar en la cama aunque no para casarse. Lo mismo pensaron los hermanos Kennedy, John y Robert, con quienes se les asoció sexualmente y que son acusados en los medios de provocar su eventual desaparición prematura por razones políticas, hechos que contribuyeron al mito que se creó alrededor de MM, como se la conocía en EE.UU. Mito nacido con Niágara, afianzado con La comezón del séptimo año , continuado con Bus Stop y consagrado definitivamente con Una eva y dos Adanes, considerada la mejor comedia picaresca hollywoodense del siglo.

Las únicas competidoras en este campo fueron la sensual Ava Gardner, la mujer fatal de Pandora, La condesa descalza y Mogambo, cintas donde obsesionó a artistas como James Mason, Humphrey Bogart y Clark Gable, mientras otra beldad rubia, Kim Novak arrasaba en las taquillas con Picnic y Vértigo. La hermosísisma Elizabeth Taylor apenas podía competir con ellas en el área erótica, aunque lo intentó tardíamente con películas como Cleopatra, Una venus en visón y particularmente en Reflejos en un ojo dorado, donde se desnuda totalmente por primera vez.

Otra diosa dominaba al otro lado del Atlántico, pues Brigitte Bardot alborotó la imaginación de los hombres con su osada Y Dios creó la mujer y otras cintas de tinte erótico. Su retiro oportuno del cine, al igual que la muerte de MM, contribuyó a crear una leyenda que aún perdura, siendo objeto de una extraña veneración en su tierra por poner en la palestra mundial el cine francés y el erotismo galo (hasta le hicieron una estatua en una plaza en Saint Tropez. En la Gran Bretaña sólo la escultural rubia Diana Dors competía con MM y BB, pero su truncada carrera dejó de alimentar el mito, que se esfumó sin pena ni gloria. Mientras tanto, las diosas anglosajones y francesas tenían una fuerte competencia en Italia, con una hilera de estrellas sexy cuya fama recorríó el mundo, tales como Sophia Loren, Gina Lollobrigida y Silvana Mangano, pero que jamás le disputaron seriamente el cetro a MM.

Años guerreros y silentes

La década de los 40, años de guerra mundial y de guerra fría, pertenecieron casi totalmente a dos bellezas que estaban en la mente de todos los soldados norteamericanos, como lo fueron Rita Hayworth (Gilda, Miss Sadie Thompson, Salome, La dama de Shanghai) y Betty Grable (La divorciada alegre, La modelo ). Sin embargo dos perturbadoras bellezas competían ocasionalmente con ellas, como Jane Russell ( cuyos grandiosos senos impactaron a todos en El forajido) y Lana Turner (Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El cartero llama dos veces), sin olvidar la tranquila belleza erótica de Ingrid Bergman, evidenciada como la espía de Notorious y la amante de Casablanca.

En los años 30, cuando apenas se empezaban a liberar algunas estrellas –cohibidas por el estricto código Hays- dominó la escena la rubia platinada Jean Harlow (Polvo rojo, La dama del libelo) y una alemana emigrada con una belleza perturbadora como lo fue Marlene Dietrich desde su papel de femme fatale en El angel azul, afianzada en Hollywood con Marruecos, Venus rubia y Siete pecadores. Otras actrices con posibilidades, pero que nunca llegaron a amenzar su primacía, fueron Paulette Goddard (la novia de Chaplin) y Hedy Lamarr (con el primer desnudo total en Extasis), aunque ocasionalmente la ‘divina’ Greta Garbo (La carne y el demonio, Ninotchka, Ana Karenina) trató de incursionar en el área erótica, sin lograrlo porque trataba de conservar su puesto como una talentosa actriz dramática.

En las tres décadas del cine silente, de 1900 a 1930, fueron pocas las actrices que abordaron temas eróticos, limitadas como estaban por la censura previa impuesta por el código Hays, pero si ha de mencionarse algunas que descollaron sobre las demás por su sensualidad, hay que mencionar a Gloria Swanson, Theda Bara y Clara Bow, aunque podían exhibir muy poco sus encantos en la pantalla. No hay duda que el erotismo cinematográfico fue un fenómeno gradual que se fue revelando con el paso del tiempo, a medida que se relajaban las normas sociales. También el lado masculino tuvo sus sex-symbols, pero eso será tema de un futuro artículo.

rpalmi@yahoo.com