Los Diablos Sueltos
por Eli Bravo
viernes, 13 feb 2004

La afirmación, pesada como una lápida, la escuché de un miembro de los grupos internacionales promotores de la paz y la democracia: los procesos de reconciliación exitosos ocurren después de los enfrentamientos, antes lo que se puede lograr es atenuar la magnitud del choque.

Amortiguadores para lo ¿inevitable?

La convicción, sólida como un yunque, la defendió un conocido entre pasapalos y anécdotas de viaje: la única manera de terminar con este vainero es salir a la calle y que haya un bojote de muertos, por las buenas lo que conseguiremos es darle larga a esta agonía.

El fin de la historia con balas de por medio.

El testimonio, encendido como un brasero, lo vi en boca de una mujer joven en la pantalla de la televisora estatal: yo por esta revolución doy la vida, vamos a defender lo que hemos conquistado.

Propaganda sangrienta para donantes voluntarios.

La desesperanza, agobiante como agua al cuello, la sentí en la voz de un amigo: este es un país de sinvergüenzas, así que cualquier cosa que pase, el resultado será muy similar, tú sabes, aprovechar el poder en beneficio propio

Credo nihilista para escépticos crónicos.

El pragmatismo, escapista como Houdini en el fondo del río, es la consigna de un empresario a la hora del almuerzo: yo estoy de espaldas al país, concentrado en lo que me toca hacer, ¿por qué? Porque si me dejo llevar por la histeria de esta montonera ni hago mercado yo, ni tampoco mis empleados.

Pedalear para mantenerse a flote.

La justificación, ajustada a las circunstancias cual muleta ergonómica, me la ofreció un periodista en sintonía con el gobierno: ante la arremetida de los medios privados, el estado tiene que defenderse con lo que tiene a mano, y cuando ellos dejen de atacarnos, volverán las aguas a su cauce.

El río no crece por la lluvia, sino por las piedras que trae.

La explicación, embalada en la inercia del yo-yo que regresa, fue parte de la conversa con otro periodista en sintonía con la oposición: la defensa de las libertades es lo que nos toca, nuestro trabajo es evitar que se instale una dictadura, no es el momento de ser imparcial, a cada uno le corresponde asumir su compromiso.

La función de la profesión, en función del objetivo.

La declaración, filosa como arma blanca, es del ministro que una vez lustró sus botas en cuartel: el chavismo está en la calle y va a defender la democracia y la revolución. Dios quiera que sea pacíficamente, pero no nos vamos a dejar hacer ningún arrebatón.

Lo que el señor quiera, sea su voluntad.

La otra declaración, resteada como quien dice ni un paso atrás, es del gobernador que una vez tuvo es sus manos toda la belleza del universo: estamos dispuestos a pelear el referéndum revocatorio al presidente Chávez en la calle.

Gallo que no repite no es gallo.

Hoy es viernes, y 13 para agravar el conjuro. Mientras en un edificio del centro de Caracas la culebra se muerde la cola, el laberinto se inventa paredes y el silencio dice más que la gritería a sus puertas, allá afuera los diablos están sueltos y al acecho. Nadie puede reclamar la santidad en exclusiva. Los pasillo del purgatorio son más largos de lo previsto.

Idealista sin remedio, solo se me ocurre cerrar con unas palabras de Buda:

          Somos lo que pensamos

          Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos
          Con nuestros pensamientos construimos el mundo.  
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