Un río prístino y otoñal. En
su orilla un venerable anciano de larga barba enfundado en su bata
de delicada seda, y sobre las aguas, un junco que baja con la
corriente desde las montañas nubladas mientras unos ruiseñores
surcan el cielo despejado. Una imagen ensoñadora y nostálgica que
se repite una otra vez en todo restaurante chino. Un recordatorio
de que en aquellas tierras el hombre armoniza su cuerpo con la
naturaleza, su espíritu con las energías de la tierra.
¿Será la lumpia como la
pintan? Más allá del grabado, el paisaje es otro.
Cinco de los siete
principales ríos en China llevan aguas que no son aptas para el
contacto humano, asunto delicado en un país con bajísimas reservas
de líquido per capita y donde la mitad de la población, es decir,
la menudencia de 600 millones de personas, consumen aguas con
desechos animales o humanos. Mientras la economía se mantiene a
todo vapor y unas 400 millones de personas han superado los
límites de la pobreza extrema desde 1978 a la fecha (permitiendo
que casi 300 millones de chinos tengan su teléfono celular) la
nube negra del desarrollo ha cubierto las ciudades y ahora en la
lista de las 20 más contaminadas del planeta, 16 están en China.
Salsa de soya, por favor.
Los números de este país, tan
gruesos como contradictorios, son ventilados en la edición del 21
de agosto de la revista The Economist. El diagnóstico no es
nuevo: el país se mueve a un ritmo que no ha experimentado ninguna
otra nación en la historia de la humanidad y las consecuencias
para el ambiente son nefastas. China está viviendo los traumas que
experimentaron otras naciones en su camino al desarrollo, como
Inglaterra cuando fue cubierta por capas de hollín que vomitaban
las fábricas en plena revolución industrial, y según el análisis
que hace la publicación, toda nación que supera los escollos del
desarrollo aumenta su conciencia ecológica y defiende el ambiente.
Pero el asunto con China son los números: el monumental éxodo
campesino ha metido 400 millones de personas en los centros
urbanos, y para satisfacer la demanda de electricidad de los
citadinos, el 70% de las plantas energéticas operan con carbón. El
resultado es que la nación es la mayor emisora de dióxido de
sulfuro (causante de severos problemas respiratorios) que regresa
a la tierra como lluvia ácida, la cual a su vez riega un 25% del
territorio nacional. ¿Alguien me acerca el arroz?
“Ignorados por años, los
problemas ecológicos de China podrían poner al país económicamente
de rodillas” escribe Elizabeth Economy en su libro El río corre
negro. El director asistente de la Administración Estatal de
Protección del Ambiente, el señor Pan Yúe, es un poco más directo
al asegurar que “pronto nuestros recursos naturales serán
insuficientes para mantener a nuestra población”. En una
oportunidad Mao dijo que el hombre “debía conquistar a la
naturaleza y así liberarse de ella” Por lo visto a Mao se le
olvidó que la naturaleza es mucho más grande que el hombre, así
como se le olvidó que la cultura no se puede arrancar de un
hachazo, por más revolución que se intente.
¿Sucio futuro? El
presidente Hu Jintao ha insistido últimamente que el desarrollo
debe ser balanceado, y eso incluye el medio ambiente, pero
mientras la cúpula se viste de verde, los organismos encargados de
velar por los ecosistemas carecen de los recursos e incentivos
para ir detrás de los grandes contaminadores. Un factor nuevo son
las organizaciones no gubernamentales (pequeñas y bajo la mirada
del gobierno) que abogan por la defensa del ambiente las cuales
han logrado que algunos proyectos de desarrollo, como represas,
sean detenidos por su impacto ambiental. Otro factor que entra en
juego son los ciudadanos comunes: con el crecimiento de la
población urbana, de mayor poder adquisitivo y que exige más y
mejores acciones por sus impuestos, el gobierno y las empresas
podrían verse forzados a actuar de forma rápida y efectiva.
Mientras tanto,
cada año salen de las ciudades chinas 168 millones de toneladas de
basura sólida y solo un 20% es procesada de manera correcta. En
dos tercios de esas urbes la calidad del aire no supera los
estándares de la Organización Mundial de la Salud y en algunos
ríos de la provincia de Guangdong hay 44 veces más plomo del
permitido por el gobierno. Da como cosa en las costillitas ¿no?
Todo esto sin
mencionar que los problemas ambientales viajan sin pasaporte, y
como dicen, el batir de las alas de una mariposa en Japón puede
ocasionar un huracán en el Caribe. No hace falta comerse una
galletica de la fortuna para saber que todos somos pasajeros en un
planeta que aguanta pero también pasa factura.
