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Cuento Chino
por Eli Bravo

viernes, 17 septiembre 2004


     

Un río prístino y otoñal. En su orilla un venerable anciano de larga barba enfundado en su bata de delicada seda, y sobre las aguas, un junco que baja con la corriente desde las montañas nubladas mientras unos ruiseñores surcan el cielo despejado. Una imagen ensoñadora y nostálgica que se repite una otra vez en todo restaurante chino. Un recordatorio de que en aquellas tierras el hombre armoniza su cuerpo con la naturaleza, su espíritu con las energías de la tierra.

¿Será la lumpia como la pintan? Más allá del grabado, el paisaje es otro.

Cinco de los siete principales ríos en China llevan aguas que no son aptas para el contacto humano, asunto delicado en un país con bajísimas reservas de líquido per capita y donde la mitad de la población, es decir, la menudencia de 600 millones de personas, consumen aguas con desechos animales o humanos. Mientras la economía se mantiene a todo vapor y unas 400 millones de personas han superado los límites de la pobreza extrema desde 1978 a la fecha (permitiendo que casi 300 millones de chinos tengan su teléfono celular) la nube negra del desarrollo ha cubierto las ciudades y ahora en la lista de las 20 más contaminadas del planeta, 16 están en China. Salsa de soya, por favor.

Los números de este país, tan gruesos como contradictorios, son ventilados en la edición del 21 de agosto de la revista The Economist. El diagnóstico no es nuevo: el país se mueve a un ritmo que no ha experimentado ninguna otra nación en la historia de la humanidad y las consecuencias para el ambiente son nefastas. China está viviendo los traumas que experimentaron otras naciones en su camino al desarrollo, como Inglaterra cuando fue cubierta por capas de hollín que vomitaban las fábricas en plena revolución industrial, y según el análisis que hace la publicación, toda nación que supera los escollos del desarrollo aumenta su conciencia ecológica y defiende el ambiente. Pero el asunto con China son los números: el monumental éxodo campesino ha metido 400 millones de personas en los centros urbanos, y para satisfacer la demanda de electricidad de los citadinos, el 70% de las plantas energéticas operan con carbón. El resultado es que la nación es la mayor emisora de dióxido de sulfuro (causante de severos problemas respiratorios) que regresa a la tierra como lluvia ácida, la cual a su vez riega un 25% del territorio nacional. ¿Alguien me acerca el arroz?

“Ignorados por años, los problemas ecológicos de China podrían poner al país económicamente de rodillas” escribe Elizabeth Economy en su libro El río corre negro. El director asistente de la Administración Estatal de Protección del Ambiente, el señor Pan Yúe, es un poco más directo al asegurar que “pronto nuestros recursos naturales serán insuficientes para mantener a nuestra población”. En una oportunidad Mao dijo que el hombre “debía conquistar a la naturaleza y así liberarse de ella” Por lo visto a Mao se le olvidó que la naturaleza es mucho más grande que el hombre, así como se le olvidó que la cultura no se puede arrancar de un hachazo, por más revolución que se intente.

            ¿Sucio futuro? El presidente Hu Jintao ha insistido últimamente que el desarrollo debe ser balanceado, y eso incluye el medio ambiente, pero mientras la cúpula se viste de verde, los organismos encargados de velar por los ecosistemas carecen de los recursos e incentivos para ir detrás de los grandes contaminadores. Un factor nuevo son las organizaciones no gubernamentales (pequeñas y bajo la mirada del gobierno) que abogan por la defensa del ambiente las cuales han logrado que algunos proyectos de desarrollo, como represas, sean detenidos por su impacto ambiental. Otro factor que entra en juego son los ciudadanos comunes: con el crecimiento de la población urbana, de mayor poder adquisitivo y que exige más y mejores acciones por sus impuestos, el gobierno y las empresas podrían verse forzados a actuar de forma rápida y efectiva.

            Mientras tanto, cada año salen de las ciudades chinas 168 millones de toneladas de basura sólida y solo un 20% es procesada de manera correcta. En dos tercios de esas urbes la calidad del aire no supera los estándares de la Organización Mundial de la Salud y en algunos ríos de la provincia de Guangdong hay 44 veces más plomo del permitido por el gobierno. Da como cosa en las costillitas ¿no?

            Todo esto sin mencionar que los problemas ambientales viajan sin pasaporte, y como dicen, el batir de las alas de una mariposa en Japón puede ocasionar un huracán en el Caribe. No hace falta comerse una galletica de la fortuna para saber que todos somos pasajeros en un planeta que aguanta pero también pasa factura.                                        Imprima el artículo Subir Página