Después
de la derrota sufrida en el referéndum del 2 de diciembre
pasado Chávez afronta un período de dificultades que, por
ahora, tiene difícil pronóstico. La situación económica, a
pesar de los muy altos precios petroleros, genera
preocupación y malestar en el ciudadano común, porque a la
inflación acelerada que supera –según cifras oficiales- el
22%, se añaden la escasez de muchos productos básicos y las
pocas inversiones que se realizan.
Pero Chávez no puede lanzarse
a actuar, ante estas dificultades, como él quisiera: después
del rechazo electoral a la implantación del socialismo el
teniente coronel no puede proceder a realizar expropiaciones
masivas y a estatizar la mayor parte de la producción del
país, como serían sus deseos. No tiene respaldo en la
opinión pública para hacerlo y no posee, siquiera, el apoyo
decidido de las propias fuerzas políticas que integran su
proyecto. Si es cierto que en el chavismo –y en general en
Venezuela- existe una mentalidad bastante favorable al
control del estado sobre la economía, es cierto también que
muy pocos son los que prefieren encaminarse a una economía
totalmente estatizada, de tipo cubano.
La situación podría
resolverse, como ha sucedido otras veces en Venezuela, si se
levantasen de una vez los controles que existen sobre la
economía. Esto, sin embargo resulta impensable ahora: para
el chavismo sería como abdicar de todas sus propuestas y
tomar las medidas “neoliberales”, favorables a la libertad
de mercado, que han sido el blanco de todos sus ataques. Si
bien se habla ahora de liberar la mayoría de los productos
de precio regulado y dejar “apenas” una cesta de 50
productos básicos bajo control, todavía no se ha adoptado
ninguna decisión firme y se extienden las discusiones en el
seno del aparato gubernamental y los grupos que apoyan al
chavismo.
En el frente político sucede
algo similar: después de la derrota de diciembre, que tuvo
que aceptar debido a la presión que ejercieron las fuerzas
armadas, Chávez está en la disyuntiva de persistir y
profundizar el curso revolucionario o, al contrario, detener
momentáneamente su proyecto y retroceder hacia una política
más moderada. En este último sentido debe mencionarse la
amnistía promulgada por el gobierno que, si bien limitada y
parcial, se agrega a algunas declaraciones conciliadoras del
mandatario, que mencionan la necesidad de ocuparse de la
economía y de ganar apoyos antes de proseguir se marcha
hacia el socialismo. Pero, simultáneamente, Chávez sigue
dando pronunciamientos incendiarios, como el que pide dejar
de considerar a las FARC como terroristas, e insiste en la
posibilidad de llamar a un nuevo referéndum para que el
electorado considere otra vez su propuesta de reelección
indefinida.
En el seno del chavismo se
discuten todas estas posibilidades, aunque dada la
naturaleza caudillista del régimen y su vocación autoritaria
las decisiones, en última instancia, sólo serán tomadas por
el jefe supremo y de un modo muy poco transparente. Con un
panorama internacional complicado, en el que no es probable
que haya mayores aumentos en el precio del petróleo y sí, en
cambio, grandes dificultades para sus aliados
internacionales, Chávez afronta un momento de debilidad y de
incertidumbre.
Por ahora, sin embargo, la
oposición no ha mostrado una real capacidad para aprovechar
esta coyuntura y se mantiene como a la expectativa, sin que
surjan de sus filas propuestas efectivas y motivadoras
capaces de rendirle frutos. Es cierto que existe un
creciente malestar en las fuerzas armadas -que en conjunto
tienden hacia una salida moderada- y que las futuras
elecciones de gobernadores pueden dar por resultado un mayor
debilitamiento del régimen. Pero esos comicios aún están muy
lejos, hacia el final de este año, y es mucho lo que puede
suceder en los largos meses que faltan para su realización.
Lo único seguro es que, en el
corto plazo, aumentarán las dificultades económicas de la
población: la bonanza de estos años pronto podrá terminar,
aumentará sin duda la inflación y la economía tenderá a
enfriarse, provocando malestar entre la ciudadanía común y
una respuesta cada vez más activa de los sindicatos. Un año
difícil, en suma, durante el cual habrá que estar muy
atentos a los posibles cambios que en todas las áreas se
produzcan.