Donde hay
clandestinidad, inevitablemente hay delación. La indignidad
de los métodos de la seguridad del Estado saltara a la
vista. Con una supuesta seguridad nacional quieren obligar
al ciudadano a ser confidente del Estado. Se sienten tan
inseguros en su pretensión de eternizarse en el poder, que
tienen a todos bajo sospecha y requieren del traidor que
señale al que no consiente y no coopera. Al que disiente, al
que resiste. Temen a la libertad de expresión, a los medios
independientes, a las nuevas tecnologías fuera de su
control. A la juventud.
En esta
republica de sapos que quieren edificar, la traición será
ordinaria entre los que apuntalan y los que queremos
desmontar el Estado totalitario y el miedo atormentara a
muchos. No solo es el temor de la culpa sino el de ser
desenmascarado o asesinado. De igual manera, se hará
obsesiva la idea del infiltrado. Todo conocido podrá ser el
Jueves de Chesterton. Habrá delatores que buscan beneficio
material. Judas antes que Jueves. Saber de alguno que sea el
delator o el infiltrado siempre es bueno, como Dante pensaba
de los homosexuales. El confidente es esencial en la
clandestinidad. Pero habrá confidentes que vigilan
confidentes. El entorno se plagara de un miedo a la delación
pues nadie estará libre de sospecha. Un tercio de la
sociedad optara por el consejo de Pareto y trataran de
mantenerse al margen, lo que no les será fácil. Así,
comienza a estar la Bolivariana de Venezuela, por no decir
nada de la debacle productiva que ya nos alcanza.
Venezuela es
una sociedad colaboracionista dispuesta a aislar y señalar
al disidente. Y dado que el miedo pinta espectros, el
disidente ve a todos como policías inmanentes. Y el agente
del G2 o del Estado vera a todos como disidentes o
clandestinos en principio.
Así, creamos
los hombres el infierno. Uno de esos infiernos es la
realidad socialista que esta por encima del orden legal. Es
un Estado que exige al ciudadano ser confidente de sus
cuerpos de seguridad revolucionaria. Es el poder de detener
a cualquiera que ha sido delatado. Un primer intento de
defenestrarlo es pretender reeducarlo. Por eso los cubanos
requieren ponerle la mano al sistema educativo. Creen que
ideologizando la educación pueden crear al hombre nuevo. Ya
Heberto Padilla nos lo había advertido en aquel verso de su
poesía.
“Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad./ Lo
primero: optimista./ Lo segundo: atildado, comedido,
obediente./ Y finalmente andar./ Como lo hace cada miembro:/
Un paso al frente, y dos o tres atrás;/ pero siempre
aplaudiendo./”
No nos harán
focas hemos señalado los disidentes. Los sucesos de Irán son
la última muestra de lo falso de esa pretensión. Los hijos
de la revolución ahora son verdes y quieren desmontar el
fundamentalismo de los mullah. Solo ha sido la muestra del
profundo rechazo al anacronismo de los sacerdotes dirigiendo
la sociedad. Solo riqueza y poder han acumulado. Anacronismo
paralelo, este que padecemos donde los militares han copado
el poder con líder, partido e intereses de permanecer por
siempre en el poder como pensamiento único. No permitiremos
llegar a ese estadio donde todos serán Jueves. Sea este mi
parecer con destino al poderoso que nos visita para
intimidarnos y que nos mostrara a la vez su miedo. La
historia lo arrastrara como la escorrentía alcanza a la
cloaca del destino. El futuro queda para el otro lado; en
Cuba solo nos ofrece el fracaso de un hombre y su generación
de hombres nuevos que han esclavizado a todos
convirtiéndolos en Jueves. Estas razones, me mueven a
repudiar la presencia de militares cubanos con armas
desfilando en Carabobo y a las focas legislando para la
delación y la traición.