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Todos serán Jueves
por Charles R. Páez Monzón
lunes, 29 junio 2009


Donde hay clandestinidad, inevitablemente hay delación. La indignidad de los métodos de la seguridad del Estado saltara a la vista. Con una supuesta seguridad nacional quieren obligar al ciudadano a ser confidente del Estado. Se sienten tan inseguros en su pretensión de eternizarse en el poder, que tienen a todos bajo sospecha y requieren del traidor que señale al que no consiente y no coopera. Al que disiente, al que resiste. Temen a la libertad de expresión, a los medios independientes, a las nuevas tecnologías fuera de su control. A la juventud.

En esta republica de sapos que quieren edificar, la traición será ordinaria entre los que apuntalan y los que queremos desmontar el Estado totalitario y el miedo atormentara a muchos.  No solo es el temor de la culpa sino el de ser desenmascarado o asesinado. De igual manera, se hará obsesiva la idea del infiltrado. Todo conocido podrá ser el Jueves de Chesterton. Habrá delatores que buscan beneficio material. Judas antes que Jueves. Saber de alguno que sea el delator o el infiltrado siempre es bueno, como Dante pensaba de los homosexuales. El confidente es esencial en la clandestinidad. Pero habrá confidentes que vigilan confidentes. El entorno se plagara de un miedo a la delación pues nadie estará libre de sospecha. Un tercio de la sociedad optara por el consejo de Pareto y trataran de mantenerse al margen, lo que no les será fácil. Así, comienza a estar la Bolivariana de Venezuela, por no decir nada de la debacle productiva que ya nos alcanza.

Venezuela es una sociedad colaboracionista dispuesta a aislar y señalar al disidente. Y dado que el miedo pinta espectros, el disidente ve a todos como policías inmanentes. Y el agente del G2 o del Estado vera a todos como disidentes o clandestinos en principio.

Así, creamos los hombres el infierno. Uno de esos infiernos es la realidad socialista que esta por encima del orden legal. Es un Estado que exige al ciudadano ser confidente de sus cuerpos de seguridad revolucionaria. Es el poder de detener a cualquiera que ha sido delatado. Un primer intento de defenestrarlo es pretender reeducarlo. Por eso los cubanos requieren ponerle la mano al sistema educativo. Creen que ideologizando la educación pueden crear al hombre nuevo. Ya Heberto Padilla nos lo había advertido en aquel verso de su poesía.

“Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad./ Lo primero: optimista./ Lo segundo: atildado, comedido, obediente./ Y finalmente andar./ Como lo hace cada miembro:/ Un paso al frente, y dos o tres atrás;/ pero siempre aplaudiendo./”

No nos harán focas hemos señalado los disidentes. Los sucesos de Irán son la última muestra de lo falso de esa pretensión. Los hijos de la revolución ahora son verdes y quieren desmontar el fundamentalismo de los mullah. Solo ha sido la muestra del profundo rechazo al anacronismo de los sacerdotes dirigiendo la sociedad. Solo riqueza y poder han acumulado. Anacronismo paralelo, este que padecemos donde los militares han copado el poder con líder, partido e intereses de permanecer por siempre en el poder como pensamiento único. No permitiremos llegar a ese estadio donde todos serán Jueves. Sea este mi parecer con destino al poderoso que nos visita para intimidarnos y que nos mostrara a la vez su miedo. La historia lo arrastrara como la escorrentía alcanza a la cloaca del destino. El futuro queda para el otro lado; en Cuba solo nos ofrece el fracaso de un hombre y su generación de hombres nuevos que han esclavizado a todos convirtiéndolos en Jueves. Estas razones, me mueven a repudiar la presencia de militares cubanos con armas desfilando en Carabobo y a las focas legislando para la delación y la traición.


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