En
Argentina, nadie anda matándose como en el siglo XIX
lo hicieran “federales” y “unitarios”. Aquella
conflagración feroz entre compatriotas ha quedado muy
lejos y es claro que otros son los tiempos que se
viven. Sin embargo, si bien se mira, lo que existe hoy
en el gran país del sur de América es una guerra
civil. No como las del siglo XIX. Tampoco como los
enfrentamientos que ensangrentaron a la nación durante
el siglo XX.
Pero es
una guerra civil. Parafraseando al rocambolesco
comandante venezolano Hugo Chávez y a sus alumnos
predilectos Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa
(Ecuador) y Daniel Ortega (Nicaragua) cuando hablan de
su “socialismo del siglo XXI”, lo que se aprecia hoy
en el escenario argentino es una “guerra civil del
siglo XXI”.
Paralizada por huelgas, protestas y más de 200
piquetes que impiden el libre tránsito en las rutas,
con los Kirchner dando palos de ciego y falseando a
propósito los datos reales de la economía
—especialmente, el de la inflación, que se ha
desbocado—, con enormes problemas energéticos que se
harán notar con toda crueldad en el invierno, sin
combustible suficiente y con una inconcebible pero
incipiente escasez de alimentos de primera necesidad,
Argentina se desliza hacia un despeñadero. Si el
gobierno del matrimonio de los Kirchner no hace algo
por detener este suicidio colectivo, el cimbronazo de
un nuevo derrumbe va a sacudir la estantería de buena
parte de la región.
Desgraciadamente, no parece que vaya a ser el caso.
Los Kirchner se comportan como ciegos y sordos. Ya lo
hicieron con Uruguay, en su absurdo enfrentamiento por
la instalación de una fábrica de celulosa en la ribera
oriental del río Uruguay. Hace un par de días, la
presidente Cristina Fernández de Kirchner volvió a
embestir contra los productores agropecuarios que hace
95 días mantienen un conflicto con su gobierno en
procura de que éste les afloje un poco con los
impuestos. Los productores están dispuestos a dejarse
robar por el matrimonio presidencial, pero no al punto
de terminar trabajando en exclusividad para los
Kirchner.
“Cuando uno mata la gallina de los huevos de oro,
pensando que así va a tener más oro, lo único que
consigue es una animal despanzurrado, pero no más
oro", advirtió en la Casa Rosada la jefa de Estado,
dirigiéndose a los productores en lucha. Pero como su
gobierno se niega a negociar nada con los productores,
la misma frase podría ser pronunciada por un hombre
del campo y dirigirla a la propia presidenta.
Como si el horno estuviera para bollos, Néstor
Kirchner, el esposo de Cristina y formalmente “ex
presidente” aunque, informalmente, “presidente en
ejercicio”, arengó el jueves 12 a los intendentes de
Buenos Aires. “No hay que equivocarse”, les dijo. “Acá
no se está discutiendo sobre las retenciones (para el
campo); acá se está discutiendo sobre el poder”.
La situación es grave y los analistas argentinos no
creen que vaya a mejorar, al menos en el corto plazo.
Hablando para la televisión, el filósofo Santiago
Kovadloff opinó que “Argentina es un país que vive un
proceso de autofagocitación” porque “se devora a sí
misma”. Mientras Kirchner (el marido) atacaba con
furia a la “derecha golpista” y a los “fierros
mediáticos”,
Kovadloff recordaba serenamente que durante el primer
gobierno del matrimonio (el de Néstor, 2003-2007), el
Poder Ejecutivo neutralizó “a las restantes instancias
del poder republicano, para concentrar el protagonismo
de la política en el Ejecutivo”.
Desde que hace seis meses el bastón de mando apenas
cambió de mesa de luz, hasta la Presidencia ha sido
devorada porque, explicó Kovadloff, “el poder es
ejercido en este momento desde afuera del Poder
Ejecutivo por alguien que, a fin de sostenerse en el
poder, está dispuesto a no disimular la
intrascendencia de las instituciones”.
Con la devaluación del valor de la palabra como
instrumento de diálogo político, la democracia
argentina está seriamente afectada. “Donde importa la
palabra de un hombre, no importa el diálogo entre los
hombres”, resaltó el destacado filósofo.
Y remató: “la caracterización de fondo de lo que está
ocurriendo en Argentina es la omnipotencia de un
discurso autorreferente, que no tolera ningún matiz
que contradiga la verdad que ese discurso se adjudica
(...). Yo he conocido pocos hombres tan alejados de la
política, democráticamente entendida, y tan cercanos a
la política, bursátilmente entendida. Néstor Kirchner
hace negocios: vende y compra gente e ideas. Todo lo
tramita comercialmente. No puede concebir el poder
como un instrumento de la democracia. Necesita la
democracia endeble como una herramienta fructífera del
poder hegemónico”.
La situación de Argentina es muy grave para ella
misma, pero también lo es para la estabilidad
política, institucional y económica de toda la región.
Junto con Brasil y México, es uno de los países que
más pesa en el subcontinente. Si uno de los que
debería liderar y dar ejemplo a los demás se coloca al
borde del abismo y la única solución que encuentra es
dar un paso adelante, ningún latinoamericano debería
dejarse ganar por la indiferencia ante tamaño
desatino.
cpaolillo@busqueda.com.uy