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La guerra civil argentina
Claudio Paolillo
lunes, 16 junio 2008


En Argentina, nadie anda matándose como en el siglo XIX lo hicieran “federales” y “unitarios”. Aquella conflagración feroz entre compatriotas ha quedado muy lejos y es claro que otros son los tiempos que se viven. Sin embargo, si bien se mira, lo que existe hoy en el gran país del sur de América es una guerra civil. No como las del siglo XIX. Tampoco como los enfrentamientos que ensangrentaron a la nación durante el siglo XX.

Pero es una guerra civil. Parafraseando al rocambolesco comandante venezolano Hugo Chávez y a sus alumnos predilectos Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador) y Daniel Ortega (Nicaragua) cuando hablan de su “socialismo del siglo XXI”, lo que se aprecia hoy en el escenario argentino es una “guerra civil del siglo XXI”.

Paralizada por huelgas, protestas y más de 200 piquetes que impiden el libre tránsito en las rutas, con los Kirchner dando palos de ciego y falseando a propósito los datos reales de la economía —especialmente, el de la inflación, que se ha desbocado—, con enormes problemas energéticos que se harán notar con toda crueldad en el invierno, sin combustible suficiente y con una inconcebible pero incipiente escasez de alimentos de primera necesidad, Argentina se desliza hacia un despeñadero. Si el gobierno del matrimonio de los Kirchner no hace algo por detener este suicidio colectivo, el cimbronazo de un nuevo derrumbe va a sacudir la estantería de buena parte de la región.

Desgraciadamente, no parece que vaya a ser el caso. Los Kirchner se comportan como ciegos y sordos. Ya lo hicieron con Uruguay, en su absurdo enfrentamiento por la instalación de una fábrica de celulosa en la ribera oriental del río Uruguay. Hace un par de días, la presidente Cristina Fernández de Kirchner volvió a embestir contra los productores agropecuarios que hace 95 días mantienen un conflicto con su gobierno en procura de que éste les afloje un poco con los impuestos. Los productores están dispuestos a dejarse robar por el matrimonio presidencial, pero no al punto de terminar trabajando en exclusividad para los Kirchner.

“Cuando uno mata la gallina de los huevos de oro, pensando que así va a tener más oro, lo único que consigue es una animal despanzurrado, pero no más oro", advirtió en la Casa Rosada la jefa de Estado, dirigiéndose a los productores en lucha. Pero como su gobierno se niega a negociar nada con los productores, la misma frase podría ser pronunciada por un hombre del campo y dirigirla a la propia presidenta.

Como si el horno estuviera para bollos, Néstor Kirchner, el esposo de Cristina y formalmente “ex presidente” aunque, informalmente, “presidente en ejercicio”, arengó el jueves 12 a los intendentes de Buenos Aires. “No hay que equivocarse”, les dijo. “Acá no se está discutiendo sobre las retenciones (para el campo); acá se está discutiendo sobre el poder”.

La situación es grave y los analistas argentinos no creen que vaya a mejorar, al menos en el corto plazo. Hablando para la televisión, el filósofo Santiago Kovadloff opinó que “Argentina es un país que vive un proceso de autofagocitación” porque “se devora a sí misma”. Mientras Kirchner (el marido) atacaba con furia a la “derecha golpista” y a los “fierros mediáticos”,
Kovadloff recordaba serenamente que durante el primer gobierno del matrimonio (el de Néstor, 2003-2007), el Poder Ejecutivo neutralizó “a las restantes instancias del poder republicano, para concentrar el protagonismo de la política en el Ejecutivo”.

Desde que hace seis meses el bastón de mando apenas cambió de mesa de luz, hasta la Presidencia ha sido devorada porque, explicó Kovadloff, “el poder es ejercido en este momento desde afuera del Poder Ejecutivo por alguien que, a fin de sostenerse en el poder, está dispuesto a no disimular la intrascendencia de las instituciones”.

Con la devaluación del valor de la palabra como instrumento de diálogo político, la democracia argentina está seriamente afectada. “Donde importa la palabra de un hombre, no importa el diálogo entre los hombres”, resaltó el destacado filósofo.

Y remató: “la caracterización de fondo de lo que está ocurriendo en Argentina es la omnipotencia de un discurso autorreferente, que no tolera ningún matiz que contradiga la verdad que ese discurso se adjudica (...). Yo he conocido pocos hombres tan alejados de la política, democráticamente entendida, y tan cercanos a la política, bursátilmente entendida. Néstor Kirchner hace negocios: vende y compra gente e ideas. Todo lo tramita comercialmente. No puede concebir el poder como un instrumento de la democracia. Necesita la democracia endeble como una herramienta fructífera del poder hegemónico”.

La situación de Argentina es muy grave para ella misma, pero también lo es para la estabilidad política, institucional y económica de toda la región. Junto con Brasil y México, es uno de los países que más pesa en el subcontinente. Si uno de los que debería liderar y dar ejemplo a los demás se coloca al borde del abismo y la única solución que encuentra es dar un paso adelante, ningún latinoamericano debería dejarse ganar por la indiferencia ante tamaño desatino.

cpaolillo@busqueda.com.uy
      

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 El autor es Director del semanario uruguayo "Búsqueda" y Vicepresidente Regional de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)


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