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La editora en jefe
Claudio Paolillo
viernes, 11 abril 2008


La presidenta de la Argentina, Cristina Fernández, no sólo está copiando lo peor del prepotente gobierno de su esposo, sino que lo está empeorando. La esposa de Néstor Kirchner sigue hostilizando, como su cónyuge, a la prensa independiente o crítica con insultos y discriminación publicitaria, pero ahora dio otro paso: decidió controlar oficialmente el ejercicio del periodismo a través de la creación de un "Observatorio de Discriminación de los Medios". Como si fuera una emperadora romana, la presidenta subirá o bajará el pulgar sobre el trabajo de los periodistas juzgando cómo salen parados ella y su gobierno de cada cobertura noticiosa. Como en la antigua Roma, cuando baje el pulgar mandará a las víctimas a los "leones" de la fuerza de choque ilegal del mafioso piquetero Luis D'Elía, quien ya anunció que está dispuesto a matar a quienes se opongan al gobierno de la dupla presidencial.

La presidenta quiere que el sueño que abrigó su esposo se transforme en realidad durante su gobierno; el sueño de agregar a su posición institucional, otro cargo: el de convertirse en la "Editora en Jefe de la Nación", desde la cúspide del poder.

Desde que a comienzos de abril la presidenta llamó a tener, en forma "imperiosa", una "mirada reflexiva sobre cómo nos informan a los argentinos", desde que habló de los "generales mediáticos", desde que le dijo "mafioso" al dibujante Hermenegildo Sábat por una caricatura y desde que creó el mentado "Observatorio", las más diversas voces se han alzado para denunciar sus propósitos de inocultable tufillo autoritario. La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) dijo que el gobierno "parece haber elegido a los medios como enemigos a vencer" y que busca "controlar el periodismo"; Earl Maucker, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), declaró no entender "por qué el gobierno desea intervenir en cuestiones que sólo le competen a la sociedad civil"; el periodista Jorge Lanata, director del diario "Crítica de la Argentina", escribió: "nunca, en toda mi carrera, vi esta obsesión del gobierno por los medios (...). Los ministros conocen el nombre exacto de los cronistas (...), guardan sus recortes y los increpan por teléfono. La presidenta o el presidente, o ambos, llaman con nombre y apellido a columnistas con los que discuten en público. Todavía no sucedió que D'Elía saliera a pegarle a alguno"; y el diario "El País" de Madrid advirtió que "el gobierno argentino busca controlar el kiosko".

El "gobier-periodismo" que procura instalar en Argentina el matrimonio presidencial difiere en la forma, pero no en el fondo, del "gobier-periodismo" que impulsan Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y, aunque a varios cuerpos de distancia y con menos entusiasmo militante, Nicanor Duarte en Paraguay, Tabaré Vázquez en Uruguay y Alvaro Uribe en Colombia.

El "gobier-periodismo" no es una novedad histórica. Desde tiempos inmemoriales, gobiernos de sesgo prepotente, autoritario o totalitario han presionado a la prensa y a los periodistas para que sólo publiquen alabanzas sobre lo que hacen o lo que dejan de hacer. Las presiones han ido desde el asesinato hasta la llamada intimidatoria, pasando por los "códigos de ética" impuestos, legislaciones represivas, discriminación en las pautas publicitarias, "aprietes" físicos y verbales, y una retahíla de acciones que se repiten y se repiten con el paso del tiempo.

Siempre hubo y habrá lucha por la libertad de expresión. A veces, hay buenas noticias. Como, por citar un ejemplo al azar, la del 14 de octubre de 1868, cuando la Junta Revolucionaria de Zaragoza, en España, dictaminó que el Estado "no puede atentar" contra los "derechos individuales" de las personas porque éstos son "superiores" a aquél y declaró entre los "derechos ilegislables" la "libertad de imprenta sin depósito, sin editor y sin penalidad especial".

Para la Argentina del matromonio K, y para muchos de los gobiernos actuales de América Latina, la Junta de Zaragoza sería considerada una horda de "golpistas" y "mafiosos"; un grupo que los Kirchner y los Chávez no dudarían un instante en arrojar al ruedo para que fueran devorados por los "leones".     

cpaolillo@busqueda.com.uy
      

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 El autor es Director del semanario uruguayo "Búsqueda" y Vicepresidente Regional de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)


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