La
presidenta de la Argentina, Cristina Fernández, no
sólo está copiando lo peor del prepotente gobierno de
su esposo, sino que lo está empeorando. La esposa de
Néstor Kirchner sigue hostilizando, como su cónyuge, a
la prensa independiente o crítica con insultos y
discriminación publicitaria, pero ahora dio otro paso:
decidió controlar oficialmente el ejercicio del
periodismo a través de la creación de un "Observatorio
de Discriminación de los Medios". Como si fuera una
emperadora romana, la presidenta subirá o bajará el
pulgar sobre el trabajo de los periodistas juzgando
cómo salen parados ella y su gobierno de cada
cobertura noticiosa. Como en la antigua Roma, cuando
baje el pulgar mandará a las víctimas a los "leones"
de la fuerza de choque ilegal del mafioso piquetero
Luis D'Elía, quien ya anunció que está dispuesto a
matar a quienes se opongan al gobierno de la dupla
presidencial.
La presidenta quiere que
el sueño que abrigó su esposo se transforme en
realidad durante su gobierno; el sueño de agregar a su
posición institucional, otro cargo: el de convertirse
en la "Editora en Jefe de la Nación", desde la cúspide
del poder.
Desde que a comienzos de
abril la presidenta llamó a tener, en forma
"imperiosa", una "mirada reflexiva sobre cómo nos
informan a los argentinos", desde que habló de los
"generales mediáticos", desde que le dijo "mafioso" al
dibujante Hermenegildo Sábat por una caricatura y
desde que creó el mentado "Observatorio", las más
diversas voces se han alzado para denunciar sus
propósitos de inocultable tufillo autoritario. La
Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA)
dijo que el gobierno "parece haber elegido a los
medios como enemigos a vencer" y que busca "controlar
el periodismo"; Earl Maucker, presidente de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), declaró no
entender "por qué el gobierno desea intervenir en
cuestiones que sólo le competen a la sociedad civil";
el periodista Jorge Lanata, director del diario
"Crítica de la Argentina", escribió: "nunca, en toda
mi carrera, vi esta obsesión del gobierno por los
medios (...). Los ministros conocen el nombre exacto
de los cronistas (...), guardan sus recortes y los
increpan por teléfono. La presidenta o el presidente,
o ambos, llaman con nombre y apellido a columnistas
con los que discuten en público. Todavía no sucedió
que D'Elía saliera a pegarle a alguno"; y el diario
"El País" de Madrid advirtió que "el gobierno
argentino busca controlar el kiosko".
El "gobier-periodismo" que
procura instalar en Argentina el matrimonio
presidencial difiere en la forma, pero no en el fondo,
del "gobier-periodismo" que impulsan Hugo Chávez en
Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en
Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y, aunque a varios
cuerpos de distancia y con menos entusiasmo militante,
Nicanor Duarte en Paraguay, Tabaré Vázquez en Uruguay
y Alvaro Uribe en Colombia.
El "gobier-periodismo" no
es una novedad histórica. Desde tiempos inmemoriales,
gobiernos de sesgo prepotente, autoritario o
totalitario han presionado a la prensa y a los
periodistas para que sólo publiquen alabanzas sobre lo
que hacen o lo que dejan de hacer. Las presiones han
ido desde el asesinato hasta la llamada intimidatoria,
pasando por los "códigos de ética" impuestos,
legislaciones represivas, discriminación en las pautas
publicitarias, "aprietes" físicos y verbales, y una
retahíla de acciones que se repiten y se repiten con
el paso del tiempo.
Siempre hubo y habrá lucha
por la libertad de expresión. A veces, hay buenas
noticias. Como, por citar un ejemplo al azar, la del
14 de octubre de 1868, cuando la Junta Revolucionaria
de Zaragoza, en España, dictaminó que el Estado "no
puede atentar" contra los "derechos individuales" de
las personas porque éstos son "superiores" a aquél y
declaró entre los "derechos ilegislables" la "libertad
de imprenta sin depósito, sin editor y sin penalidad
especial".
Para la Argentina del
matromonio K, y para muchos de los gobiernos actuales
de América Latina, la Junta de Zaragoza sería
considerada una horda de "golpistas" y "mafiosos"; un
grupo que los Kirchner y los Chávez no dudarían un
instante en arrojar al ruedo para que fueran devorados
por los "leones".
cpaolillo@busqueda.com.uy