El
13 de febrero pasado, tres médicos del Ministerio de
Salud de Venezuela emitieron un comunicado en nombre
del "Gobierno Bolivariano" de Hugo Chávez, por el cual
se prohíbe siquiera especular con la posibilidad de
que el presidente esté loco.
El comunicado —una más de las tantas violaciones a la
libertad de expresión que caracterizan al "Gobierno
Bolivariano"— está dirigido "al soberano y a los
colegas, amigos y compatriotas del área de salud
mental". Lo firman los doctores Lionel Muñoz Coll
(coordinador nacional del Area de Salud Mental),
Ronald Sánchez Vera (coordinador nacional del Proyecto
Comunidad Segura y Vida Plena) y Edgar Rivera
(director general de Programas de Salud).
A pesar de que los destinatarios de la advertencia
son el "soberano" y los que trabajan en "salud
mental", como siempre el régimen de Chávez anuncia que
"se tomarán las medidas correspondientes" y se
"responsabilizará" a "los medios de comunicaciones,
impresos, radiales y televisivos" que "faciliten el
uso y abuso del irrespeto de la Majestad del Estado y
de nuestro Presidente".
Conociendo los incontables argumentos que, semana
tras semana, el presidente Chávez aporta sin que nadie
se los pida para que cualquiera pueda afirmar,
empleando simplemente el sentido común, que "este
hombre está loco", no es de extrañar que ciudadanos
comunes y medios de comunicación venezolanos y
extranjeros hayan manejado, seriamente, esa
posibilidad en sus comentarios privados o
periodísticos.
Un presidente que permanece, él solo, horas y horas
delante de una cámara de televisión mezclando en esas
comparecencias los comentarios más estúpidos y
triviales con los anuncios más graves que uno pueda
imaginar; un presidente que desafina sin pudor cuando
canta rancheras y boleros en actos públicos; un
presidente que le dice a su ministro de Defensa
"mándeme 10 batallones para la frontera con Colombia",
jugando a la guerra como un auténtico irresponsable;
un presidente que un día jura por su "santa madrecita"
que jamás apoyará a las FARC y otro día reclama para
esa fuerza subversiva narco-guerrillera que la
comunidad internacional la reconozca como un "ejército
beligerante"; un presidente que ha tenido la fortuna
durante su mandato de que los precios del petróleo —el
principal commodity que produce— se fueran a las
nubes, gracias a lo cual la petrolera estatal PDVSA le
entregó sólo entre los años 2001 y 2007 la friolera de
155.867 millones de dólares, y que mantiene uno de los
índices de pobreza más altos de la región; en fin, un
presidente así, en cualquier país del mundo, puede
legítimamente ser tildado de loco, demente, insano o
minusválido mental.
El problema, además del ataque a la libertad de
expresión que supone la nueva prohibición, es que si
Chávez no está loco, entonces es plenamente consciente
de todo lo que hace. Lo mejor que le puede pasar a
Chávez con todos los desastres que está perpetrando
desde su gobierno, es que los venezolanos y el resto
del planeta atribuyan eso a una enfermedad mental.
Esto es, a que al no estar Chávez en sus cabales, no
puede darse cuenta de todo el mal que está provocando
a su país y a América Latina.
Lo mejor que puede hacer en su favor el presidente
"bolivariano", si en verdad no está loco, es permitir
que le digan loco. La historia absolvería mucho más
fácilmente a un débil mental que a un maldito cabrón.
cpaolillo@busqueda.com.uy