Se
cuenta que en una ocasión, en plena guerra civil española, don
Miguel de Unamuno, el ilustre rector de la Universidad de
Salamanca, se enfrentó a la soldadesca fascista que había
penetrado en el recinto universitario, y los increpó con la
siguiente frase, que ha pasado a la historia como emblema de la
dignidad y la inteligencia frente a la villanía y la barbarie :
³¡Vosotros venceréis, pero no convenceréis!².
¿Qué quiso decir, o mejor, qué dijo don Miguel con esa frase? Sin
duda que en esta se simboliza la pugna entre la inteligencia y la
fuerza bruta. En efecto, se puede vencer con la fuerza de
las armas, pero sólo se puede convencer con la fuerza de
las palabras y de la razón.
Vencer es palabra polisémica. El DRAE registra de ella
quince acepciones, unas referidas a las cosas materiales, otras a
las inmateriales. Se puede, así, vencer en el terreno
físico, como vence el boxeador a su contrincante, o una
cuesta el caminante, o el canceroso a su mal maligno; pero también
se puede vencer en el terreno de lo inmaterial, como el
poeta que vence en un certamen literario, el abogado que
vence en un juicio o la mujer que vence en un
concurso de belleza.
En cambio, de convencer el mismo diccionario da sólo dos
acepciones: ³Incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a
mudar de dictamen o de comportamiento. || 2. Probar algo de manera
que racionalmente no se pueda negar².
Como se ve, vencer abarca el terreno de lo material lo
mismo que el moral o inmaterial, pero convencer sólo se
aplica en este último.
La definición de convencer en el DRAE es adecuada, pero
demasiado escueta y un tanto inexpresiva, seguramente por su
lenguaje académicamente seco y tecnicista. En la práctica el verbo
convencer, y sus derivados, como convencimiento,
convencido, covincente, etc., se aplican con mayor
vivacidad y fuerza de lo que pareciera desprenderse de aquella
definición.
Se convence, ciertamente con razones. El convencimiento
es, así, una hermosa operación humana, en que la inteligencia de
uno somete a la inteligencia de otro u otros a una operación de
persuasión, de demostración de una verdad mediante demostraciones
y comprobaciones que terminan por ser admitidas por el otro u
otros. Lo cual no tiene nada que ver con el llamado lavado de
cerebro, pues en este no hay convencimiento, sino
imposición de criterios o creencias mediante procedimientos y
habilidades en esencia inescrupulosos, sin un verdadero fundamento
en la razón y la verdad. Obviamente, tampoco se puede convencer
con mentiras y falacias, y en ambos casos el engaño termina por
descubrirse, y el aparente convencimiento logrado de ese
modo se viene abajo aparatosamente, y casi siempre causa una
reacción de indignación y de rechazo contra el autor del engaño.
No hay nada más frustrante y vergonzosa que descubrir que nos han
engañado.
Convencer es de origen latino. Deriva del verbo
convincere, palabra compuesta formada por la partícula cum
(con) y el verbo vincere (vencer).
