Controversia sobre el Papel de la Mujer en la Biblia
por Roberto Palmitesta

En los primeros años del nuevo siglo, el llamado “libro de los libros” está siendo  objeto de estudio y controversia en diversos ámbitos. Por una parte, están algunas académicas que –en su afán de lograr una mayor valoración del papel de la mujer en el mundo moderno-  están re-interpretando algunos personajes bíblicos como Eva y María Magdalena; por otra parte, están algunos novelistas  como Dan Brown, que tratan de explotar ciertas lagunas en la Biblia para derivar interesantes especulaciones que sirvan de aderezo a tramas detectivescas, como en su actual best-seller de “ficción religiosa”, El código Da Vinci. Al mismo tiempo, el cine y la televisión le han dedicado recientemente más énfasis a los personajes bíblicos femeninos en películas y documentales.

La Biblia, ¿un libro machista?

En los medios se observa una renovada campaña encuadrada dentro la tendencia feminista. No hay duda que tanto en el judaísmo y el cristianismo como en el islamismo, la mujer ha sido mantenida siempre en un plano secundario, y no solamente en los asuntos eclesiásticos sino también en el área social, acorde con la tendencia patriarcal -y veladamente machista- que ha dominado en asuntos sociales desde la más remota antigüedad, quizás debido a la importancia de la fuerza bruta en la obtención del poder. Por eso se han destacado pocos personajes del sexo femenino en la antigüedad, algo que ha continuado también en el último milenio, donde –según el conocido programa Biografía del canal A&E- de las cien personas más importantes de ese período (en el mundo anglo-europeo, por supuesto) apenas aparecen una decena de mujeres, entre ellas Juana de Arco, Isabel la Católica, las Reinas Isabel I y  Victoria de Inglaterra y Maria Curie, sin olvidar a Margaret Sanger, una aguerrida pionera de la liberación femenina por su campaña en pro de los métodos anticonceptivos.  

Curiosamente, también en la Biblia se mantiene esa misma proporción, pues los eruditos señalan que de los tres mil personajes mencionados en el libro, apenas una décima parte son mujeres. Un caso muy significativo aportado por estudios recientes es el de María Magdalena, un personaje clave y bastante subestimado del Nuevo Testamento. Aún hoy día, para la mayoría de los creyentes este personaje no deja de ser “la pecadora arrepentida”, redimida por Jesús y anexada tardíamente al creciente número de seguidores del mensaje cristiano. 

El feminismo reinterpreta la Biblia

La discutible relación entre los dos personajes bíblicos, es precisamente el punto de partida de una campaña protagonizada por un grupo de eruditos de escuelas de religión y filosofía de varias universidades norteamericanas (Brandeis, Harvard, Vanderbilt y Georgetown, entre ellas), que ven en María Magdalena como una especie de heroína feminista, por su individualismo y fuerza de voluntad. Ellas se basan en una lectura más acuciosa de los evangelios, libros donde no se menciona específicamente su actividad de prostituta, una profesión que le fuera atribuida erróneamente por la Iglesia en la temprana Edad Media. Incluso, la misma Iglesia Católica reconoció hace unas tres décadas su valía al declararla santa, pero de todos modos no pudo borrar de la mentalidad pública el rol de ramera atribuido originalmente, algo que pasó a formar parte de la mitología cristiana.

De este modo, el personaje de María de Magdalena, la seductora supuestamente promiscua redimida por Jesucristo al  exorcizarle ‘los siete demonios’, ha sido objeto de estudios eruditos en años recientes, como el de la doctora en estudios religiosos Jane Schaberg en su libro La resurrección de María Magdalena, donde se comenta minuciosamente sus valiosos aportes al cristianismo primitivo. Y pocos pueden dudar de su rol protagónico, al ser ella la encargada de anunciar a los escépticos apóstoles la resurrección de Jesucristo, pues en los evangelios aparece como la primera en notar la tumba vacía del mártir crucificado. Así que, además de este rol providencial, se le quiere dar ahora una importancia casi equivalente a la de los apóstoles, ya que aparentemente ayudó tanto a organizar como a financiar las actividades de la iglesia emergente en Palestina y otros lugares del mediano oriente.

Con su énfasis en la relevancia de esta mujer en la Biblia, las expertas tratan de borrar ciertas alusiones peyorativas en otros pasaje bíblicos, desde la mítica Eva –la eterna tentadora- hasta la ‘pecadora’ Maria Magdalena, pasando por la esclava egipcia Hagar (madre de Ismael, ascendiente de los árabes e hijo del patriarca Abraham), y Rahab, la prostituta-heroína en el libro de Josué, luego ascendiente de David y, eventualmente, de Jesús. Asimismo, las estudiosas tratan  de criticar indirectamente el humillante dominio masculino en los asuntos eclesiásticos, un debate todavía vigente, especialmente en un Catolicismo donde se sigue excluyendo del clero a las mujeres, a pesar de los reclamos de muchos creyentes y de la exaltación de la otra María, la madre de Jesús, considerada también tardíamente como la santa mayor de la Iglesia.

De pionera religiosa a personaje literario

Pero es en la ficción novelesca donde María Magdalena sale mucho más reivindicada, pues en un libro del autor norteamericano Dan Brown, El código Da Vinci, se le atribuye ciertas sorprendentes aventuras que la llevan con otros fieles hasta la región francesa de Provenza, donde María es acogida por una secta secreta (asociada luego a los rebeldes Templarios), que persiste hasta la era moderna y que contó con miembros de la talla de Newton, Botticelli, Víctor Hugo y Leonardo da Vinci. Incluso se propone –apoyándose en algunos datos de dudosa historicidad - que de esta secta provinieron los reyes Merovingios, supuestamente descendientes directos de Jesucristo y María Magdalena. El discutido Brown, un estudioso de la Biblia -y autor de otros best sellers de trasfondo religioso- va más allá en sus especulaciones, y hasta sugiere que María Magdalena no sólo pudo haber sido la esposa de Jesús sino que –por el hijo que gestó- puede ser la personificación del famoso Santo Grial, o sea el cáliz utilizado por Jesucristo en la última cena, lo cual explicaría que ese objeto nunca hubiera sido encontrado, a pesar de los esfuerzos de cruzados y tantos voluntariosos.

El título del libro de Brown se refiere a que Leonardo, miembro destacado de esa secta, colocó a propósito a María Magdalena en su famoso fresco milanés, La última cena, mural milagrosamente salvado de la destrucción en la guerra mundial y ahora restaurado con gran dificultad. En la trama de su novela, donde se investiga la muerte de un curador de pintura renacentista del museo del Louvre, Brown relaciona el asesinato con algo que averiguó en vida el experto en el cuadro de la Mona Lisa, y que apunta a que, en el fresco davinciano de la última cena en Milán, falta inexplicablemente el cáliz donde beben el vino, luego conocido como el Santo Grial. Pero el experto asegura que no fue así, sino que ese objeto lo representa el (la) joven que está a la derecha de Jesucristo, que no es el apóstol Juan como se supone generalmente, sino una mujer, y específicamente María Magdalena, quien ya había sido integrada al grupo de los apóstoles como compañera de Jesús. Esta aparente blasfemia, que sugiere la presencia de una mujer de dudoso pasado en medio de los santos apóstoles, es el móvil del crimen del curador del Louvre, de manos de fanáticos creyentes que desean evitar la divulgación de ese nuevo y trascendental detalle.

Una trama algo fantasiosa, como en todo trabajo de ficción, pero que aparentemente gusta a muchos lectores, pues sólo de la edición inglesa se han vendido casi cinco millones de ejemplares, un éxito de librería realmente descomunal. Algo similar sucedió hace un par de décadas con el libro de Umberto Eco, El nombre de la Rosa, (donde unos monjes fanáticos tratan de suprimir el hallazgo de un libro sacrílego), y años antes con la novela El documento Q, (también adaptado para una miniserie televisiva) donde se plantea que el Vaticano trata de evitar la publicación de un documento original de tiempos bíblicos donde se niega la divinidad de Jesucristo.

María Magdalena en operetas y películas

También en las artes teatrales y audiovisuales se está utilizando libremente el personaje de Maria Magdalena para proveer una faceta romántica relacionada con Jesús. En los años 70 vimos a Jesucristo Superestrella, una opereta rock que causó furor en el teatro y el cine… además de no pocas condenas eclesiásticas y protestas públicas. Ahora, en otro musical de Broadway (titulado Hero: a rock opera) aparece una protagonista llamada ‘Maggie’, que representa a una Maria Magdalena bastante combativa, muy diferente a la ramera de la mitología cristiana anterior a 1969 y más a tono con una heroína feminista de los tiempos modernos.

Este nuevo rol empezó a notarse en una polémica obra del novelista  Nikos Kazantzakis, La última tentación de Cristo, escrita en los años 60 y luego convertida en película por Martin Scorsese en 1988. Ambas obras causaron revuelo y fueron prohibidas en algunos países del mundo cristiano, pues se sugería abiertamente que Jesucristo pudo haber tenido no sólo relaciones sexuales con la pecadora redimida, sino haber formado una familia con una mujer de dudosa reputación.  En realidad Kazantzakis –excomulgado por la iglesia Ortodoxa griega- sólo especulaba teóricamente con la idea, como un deseo postrero del atormentado Nazareno en la cruz, tratando de mostrar a un Mesías más humano y menos divino. Todo esto, acorde con una tendencia moderna de desmitificar un poco el personaje de Jesús y resaltar sus valores éticos, sin enfatizar los  aspectos sobrenaturales de su controvertida carrera.

El personaje de Maria Magdalena no pudo ser ignorado ni  siquiera por un creyente tradicionalista como Mel Gibson, en su curioso filme hablado en latín y arameo, La Pasión de Cristo, (a estrenarse en febrero de 2004), donde la coloca en un rol central, e incluso permite que sea personificada por la actriz más sensual del cine italiano, Monica Bellucci, quizás para aliviar un poco el angustioso dramatismo de la cinta, que contiene escenas bastante realistas según lo que se ha sabido de la obra. Por último, un reciente especial televisivo  de dos horas de la cadena ABC, titulado Maria Magdalena y el Código Da Vinci,  atrajo un descomunal interés en su estreno y ya ha sido trasmitido por la TV satelital traducido al español, de paso aumentando las ventas de la polémica novela de Dan Brown, arriba comentada.

Evidentemente, con este controvertido personaje femenino se ha encontrado una veta artística muy rentable en la literatura y las artes escénicas, demostrando que la irreverencia religiosa da buenos frutos pecuniarios en manos de periodistas, novelistas y cineastas ingeniosos en esta era secular y materialista, siempre en busca de novedades impactantes para atraer al público a las librerías, los teatros o las pantallas de televisión.

Jesucristo, personaje misterioso

No sólo la vida de María Magdalena, sino también la de su maestro han sufrido numerosas manipulaciones a lo largo de los siglos. En tiempos modernos, sin el temor a excomuniones y persecuciones como en otras épocas, no sólo los novelistas sino algunos eruditos contemporáneos como el teólogo Rudolf Bultmann y el misionero Albert Schweitzer han tratado de desmitificar el máximo personaje del Cristianismo, atribuyéndole una significación más espiritual que histórica, en vista de que la fe no es asunto de raciocinio y evidencias, sino de creencias íntimas y aprendidas, a veces inculcadas tempranamente en el seno familiar, cuando el joven todavía no dispone de un razonamiento crítico.

Pero estos autores no dejan de ser creyentes tratando de apuntalar su fe, pues si vamos a los historiadores, no hay mucho material fidedigno y sustancioso para demostrar no sólo la divinidad, sino la existencia misma de Jesucristo, un personaje mundial tan relevante que ha debido figurar en más que unas pocas líneas de libros de historiadores romanos como Tácito y Suetonio, escritos a inicios del siglo II. El historiador más citado por los cristianos es el judío romanizado Flavio Josefo, quien le dedica a Jesús apenas un párrafo – probablemente interpolado- en su extensa obra de 20 volúmenes, Antigüedades de los judíos. Para muchos, Josefo estaba relatando eventos de segunda mano, en vista que no pudo haber sido testigo de la carrera del Mesías, al haber nacido el historiador alrededor del año 37 de la era cristiana.

Asimismo, al evangelio de Lucas y las epístolas de Pablo podría dársele la misma interpretación, ya que se sabe que estos autores no conocieron personalmente a Jesucristo. Igualmente, se sospecha de los demás evangelistas (Mateo, Marcos y Juan), -quienes  escribieron sus obras varias décadas después de la crucifixión- quizás no fueran los mismos apóstoles, sino simples discípulos que relataron la vida del fundador basándose en relatos orales. Sean quienes fueran los autores, sus textos fueron luego copiados, editados, traducidos y reinterpretados varias veces hasta que se publicara la Biblia oficial de la Iglesia, con textos escogidos por obispos en el siglo IV en los Concilios de Nicea y Cartago. Por ende, la Biblia representa una antología hecha por funcionarios parcializados de la Iglesia, quienes excluyeron ciertos evangelios apócrifos como los de Tomás y Felipe, por contener pasajes polémicos que pudieran ahondar la múltiples contradicciones menores entre los cuatro evangelios canónicos.  El impactante hallazgo de los Rollos del Mar Muerto en 1947, con escritos pertenecientes a la secta de los Esenios y que hablan de un “maestro de la rectitud” -mucho antes de la época de Jesús y con similares prédicas y preceptos morales- arrojan un velo adicional de  misterio y controversia a la biografía del fundador del cristianismo.

Pero, en opinión de los historiadores más objetivos, un texto esencialmente literario como el Nuevo Testamento y las escasas menciones documentales de la época, son todavía insuficientes para justificar la importancia posterior de Jesucristo, atribuida y aumentada por una Iglesia asociada al poder temporal, a un personaje extraordinario que ha inspirado numerosos eventos históricos, así como incontables obras artísticas, y que -de haber existido realmente- merecería más espacio en la historiografía seria de la era romana.

De ahí que se haya producido desde el siglo XIX  tanta controversia académica en el estudio crítico de la Biblia, así como numerosas especulaciones novelísticas en décadas pasadas, alimentadas por los todavía misteriosos acontecimientos –algunos empapados de sobrenaturalismo -, que rodearon la fascinante vida del fundador del Cristianismo y de las personas que lo amaron. Una de éstas, la misteriosa María Magdalena, es –precisamente- la figura central en la actual campaña feminista para darle un justo valor a la participación de la mujer en los asuntos religiosos, al igual que lo está logrando progresivamente en asuntos políticos, tecnológicos y sociales.Imprima el artículo Subir