En
los primeros años del nuevo siglo, el llamado “libro de los libros” está siendo
objeto de estudio y controversia en diversos ámbitos. Por una parte, están
algunas académicas que –en su afán de lograr una mayor valoración del papel de
la mujer en el mundo moderno- están re-interpretando algunos personajes
bíblicos como Eva y María Magdalena; por otra parte, están algunos novelistas
como Dan Brown, que tratan de explotar ciertas lagunas en la Biblia para
derivar interesantes especulaciones que sirvan de aderezo a tramas
detectivescas, como en su actual best-seller de “ficción religiosa”, El código
Da Vinci. Al mismo tiempo, el cine y la televisión le han dedicado recientemente
más énfasis a los personajes bíblicos femeninos en películas y documentales.
La Biblia, ¿un
libro machista?
En los medios se observa una renovada
campaña encuadrada dentro la tendencia feminista. No hay duda que tanto en el
judaísmo y el cristianismo como en el islamismo, la mujer ha sido mantenida
siempre en un plano secundario, y no solamente en los asuntos eclesiásticos sino
también en el área social, acorde con la tendencia patriarcal -y veladamente
machista- que ha dominado en asuntos sociales desde la más remota antigüedad,
quizás debido a la importancia de la fuerza bruta en la obtención del poder. Por
eso se han destacado pocos personajes del sexo femenino en la antigüedad, algo
que ha continuado también en el último milenio, donde –según el conocido
programa Biografía del canal A&E- de las cien personas más importantes de ese
período (en el mundo anglo-europeo, por supuesto) apenas aparecen una decena de
mujeres, entre ellas Juana de Arco, Isabel la Católica, las Reinas Isabel I y
Victoria de Inglaterra y Maria Curie, sin olvidar a Margaret Sanger, una
aguerrida pionera de la liberación femenina por su campaña en pro de los métodos
anticonceptivos.
Curiosamente,
también en la Biblia se mantiene esa misma proporción, pues los eruditos señalan
que de los tres mil personajes mencionados en el libro,
apenas una décima parte son
mujeres. Un caso muy significativo aportado por estudios recientes es el de
María Magdalena, un personaje clave y bastante subestimado del Nuevo Testamento.
Aún hoy día, para la mayoría de los creyentes este personaje no deja de ser “la
pecadora arrepentida”, redimida por Jesús y anexada tardíamente al creciente
número de seguidores del mensaje cristiano.
El feminismo
reinterpreta la Biblia
La discutible relación entre los dos
personajes bíblicos, es precisamente el punto de partida de una campaña
protagonizada por un grupo de eruditos de escuelas de religión y filosofía de
varias universidades norteamericanas (Brandeis, Harvard, Vanderbilt y
Georgetown, entre ellas), que ven en María Magdalena como una especie de heroína
feminista, por su individualismo y fuerza de voluntad. Ellas se basan en una
lectura más acuciosa de los evangelios, libros donde no se menciona
específicamente su actividad de prostituta, una profesión que le fuera atribuida
erróneamente por la Iglesia en la temprana Edad Media. Incluso, la misma Iglesia
Católica reconoció hace unas tres décadas su valía al declararla santa, pero de
todos modos no pudo borrar de la mentalidad pública el rol de ramera atribuido
originalmente, algo que pasó a formar parte de la mitología cristiana.
De este modo, el personaje de María de
Magdalena, la seductora supuestamente promiscua redimida por Jesucristo al
exorcizarle ‘los siete demonios’, ha sido objeto de estudios eruditos en años
recientes, como el de la doctora en estudios religiosos Jane Schaberg en su
libro La resurrección de María Magdalena, donde se comenta minuciosamente sus
valiosos aportes al cristianismo primitivo. Y pocos pueden dudar de su rol
protagónico, al ser ella la encargada de anunciar a los escépticos apóstoles la
resurrección de Jesucristo, pues en los evangelios aparece como la primera en
notar la tumba vacía del mártir crucificado. Así que, además de este rol
providencial, se le quiere dar ahora una importancia casi equivalente a la de
los apóstoles, ya que aparentemente ayudó tanto a organizar como a financiar las
actividades de la iglesia emergente en Palestina y otros lugares del mediano
oriente.
Con su énfasis en la relevancia de esta
mujer en la Biblia, las expertas tratan de borrar ciertas alusiones peyorativas
en otros pasaje bíblicos, desde la mítica Eva –la eterna tentadora- hasta la
‘pecadora’ Maria Magdalena, pasando por la esclava egipcia Hagar (madre de
Ismael, ascendiente de los árabes e hijo del patriarca Abraham), y Rahab, la
prostituta-heroína en el libro de Josué, luego ascendiente de David y,
eventualmente, de Jesús. Asimismo, las estudiosas tratan de criticar
indirectamente el humillante dominio masculino en los asuntos eclesiásticos, un
debate todavía vigente, especialmente en un Catolicismo donde se sigue
excluyendo del clero a las mujeres, a pesar de los reclamos de muchos creyentes
y de la exaltación de la otra María, la madre de Jesús, considerada también
tardíamente como la santa mayor de la Iglesia.
De pionera
religiosa a personaje literario
Pero es en la ficción novelesca
donde María Magdalena sale mucho más reivindicada, pues en un libro del autor
norteamericano Dan Brown, El código Da Vinci, se le atribuye ciertas
sorprendentes aventuras que la llevan con otros fieles
hasta la
región francesa de Provenza, donde María es acogida por una secta secreta
(asociada luego a los rebeldes Templarios), que persiste hasta la era moderna y
que contó con miembros de la talla de Newton, Botticelli, Víctor Hugo y Leonardo
da Vinci. Incluso se propone –apoyándose en algunos datos de dudosa historicidad
- que de esta secta provinieron los reyes Merovingios, supuestamente
descendientes directos de Jesucristo y María Magdalena. El discutido Brown, un
estudioso de la Biblia -y autor de otros best sellers de trasfondo religioso- va
más allá en sus especulaciones, y hasta sugiere que María Magdalena no sólo pudo
haber sido la esposa de Jesús sino que –por el hijo que gestó- puede ser la
personificación del famoso Santo Grial, o sea el cáliz utilizado por Jesucristo
en la última cena, lo cual explicaría que ese objeto nunca hubiera sido
encontrado, a pesar de los esfuerzos de cruzados y tantos voluntariosos.
El título del libro de Brown se refiere
a que Leonardo, miembro destacado de esa secta, colocó a propósito a María
Magdalena en su famoso fresco milanés, La última cena, mural milagrosamente
salvado de la destrucción en la guerra mundial y ahora restaurado con gran
dificultad. En la trama de su novela, donde se investiga la muerte de un curador
de pintura renacentista del museo del Louvre, Brown relaciona el asesinato con
algo que averiguó en vida el experto en el cuadro de la Mona Lisa, y que apunta
a que, en el fresco davinciano de la última cena en Milán, falta
inexplicablemente el cáliz donde beben el vino, luego
conocido como el Santo Grial. Pero el experto asegura que no fue así, sino que
ese objeto lo representa el (la) joven que está a la derecha de Jesucristo, que
no es el apóstol Juan como se supone generalmente, sino una mujer, y
específicamente María Magdalena, quien ya había sido integrada al grupo de los
apóstoles como compañera de Jesús. Esta aparente blasfemia, que sugiere la
presencia de una mujer de dudoso pasado en medio de los santos apóstoles, es el
móvil del crimen del curador del Louvre, de manos de fanáticos creyentes que
desean evitar la divulgación de ese nuevo y trascendental detalle.
Una trama algo fantasiosa, como en todo
trabajo de ficción, pero que aparentemente gusta a muchos lectores, pues sólo de
la edición inglesa se han vendido casi cinco millones de ejemplares, un éxito de
librería realmente descomunal. Algo similar sucedió hace un par de décadas con
el libro de Umberto Eco, El nombre de la Rosa, (donde unos monjes fanáticos
tratan de suprimir el hallazgo de un libro sacrílego), y años antes con la
novela El documento Q, (también adaptado para una miniserie televisiva) donde se
plantea que el Vaticano trata de evitar la publicación de un documento original
de tiempos bíblicos donde se niega la divinidad de Jesucristo.
María Magdalena en
operetas y películas
También en las artes teatrales y
audiovisuales se está utilizando libremente el personaje de Maria Magdalena para
proveer una faceta romántica relacionada con Jesús. En los años 70 vimos a
Jesucristo Superestrella, una opereta rock que causó furor en el teatro y el
cine… además de no pocas condenas eclesiásticas y protestas públicas. Ahora, en
otro musical de Broadway (titulado Hero: a rock opera) aparece una protagonista
llamada ‘Maggie’, que representa a una Maria Magdalena bastante combativa, muy
diferente a la ramera de la mitología cristiana anterior a 1969 y más a tono con
una heroína feminista de los tiempos modernos.
Este nuevo rol empezó a notarse en una
polémica obra del novelista Nikos Kazantzakis, La última tentación de Cristo,
escrita en los años 60 y luego convertida en película por Martin Scorsese en
1988. Ambas obras causaron revuelo y fueron prohibidas en algunos países del
mundo cristiano, pues se sugería abiertamente que Jesucristo pudo haber tenido
no sólo relaciones sexuales con la pecadora redimida, sino haber formado una
familia con una mujer de dudosa reputación. En realidad Kazantzakis
–excomulgado por la iglesia Ortodoxa griega- sólo especulaba teóricamente con la
idea, como un deseo postrero del atormentado Nazareno en la cruz, tratando de
mostrar a un Mesías más humano y menos divino. Todo esto, acorde con una
tendencia moderna de desmitificar un poco el personaje de Jesús y resaltar sus
valores éticos, sin enfatizar los aspectos sobrenaturales de su controvertida
carrera.
El personaje de Maria Magdalena no pudo
ser ignorado ni siquiera por un creyente tradicionalista como Mel Gibson,
en su curioso filme hablado en latín y arameo, La Pasión de Cristo, (a
estrenarse en febrero de 2004), donde la coloca en un rol central, e incluso
permite que sea personificada por la actriz más sensual del cine italiano,
Monica Bellucci, quizás para aliviar un poco el angustioso dramatismo de la
cinta, que contiene escenas bastante realistas según lo que se ha sabido de la
obra. Por último, un reciente especial televisivo de dos horas de la cadena
ABC, titulado Maria Magdalena y el Código Da Vinci, atrajo un descomunal
interés en su estreno y ya ha sido trasmitido por la TV satelital traducido al
español, de paso aumentando las ventas de la polémica novela de Dan Brown,
arriba comentada.
Evidentemente, con este controvertido
personaje femenino se ha encontrado una veta artística muy rentable en la
literatura y las artes escénicas, demostrando que la irreverencia religiosa da
buenos frutos pecuniarios en manos de periodistas, novelistas y cineastas
ingeniosos en esta era secular y materialista, siempre en busca de novedades
impactantes para atraer al público a las librerías, los teatros o las pantallas
de televisión.
Jesucristo,
personaje misterioso
No sólo la vida de María Magdalena, sino
también la de su maestro han sufrido numerosas manipulaciones a lo largo de los
siglos. En tiempos modernos, sin el temor a excomuniones y persecuciones como en
otras épocas, no sólo los novelistas sino algunos eruditos contemporáneos como
el teólogo Rudolf Bultmann y el misionero Albert Schweitzer han tratado de
desmitificar el máximo personaje del Cristianismo, atribuyéndole una
significación más espiritual que histórica, en vista de que la fe no es asunto
de raciocinio y evidencias, sino de creencias íntimas y aprendidas, a veces
inculcadas tempranamente en el seno familiar, cuando el joven todavía no dispone
de un razonamiento crítico.
Pero
estos autores no dejan de ser creyentes tratando de apuntalar su fe, pues si
vamos a los historiadores, no hay mucho material fidedigno y sustancioso para
demostrar no sólo la divinidad, sino la existencia misma de Jesucristo, un
personaje mundial tan relevante que ha debido figurar en más que unas pocas
líneas de libros de historiadores romanos como Tácito y Suetonio, escritos a
inicios del siglo II. El historiador más citado por los cristianos es el judío
romanizado Flavio Josefo, quien le dedica a Jesús apenas un párrafo –
probablemente interpolado- en su extensa obra de 20 volúmenes, Antigüedades de
los judíos. Para muchos, Josefo estaba relatando eventos de segunda mano, en
vista que no pudo haber sido testigo de la carrera del Mesías, al haber nacido
el historiador alrededor del año 37 de la era cristiana.
Asimismo, al evangelio de Lucas y las
epístolas de Pablo podría dársele la misma interpretación, ya que se sabe que
estos autores no conocieron personalmente a Jesucristo. Igualmente, se sospecha
de los demás evangelistas (Mateo, Marcos y Juan), -quienes escribieron sus
obras varias décadas después de la crucifixión- quizás no fueran los mismos
apóstoles, sino simples discípulos que relataron la vida del fundador basándose
en relatos orales. Sean quienes fueran los autores, sus textos fueron luego
copiados, editados, traducidos y reinterpretados varias veces hasta que se
publicara la Biblia oficial de la Iglesia, con textos escogidos por obispos en
el siglo IV en los Concilios de Nicea y Cartago. Por ende, la Biblia representa
una antología hecha por funcionarios parcializados de la Iglesia, quienes
excluyeron ciertos evangelios apócrifos como los de Tomás y Felipe, por contener
pasajes polémicos que pudieran ahondar la múltiples contradicciones menores
entre los cuatro evangelios canónicos. El impactante hallazgo de los Rollos del
Mar Muerto en 1947, con escritos pertenecientes a la secta de los Esenios y que
hablan de un “maestro de la rectitud” -mucho antes de la época de Jesús y con
similares prédicas y preceptos morales- arrojan un velo adicional de misterio y
controversia a la biografía del fundador del cristianismo.
Pero, en opinión de los historiadores
más objetivos, un texto esencialmente literario como el Nuevo Testamento y las
escasas menciones documentales de la época, son todavía insuficientes para
justificar la importancia posterior de Jesucristo, atribuida y aumentada por una
Iglesia asociada al poder temporal, a un personaje extraordinario que ha
inspirado numerosos eventos históricos, así como incontables obras artísticas, y
que -de haber existido realmente- merecería más espacio en la historiografía
seria de la era romana.
De ahí que se haya producido desde el
siglo XIX tanta controversia académica en el estudio crítico de la Biblia, así
como numerosas especulaciones novelísticas en décadas pasadas, alimentadas por
los todavía misteriosos acontecimientos –algunos empapados de sobrenaturalismo
-, que rodearon la fascinante vida del fundador del Cristianismo y de las
personas que lo amaron. Una de éstas, la misteriosa María Magdalena, es
–precisamente- la figura central en la actual campaña feminista para darle un
justo valor a la participación de la mujer en los asuntos religiosos, al igual
que lo está logrando progresivamente
en asuntos políticos, tecnológicos y
sociales.
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