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Cine latino cosecha publicos y honores
por Roberto Palmitesta


Varias películas procedentes de mundo hispano –entre las cuales la venezolana La pluma del Arcángel--, están invadiendo el lucrativo mercado norteamericano y cosechando premios por doquier, proyectando nuestra cultura y visiones a un mundo ansioso de conocernos.

No hay duda que el cine latino está disfrutando de un período de relativo auge, en vista de la receptividad que encuentran algunas películas en los públicos mundiales y el reconocimiento que obtienen en festivales y certámenes cinematográficos. De este modo, se habla de una "nueva ola" de directores, con temas frescos y a veces atrevidos, que comprenden la importancia de dirigirse al espectador internacional y no sólo al público local. [ Es una actitud pragmática que ha facilitado el financiamiento por medio de la coproducción entre países -ante la dificultad de obtener capitales nacionales- además del uso de canales de distribución más realistas, aprendiendo de la experiencia norteamericana.]

En años recientes hemos presenciado la entusiasta aceptación que ha tenido una película con una temática arriesgada en países católicos –la mexicana El crimen del padre Amaro- o un filme muy emotivo como el argentino El hijo de la novia, o una cinta de gran contenido social como la colombiana Como el gato y el ratón, entre otras. Se trata de obras que han llevado nutridos públicos –latinos, anglos y europeos- a las taquillas, además de llamar la atención de los jurados, incluso los que antes se concentraban en productos hollywoodenses. En efecto, el rentable mercado estadounidense ha sido invadido por películas hispanas, que han gozado una creciente asistencia a las salas de cine y de mayores espacios en la televisión satelital, sin olvidar el alquiler o venta de videos para uso casero, que a menudo superan la recaudación en taquilla de los estrenos.

Este fenómeno es explicable, pues junto al espectador autóctono de la región iberoamericana y española, se le ha sumado un interesante público en EE.UU., donde la población hispana –que conserva gustos esencialmente latinos- es ya la primera minoría del país, con cerca de 35 millones de personas, o sea una población cercana a la de países como Colombia o Argentina pero más adicto al entretenimiento audiovisual y con un mayor poder adquisitivo.

A esa cifra se le debe sumar los nutridos grupos de visitantes y residentes hispanos en EE.UU. y Europa, además de los cinéfilos anglos, europeos y asiáticos que se están interesando siempre más en el nuevo cine latino.

La promesa mexicana

Pasando revista a países específicos, vemos como México disfrutaba hace unas décadas de un envidiable sitial en la región latinoamericana, pues se producían anualmente más de un centenar de películas que acaparaban no sólo la mayor parte de las audiencias locales, sino cerca de la cuarta parte de los públicos de toda Hispanoamérica, poco proclives a leer subtítulos y muy afectos a las rancheras, comedias y melodramas mexicanos por la obvia afinidad cultural. Se recordará que, en todo el continente, las películas de Cantinflas, Pedro Infante o Arturo de Córdova eran grandes éxitos de taquilla.

Pero la proximidad con EE.UU. facilitó una verdadera invasión de cintas de Hollywood, cada vez más atractivas por su técnica depurada y estrellas famosas. Así, junto con los altos costos de producción -los insumos para hacer películas son casi todos importados- la industria mexicana se redujo en los años 70 a su mínima expresión, de unas dos docenas de películas anuales, al no contar con un apoyo adecuado de entes oficiales. Algo similar pasó en el resto de Latinoamérica.

Tomemos un filme mexicano como Amores Perros, que se produjo con dos millones de dólares, pero que ha recaudado desde su estreno casi cinco veces ese monto al contar con una buena distribución en Norteamérica y Europa. El costo de esa producción se consideró como excepcional (siendo el promedio inferior al medio millón) pero resalta el hecho de que es apenas la décima parte de lo que cuesta una película de segunda categoría en Hollywood, que gira alrededor de los $20 millones, mientras las superproducciones generalmente superan los $100 millones. No es de extrañar, entonces, que ese emporio fílmico haya logrado acaparar en México 9 de cada 10 salas, gracias especialmente a una agresiva distribución y la avasallante publicidad que reciben sus productos en los medios.

Sin embargo, con un tema impactante como el de El crimen del padre Amaro - hecho en coproducción con España, Francia y Argentina- se logró superar en las primeras 14 semanas de exhibición unos $6 millones sólo en EE.UU., y se espera que mundialmente puede llegar a los $20 millones para fines del 2003. Esto es todo un suceso comercial para México, pues superó incluso los anteriores éxitos de taquilla logrados por Amores Perros, Y tu mamá también y Como agua para chocolate, siendo esta última –con una veintena de galardones entre nacionales y foráneos- la que inició el presente boom mexicano.

Se suma el resto del continente

Reconociendo la creciente importancia del cine latino, en las recientes nominaciones de la Academia de Hollywood se incluye frecuentemente alguna película de habla hispana, y en especial procedente de España, donde –desde el fin de la era franquista- ha aparecido una plétora de talentosos directores como Almodóvar, Trueba, Medem, Aristain, Luna y Armendáriz. De hecho, ya tres filmes españoles ganaron el Oscar (Volver a empezar en 1982, Belle Epoque en 1993 y Todo sobre mi madre en 1999) mientras que de Latinoamérica sólo la producción argentina La historia oficial ha logrado ganar la preciada estatuilla en 1986. Sin embargo en otros certámenes como Globo de Oro, Críticos de NY, BAFTA, Berlín, Cannes, etc. las películas latinas han tenido una digna figuración en las últimas décadas.

. Otras cinematografías latinas que han logrado llamar la atención en festivales recientes son la de Argentina (El hijo de la novia, Vidas privadas, El cumple), Colombia (Bolivar soy yo, Como el gato y el ratón, Pena máxima, La primera noche) , Chile (La fiebre del loco), Uruguay ( La espera ) y Cuba (Fresa y chocolate, Nada). Cabe acotar que esta última industria –bastante activa en las últimas décadas- es financiada totalmente por el gobierno comunista por sus evidente valor propagandístico.

El cine brasileño es un caso aparte ya que –por la dificultad idiomática- participa poco del amplio público de habla hispana, tanto en Latinoamérica como en EE.UU. Pero en compensación Brasil tiene la ventaja de tener un nutrido mercado cautivo en su propio país, con una población equivalente a la de toda Sudamérica –sin contar el de otros países de habla portuguesa- aunque últimamente sus esfuerzos se han concentrado en el jugoso mercado de telenovelas, donde ha logrado una envidiable tajada – a veces cercana al 50%- del mercado latino gracias a su calidad y buenos doblajes al español.

El caso venezolano

Desde mediados de los años 70, la industria fílmica venezolana tuvo un estímulo significativo con la nueva política de financiamiento y subsidio estatales, que motivó durante tres lustros la realización de una veintena de películas anuales, las cuales recuperaban ampliamente sus moderados costos en el mercado local. Así, vimos exitosos largometrajes como Cuando quiero llorar no lloro, Soy un delincuente, El pez que fuma, Macho y hembra, Cangrejo, Macu-la mujer del policía, Oriana y Homicidio culposo, además de diversos cortos de Agusti, Cortés, Penzo y Azpúrua, entre otros, que tuvieron un amplio reconocimiento internacional.

Pero, al igual que en resto de Latinoamérica, las continuas devaluaciones monetarias aumentaron radicalmente los costos, obligando a reducir la producción autóctona y a negociar coproducciones con otros países, esto último no sólo para el financiamiento sino para asegurar su distribución foránea.

Debido a las realidades económicas y el menguado interés del estado, la industria nacional pasó a producir apenas una docena de filmes en 1997, para no llegar ni siquiera a media docena de cintas en los años sucesivos, concentrándose ahora los esfuerzos de cineastas locales en el cortometraje y a veces en el ‘unitario’ televisivo.

Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, se destacaron en la última década películas como Sicario, Cien años de perdón, Manuela Sáenz y Amaneció de golpe, mientras que en los últimos años llamaron la atención en festivales y academias mundiales cintas como Una vida y dos mandados, Una casa con vista al mar y La pluma del Arcángel.

Esta última cinta, en especial, ha sido aplaudida en festivales de Bogotá, La Habana, San Sebastián, Cartagena, Mar del Plata, Las Palmas, Palm Springs, Miami, e incluso en el exigente Festival de Cannes. Su éxito de crítica –si no de público, pues aquí se estrenó en mala época- se debe a un sólido guión (basado en un cuento de Uslar Pietri) y la dirección de un veterano de la tv como Luis Manzo, quien utilizó como escenario el poblado turístico de Los Aleros para relatar una historia que raya en el ‘realismo mágico’, sobre un telegrafista providencial que falsifica los mensajes recibidos, para así edulcorar la realidad en una aldea andina durante la opresiva dictadura gomecista. La pluma del Arcángel es un producto original, típico del nuevo cine latino, que demuestra lo que se puede hacer con escasos recursos financieros -junto con una buena dosis de creatividad y talento- si se cuenta con mensajes interesantes de validez intemporal y universal.