Cuando
el Presidente Bush pronunció su discurso sobre el estado de la
Unión este año, Ahmad Chalabi estaba aplaudiendo rabiosamente
desde el palco de honor, junto a la primera dama. Pero este 20 de
mayo Chalabi estaba pidiendo rabiosamente que las tropas
norteamericanas se vayan y que dejen a los iraquíes libres para
levantarse solos.
¿Que pasó en solo 4 meses? Es
una historia que se está repitiendo mucho y confirma una teoría
que sostuve ya hace meses en la sección en inglés de mi website
www.tedcor.com ; el que se mete con Bush, como ocurre con
ciertos bebés o guaguas rabiosos, termina cagado. La lista crece y
es una clara muestra de que vivimos un nuevo desorden mundial, que
está afectando gravemente al liderazgo de la superpotencia en la
globalidad.
La lista de éstas bajas
políticas colaterales de las guerras -reales o paranoicas - de
Bush, comienza con Tony Blair, arrinconado a la defensiva en la
política británica y totalmente fuera de algún rol importante en
el escenario mundial.
Destaca también el patético
caso del ex presidente Aznar de España (cuyo nombre Bush no pudo
pronunciar correctamente decía: “ansar”) Silvio Berlusconi, el
gran mafioso de la política, el fútbol y los medios de Italia,
también se encuentra en apuros por haber seguido dócilmente la
aventura iraquí de Bush.
En Suramérica, un caso
tragicómico - trágico por las muertes de habitantes en la
proletaria ciudad El Alto - y cómico, por la fuga a EE.UU. del
presidente Sánchez, quien había elegido someterse a la absoluta
dependencia de los embajadores de Bush en La Paz, es en el fondo
un claro fracaso para la democracia y la política de Washington en
la región.
Sigue la lista de bajas
colaterales políticas, con el propio entorno de Bush, donde
políticamente ya hay varios que tienen estampado el sello de “exit”,
por lo menos de la fama y el poder washingtonianos. El secretario
de Estado Colin Powell, quien sin duda tendrá que archivar su
máxima aspiración, de ser el primer presidente negro; el de
Defensa, Donald Rumsfeld, quien ha manchado la dignidad de la
democracia norteamericana con sus planes de acciones de tortura,
“inteligencia” y de propaganda; o la asesora de seguridad nacional
Condolezza Rice, fiel y habilidosa, pero al fin, destinada a ser
“chivo expiatorio” de los errores de la Casa Blanca.
Chalabi había
fundado un partido político en el exilio, en Londres, el Congreso
Nacional iraquí y sus vínculos comerciales llegaban hasta
consejeros políticos del Pentágono y del Vicepresidente Cheney,
para él hacer campaña contra Saddam Hussein, bajo cuya dictadura
antes hizo negocios que lo hicieron muy rico, su partido
suministraba informes sobre las armas de destrucción masiva que
estaba acumulando Irak; y hacía campaña desde el exilio contra la
misma tiranía sangrienta bajo la cual comenzó a amasar su fortuna.
O sea que, Chalabi le sacó dinero a Hussein y después a
Washington.
El 20 de mayo, después de que
le allanaron la residencia de Bagdad y confiscaron computadoras y
otros documentos, Chalabi hizo una proclama agónica: “Estamos
agradecidos al presidente Bush por liberar a Irak, pero ya es hora
de que el pueblo iraquí maneje sus propios asuntos”.