Mientras
la Coordinadora Democrática encuentra – gracias a la filosofía del
como vaya viniendo vamos viendo - una acción política coherente
que le de respuesta y luces a sus millones de seguidores, tarea
ésta que le permitiría plantarse ante Hugo Chávez como una sólida
fuerza de oposición; debemos reconocer que al menos se está
avanzando en la conformación del expediente jurídico que probaría
la comisión del fraude, e igualmente han sido muy diligentes las
gestiones y los reclamos que ante la OEA y el Centro Carter
consignó la CD; exigencias que reflejan los diferentes reclamos
hechos en cuanto a las irregularidades cometidas por el CNE antes
del 15 de agosto. Hasta aquí vemos que la oposición estaría
jurídicamente avanzando, pero políticamente el estancamiento es
alarmante.
Así
las cosas, en estos últimos días y en otro orden de cosas,
constatamos que la urgencia y la cotidianidad que le imponen las
pautas comerciales y de programación a los periodistas y analistas
políticos desde los principales medios, les hace caer en el
facilismo y la repetición a la hora de explicarle al público lo
que sucede en Venezuela, al ver paralelismos históricos por todas
partes. Nicaragua, Perú, Panamá, entre otros, sin considerar las
especificidades del caso venezolano.
Tanto Hugo Chávez, como la CD son políticamente sui generis.
Así
mismo ese lema machacado tanto por nuestros líderes políticos, así
como también por los medios, que consiste en hacernos creer que
somos el centro del universo, cuando repiten de manera sucesiva
que los ojos del mundo están sobre Venezuela; condujo a que las
partes promovieran y aceptaran la mediación de unos observadores
importados, que nos miran con desprecio y consideran que es
exagerada y dramatizada, la pretensión de un pueblo
subdesarrollado, que no conforme y agradecido con tener
elecciones, pretende que las mismas sean transparentes, como si se
tratara de un país desarrollado.
Sin
embargo, la oposición en los días previos al referéndum había
mostrado un talante firme y soberano, en particular cuando Enrique
Mendoza amenazó con anunciar cifras desde las 3pm del propio
domingo 15 de agosto. Si tenía dichas cifras, ¿por qué en lugar de
tener el coraje de anunciarle los resultados a su gente, a su
pueblo, a las mayorías; prefirió dárselos primero a los
importados? ¿Por respeto a las normas del CNE? ¿Entonces los
dirigentes de la CD en esa madrugada se volvieron suizos?
La
dirigencia de oposición ladró, pero no mordió.
Ahora bien, no por ello hay que caerle encima a la CD, no debemos
dispararle a la ambulancia, la opinión pública no debe cometer el
mismo error que se cometió en el 92 con Eduardo Fernández, cuando
éste salió a defender la democracia. Por ello, hoy ante el avance
hegemónico del régimen de Hugo Chávez, no puede la oposición darse
el lujo de desmembrarse, justo cuando ha llegado la hora de cerrar
filas.
En
consecuencia, se impone de toda urgencia en el seno de la CD, una
profunda reflexión que le permita sacudirse de su propias
irracionalidades y de los absurdos que aún habitan en nuestra
clase política; me refiero particularmente a las secuelas que aún
persisten de aquél loco y nefasto año 98, cuando el país político
perdió la razón creyendo unos en Hugo Chávez, otros en Irene Sáez
y Alfaro Ucero, y mas tarde en Arias Cárdenas. Debe urgentemente
volver la razón política, y con ella los proyectos y las ideas
políticas serias y modernas, de vanguardia, de progreso, de unión,
con un discurso sostenido en su rumbo y una dirigencia presente y
corajuda.
¿Que
es muy tarde para rectificar? Personalmente soy de los que se
oponen a Chávez y su militarismo desde febrero del 92, y hasta el
presente he acumulado derrota tras derrota en mi posición
política, pero lejos de resignarme, mi posición ha ido
reforzándose, entre otras razones, al constatar – con angustia –
el daño que a Venezuela le está haciendo Hugo Chávez, como
consecuencia directa de sus ideas reaccionarias y postmodernas,
que están llevando al país de regreso al siglo XIX.