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Catire 
por Alexis Márquez Rodríguez

domingo, 13 junio 2004


Según el Diccionario del habla actual de Venezuela, de Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez (UCAB), catire es una expresión coloquial que designa una ³Persona que tiene el cabello rubio y la piel blanca. || 2. Aplicado a una caballería, de color blanco y ojos muy vivos². Por su parte, el Diccionario de venezolanismos, de María Josefina Tejera et al (UCV / Academia Venezolana de la Lengua / Fundación E. y H. Schnoegass) define el término de la siguiente manera: ³Se dice de la persona de piel blanca y cabellos rubios. 2. Se aplica al caballo rucio con los belfos rosa claro². Este diccionario, por lo demás, cita una copiosa documentación en que aparece el vocablo catire. En una carta de Francisco de Miranda, por ejemplo, fechada el 10 de agosto de 1811, el generalísimo (¿cuántos soles?, estos sí  bien merecidos) menciona a alguien a quien llamaban ³el Catire². Y en una requisitoria judicial, recogida por Lisandro Alvarado en su Historia de la Revolución Federal, se pide la aprehensión del general Ezequiel Zamora, a quien se describe como persona de ³Pelo rubio pazudo y bastante poblado, color blanco y algo catireŠ². También José Antonio Páez, en su Autobiografía, hablando del famoso Manuelote, mayordomo del hato La Calzada, en el hoy Estado Barinas,  donde trabajó como peón cuando era todavía un muchacho, dice que ³Me distinguía con el nombre de Catire (rubio)².

Como se ve, han sido varios los catires famosos en la historia venezolana. También Rufino Blanco Fombona usa el término como título de un cuento, ³El Catire², apodo de un personaje al que ³En la Colonia lo apodaron  el Catire por su cabeza pelirroja, sus ojos zarcos y su rostro de blancura desvaída, amarillenta y pecosaŠ². Y en Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, el personaje que da nombre a la novela llama catire a su rival, Santos Luzrado.

Alberto Arvelo Torrealba, en su famoso romance Florentino y el Diablo, que recoge la leyenda llanera de un gran cantador de coplas y consumado cotrapunteador que, retado por el Diablo, se fajó con este una  noche entera a fuerza de cotrapunteo, describe al coplero, Florentino, como un catire. Y curiosamente no lo hace de modo directo, sino por boca del propio Diablo. Cinco veces este lo llama catire; primero en el saludo inicial: ³Catire quita pesares / contésteme esta preguntaŠ². Luego cuatro veces más: ³¡Ay!, catire  Florentino, / escuche a quien lo previeneŠ³; ³¡Ay!, catire Florentino, / trovador del terraplénŠ²; ³¡Ay! catire Florentino, / cantor de pecho cabalŠ²; ³¡Ay!, catire Florentino, / trovero del chaparralŠ². En cambio, al Diablo sí lo describe el poeta directamente, una sola vez, y lo señala como un indio: ³Súbito un hombre en la puerta: / indio de grave postura, / ojos negros, pelo negro, / frente de cálida  arrugaŠ². Y luego, en bocas indeterminadas de presentes en el lugar: ³Oiga, vale, ese es el Diablo / ­la voz por la sala cruza­Š².
Este Florentino es el mismo cuya leyenda también recoge Rómulo  Gallegos en su novela Cantaclaro. Pero Gallegos, al describirlo, no lo señala como catire. Además, en Cantaclaro se sugiere, al final, que el Diablo vence y  ³se lleva² a Florentino. Arvelo Torrealba, en cambio, pone a Florentino como vencedor, no obstante que, según su propia confesión, sentía cierta predilección por el Diablo sobre el catire. El poeta, además, es fiel a la idea, común y corriente en el llano venezolano, de que el siniestro personaje es, ciertamente, un indio. Aunque, si a ver vamos, por su condición de personaje universal debió ser mas bien zambo, es decir, cruce de negro e indio. Ambas versiones responden, obviamente, a un indudable trasfondo racista, sembrado, por supuesto,  en el venezolano por el conquistador europeo.

Es frecuente que la palabra catire se use coloquialmente con valor  metafórico, para aplicarla al Sol, y también a algunos objetos inanimados, como un automóvil de color claro,  por ejemplo.

Lo curioso es que, al parecer, la palabra catire es de origen indígena, cumanagoto concretamente, tal como lo señala el DRAE, cuya definición es la siguiente:  ³Dicho de una persona: Rubia, en especial con el pelo rojizo y ojos verdosos o amarillentos, por lo común hijo de blanco y mulata, o viceversa². Pero es de advertir que la Real Academia, cuando dicha palabra apareció por primera vez en el DRAE, en su edición de 1925, le atribuyó origen francés, de bocaire, que significa nébeda, nombre en Castellano de una planta herbácea que produce una flor de color blanco o rojizo. Esta etimología se mantiene hasta la edición de 1984, y a partir de ahí se le atribuye origen cumanagoto. ¿Cómo se explica ese anacronismo, dado que los cumanagotos no pudieron conocer individuos de ese tipo, sino mucho tiempo después de la Conquista?

La palabra catire también se usa en Colombia.
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