Caracas de 2 a 2
por Eli Bravo
viernes, 19 marzo 2004


C
omo le sucede a tantos, el desvelo. Letanía de imágenes, seguidilla de preguntas, la incomodidad como almohada. Hoy he visto las piernas de un indigente colgar desde su refugio en un pilar de la autopista, he escuchado a un ministro retorcerle el pescuezo a la verdad, en la foto del periódico he presentido el olor a tumba profanada por invasores que escamotean un trozo de tierra para los vivos, y de forma inesperada, una vieja amiga me ha dado un abrazo que más que ofrecer cariño, pedía apoyo: cuando se caen los ánimos, me dijo, sólo los afectos me pueden soportar. Hace rato pasó la medianoche. De fondo los grillos de siempre, pero más abajo, como un murmullo, el escándalo de las injusticias que no me dejan dormir.

Las historias de estos días no han sido cuento de cuna. El hermano despedido a dos años de su jubilación por resistir al régimen. Los jóvenes empresarios que apuestan el pellejo con el temor de terminar en cueros en la calle. El funcionario que clava la puñalada en silencio por salvar su culo y la silla que calienta. La madre que besa a su hijo en la frente y piensa que no se merece tanta miseria. El taxista que me pide apagar el radio porque la cadena le hierve la sangre, porque su piel arrugada ya no tiene callos para aguantar una palabra más. El número de muertes en los disturbios callejeros que sigue creciendo mientras los derechos humanos menguan de dolor. En la noche, después de una hora saltando de Globovisión a VTV, no puedo con la sensación de mareo. No es intoxicación mediática lo que tengo, es indigestión de realidad.

Como le sucede a tantos, despierto con sueño. En las calles hay gente que resuelve el ahora con media sonrisa, el Avila está más limpio que ayer. Buscando otras voces me instalo en una butaca del CELARG. El colectivo Paz en Movimiento ofrece un foro donde se ventilan ideas para negociar el conflicto. Salvavidas en la marejada, las ideas permiten ver el bosque más allá del matorral. Se habla de negociar, de la paz, de buscar intereses comunes en lugar de defender posiciones, de lo importante que resulta en estos días preguntarse ¿cómo fue que llegamos aquí? La sala está llena de gente que no se conforma con los estereotipos, la polarización, la manipulación. Caraqueños de nacimiento o en tránsito que buscan claves para desentrabar esta maquinaria maltrecha que nos tritura la calma.

A media mañana me convenzo de no estar solo. Que somos muchos los desvelados, los que aspiramos a ver más allá de la inmediatez, los que ante el vértigo de los hechos insistimos en indagar en las raíces de las razones. ¿Cuál de todos estos idearios de país, de todas estas personas que habitan en esas ideas, en las calles, en los medios, es finalmente el fiel reflejo de la realidad? La respuesta común de los ponentes es que todos tienen su cuota de razón, su derecho a existir y a actuar. Que negar al otro, y las causas del conflicto, es fertilizar el terreno para una guerra donde todos perderemos.  Como le sucede a tantos, llega el mediodía y le he dado una vuelta completa a la montaña rusa de las emociones. Llego a la estación, dispuesto a jugar mi parte. Otro día en la radio. Otro día en la ciudad. Entrego tarde mi columna, escucho noticias que aterran, los productores corren de un lado a otro con informaciones. Me siento detrás del micrófono y trato en pararme en algún lugar. ¿Dónde? En el lugar que dicte mi conciencia, mi responsabilidad, mi ética. Quizás no sea suficiente en estos tiempos que corren.

Esta noche unos amigos me han invitado a cenar, la condición, el que insista en hablar de política lavará los platos. Parte del proceso, ando encrispado, como le sucede a tantos en esta ciudad. Subir Página Imprima éste artículo