Los
miembros de la corona de la revolución bolivariana, se hacen ilusiones, con el
inicio de la campaña electoral de sus príncipes que optan por algunas
gobernaciones. Los electores los esperan en la bajadita; claro está que, los
candidatos en cuestión traen promesas, obviamente imposible de cumplir, pero
que sin embargo, creen estos neosifrinos del comando Ayacucho, que las mismas
harán olvidar la indignación del electorado ante las inadmisibles y
multimillonarias bacanales de corrupción a las cuales se prestan estos
herederos cual rito revolucionario.
El
desprecio con que, la monarquía chavista, ha tratado la confianza que le fue
otorgada en el 98, no tiene parangón en nuestra historia política. Sin entrar
en los detalles, de la ineptitud e impericia comprobada y reiterada de quienes
conforman el actual gobierno; el enriquecimiento exagerado y vertiginoso, de
estos jovenes candidatos, hoy elevados al olimpo electoral – o al matadero -
por su majestad Hugo Chávez, es asquerosamente chocante con el igualmente
vertiginoso empobrecimiento de una gran mayoría de venezolanos.
No
obstante, aunque al electorado de hoy, lo mueven las mismas motivaciones del 98
cuando se buscaba – sin brújula – un cambio; sin embargo los venezolanos
del 2003, son mucho más difíciles de convencer, la amarga experiencia de la
instauración de la realeza chavista, ha hecho madurar a unos y arrepentirse a
otros, y como quiera que sea, el anhelo que hoy se impone – 70% del electorado
- es el de recuperar el placer de vivir en democracia.
¿
Entonces qué hacer ante una actitud tan excluyente e irrespetuosa?
¿
Esperar las venideras citas electorales, como si viviéramos en una democracia
tácita?
Pero,
la situación es agobiante; y además de la rabia y decepción, está el escozor
que provoca el saber que la actual situación se la buscaron los propios
venezolanos. Es por ello que ésta crisis, es en cierta medida una bomba que le
explota en plena cara a los venezolanos, por culpa de su reiterada falta de
civismo político.
Pero
hoy, el soberano sin duda está asumiendo sus errores del pasado y en ese orden
debe tener un gesto de autoridad, y es a través de su voluntad democrática –
si lo dejan - que dicho gesto se haría realidad, para frenar en seco los abusos
de la corona chavista.
Así
las cosas, para la campaña electoral nada admirable que se avecina y en la cual
participarán a regañadientes los príncipes chavistas, por cuanto ellos
hubieran preferido atajos de facto; debemos estar atentos y para ello se impone
que recuperemos – los venezolanos todos - a como de lugar, el civismo
político perdido; la tarea es cuesta arriba, en virtud que las instituciones
democráticas están gangrenadas, los principales partidos políticos siguen
padeciendo las consecuencias del parasito del cortoplacismo y algunos dirigentes
de oposición llamados hoy a jugar un rol protagónico, son a su vez víctimas
de una sondeodependencia que los paraliza.
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